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El robusto sistema que garantiza que en Córdoba capital no habrá restricciones de agua

Desembalse en el Guadalmellato

Alfonso Alba

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En todo el norte de la provincia de Córdoba apenas hay agua hasta el otoño. En el sur, la situación no es tan grave, pero sí que empieza a ser preocupante. Mientras Iznájar vierte agua al Genil para garantizar el regadío, la empresa provincial de aguas de Córdoba, Emproacsa, ha reducido en un 10% las cantidades que aporta a los 270.000 habitantes de todo el sur de la provincia. La situación comienza a tener tintes críticos, con municipios que ya aplican de facto restricciones o reducciones de suministro. Mientras tanto, y a pesar de que ha llovido lo mismo, el suministro de agua potable en Córdoba capital está más que garantizado para los próximos años. Aunque no caiga ni una gota ni en otoño, ni en invierno, ni en la próxima primavera.

Córdoba ciudad tiene el sistema de abastecimiento de agua potable más robusto de toda Andalucía. En los años noventa, en la peor sequía de las últimas décadas, en Sevilla se cortaba el agua potable durante diez horas al día (en los años ochenta los cortes eran de 14 horas). No hubo ni una capital de provincia, salvo Córdoba, que no llegase a aplicar algún tipo de restricción de agua. En el verano de 1995, el último año de la sequía, el recién nombrado alcalde Rafael Merino recibió llamadas para cortar el agua aunque solo fuese por solidaridad interterritorial. Merino se negó y aseguró que “tendrán que mandar a la Guardia Civil” para que lo ordenase.

Córdoba es una ciudad de agua. Una de las hipótesis sobre el significado de su nombre en turdetano es precisamente ese: ciudad del agua. Pero en 2022 es una aglomeración urbana de más de 320.000 habitantes, que ya no beben de pozos, ni del histórico Aqua Vetus de los romanos. El agua sale del grifo gracias a un sistema modélico de gestión integral, que representa la tan laureada Emacsa, orgullo de la ciudad. Aún hoy se le sigue conociendo como el Fino Anguita.

Un proyecto de hace más de un siglo

Pero la historia del sistema de abastecimiento de agua de Córdoba es muy anterior a la del exalcalde. Y tiene que ver con la riqueza que siempre aportó a la ciudad Sierra Morena. En el año 1908, un ministro cordobés que llegó a presidente del Gobierno (pero esa es otra historia), José Sánchez Guerra, puso la primera piedra del embalse del Guadalmellato. El pantano no entró en servicio hasta 1930. Su objetivo era garantizar el regadío pero también el suministro a Córdoba capital. El Guadalmellato se quedó pronto corto. En los años sesenta, con Antonio Cruz Conde como alcalde de Córdoba, se recreció la presa, que pasó de tener una capacidad de 60 a 153 hectómetros cúbicos. El objetivo era garantizar el suministro a una población de 300.000 habitantes.

Ante la previsión de que el Guadalmellato se iba a quedar corto para una población en crecimiento se decidió construir, aguas abajo, otro gran embalse: San Rafael de Navallana, que se puso en servicio en 1991, justo antes de la gran sequía de los noventa. A Navallana le caben 157 hectómetros cúbicos. Es decir, al 100% los dos embalses retienen más de 300 hectómetros cúbicos de agua, una cantidad más que suficiente para abastecer no solo el consumo de la ciudad, sino también de gran parte del regadío de la Vega del Guadalquivir hasta Almodóvar del Río.

A día de hoy, en el Guadalmellato hay 63 hectómetros cúbicos de agua y en Navallana 50. Entre ambos embalses hay 113 hectómetros cúbicos. La ciudad tiene un consumo mensual máximo de dos hectómetros cúbicos, un pico que suele coincidir con el mes de agosto. Es decir, a máximos, Córdoba se bebe al año 24 hectómetros cúbicos de agua. Sin contar con los desembalses para regar, y yendo a máximos, entre ambas presas habría agua suficiente para los próximos cuatro años. Una barbaridad teniendo en cuenta la situación extrema que sufren ya algunas zonas de la provincia.

Pero el sistema es tan robusto en la ciudad de Córdoba que hay una previsión sobre qué hacer en caso de que ambos embalses sufriesen un catastrófico vaciado. En esa situación tan extrema está prevista una medida extraordinaria: potabilizar el agua de la depuradora de La Golondrina, en primer lugar, y en segundo, la del río Guadalquivir. Emacsa tiene previstos ambos planes de contención.

El más simple es el de La Golondrina. Aunque pueda parecer una contradicción, la depuradora cordobesa limpia cada día más agua de la que sale cada jornada del Guadalmellato y Navallana para llenar los depósitos de Villa Azul. ¿Cómo es posible? Córdoba es la ciudad del agua y bajo sus calles siguen corriendo manantiales y aguas subterráneas que son conducidas, en muchos casos, hacia la depuradora de La Golondrina. Toda esa agua va a parar al Guadalquivir y a su vez es aprovechada para regadío.

Las parcelas, el gran problema

Eso sí, no todo el territorio cordobés está a salvo de restricciones. Bajo la ciudad hay 1.100 kilómetros de tuberías que llevan el agua potable a las viviendas. Pero no todas las viviendas tienen agua potable. Es el caso de muchas de las parcelaciones que se han ido construyendo en la ciudad a lo largo de los años. Algunas sí que disfrutan de conexiones, otras de fuentes a las que llega el agua de Emacsa, pero la mayoría depende de pozos propios que se alimentan de unos acuíferos que por la sequía se están agotando.

En Las Jaras, por ejemplo, el sistema de abastecimiento de aguas es propio y no para de dar problemas. El suministro está en un manantial, donde hay que potabilizar agua. Recientemente la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha dado por concluida la concesión a Javiaras, la empresa que se encargaba, por lo que la Gerencia ha pedido una prórroga para evitar que esta zona de Córdoba se quede sin agua.

En el núcleo urbano de Córdoba capital, por tanto, el suministro está garantizado. Pero no en la periferia.

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