#Heroínas sin capa | Médica intensivista: “Fue duro al principio. Nuestro trabajo es así”
“Yo no estoy preparada emocionalmente para esto y eso que por la formación en la especialidad en medicina intensiva estamos acostumbrados a tomar decisiones y actuar en situaciones críticas”. Marina Rodríguez, la doctora Marina para sus pacientes, es médica intensivista en el Hospital Universitario Reina Sofía desde 1998. Su especialidad la ha colocado en una de las trincheras de esta crisis y con esta declaración se confiesa sobre la realidad “marciana y dura” que vivimos desde que la Covid 19 ha llegado a nuestras vidas.
A pesar de miedos e inseguridades, sentimientos muy humanos y más en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) donde los profesionales se exponen a las concentraciones más altas del virus, Marina tiene claro que todo esto forma parte de un trabajo que le gusta mucho. “Si te lo ponen más difícil tienes que conseguir concentrarte y adaptarte”. De hecho, ella no se siente más heroína “que cualquiera que hace con profesionalidad su trabajo”.
El momento más gratificante que ha vivido en estos días resulta elocuente sobre el progreso evolutivo de la enfermedad. Ella misma lo describía el pasado 3 de abril en su cuenta de Twitter: “Hoy he podido dedicar mi mañana a los pacientes que estaban ingresados en UCI, previo mundo-COVID. Me he alegrado mucho. Los echaba de menos (y no lo sabía). ¡¡Cuidemos también de los pacientes no COVID, que nos necesitan igualmente!!”, escribía.
https://twitter.com/marinarodelg1/status/1246023025050386432?s=20
Medicina de catástrofe
Hace algunos años esta doctora realizó un taller de formación sobre medicina de catástrofe en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Dirigido a cirujanos, intensivistas e impartido la American Trauma Life Supporting, allí vivió a través de un simulacro lo que significa poner etiquetas de colores tras una catástrofe que indican a quién salvar primero. “Se hace así para centrarnos en quienes tienen más posibilidades de salir, igual que ocurre en la donación de órganos”. Tras aquella formación Marina tuvo claro que ojalá nunca le tocara vivir algo así.
Por eso estos días sus pensamientos están con sus compañeros de hospitales de Madrid que han tenido que decidir quién se quedaba fuera de la UCI. Con los que se han visto en medio de este “debate filosófico”. Marina asegura que “nadie” está preparado para una situación de estas características a escala internacional y estos días reflexiona sobre si el fin justifica los medios o sobre sobrevivir a cualquier precio. También reconsidera tantas conquistas que ahora se han ido por el sumidero, como el acompañamiento al final de la vida o la humanización de los pacientes críticos. “Lo humano en términos de salud es cualitativo y no solo cuantitativo”, sentencia.
De todo este ejercicio intelectual saca que hay que mirar en otra dirección, “hacia la comunidad y no solo al individuo”, centrarse en “una salud pública potente y con más inversión para que haya más prevención”. Asimismo, la médica cree que de aquí se elaborarán protocolos para que el profesional no tome una decisión individual sino siguiendo unas pautas. “Decidir entre quién vive y quién no es terrible”, sentencia.
Situación en Córdoba
La intensivista confiesa sentir “pudor” por tantos ánimos como recibe, ya que “la situación en Córdoba está controlada”. Los ejes fundamentales en el Hospital Reina Sofía han sido los servicios de Medicina Interna, Neumología, Cuidados Intensivos y Urgencias. “Aunque fue duro al principio, nuestro trabajo es así”. Los primeros días estos profesionales sanitarios no pararon de estudiar sobre una enfermedad cuyos conocimientos cambiaban y se ampliaban por días. “Se han interiorizado muchos conceptos de seguridad que ayudan a no cometer errores, hay más solidaridad entre compañeros y en poco tiempo creo que se ha hecho una buena labor”.
La doctora Marina lo define como un verdadero trabajo en equipo. “Todos hemos arrimado el hombro y se ha conseguido una gran coordinación en la continuidad de cuidados, desde la atención primaria hasta nosotros”. A todo ello, la doctora añade que nada de esto hubiera sido posible sin el cumplimento “de forma ejemplar” del confinamiento por parte de la ciudadanía.
Con respecto a que Andalucía posea una de las más altas tasas de sanitarios infectados, que se aproxima ya a los 2.000, lo que representa un 23 % de los contagios que se han producido en la comunidad, la intensivista advierte que es “difícil” saber la cifra porque no están haciendo tests PCR a todo el mundo. Por cierto, una prueba en la que ella ha dado negativo al realizársela por protocolo tras tratar a un paciente por coronovirus y verse infectada una compañera de enfermería.
“Sería interesante saber la curva, en qué momento se han producido esos contagios entre profesionales. El hospital está muy controlado y tengo la sensación de que ha habido más contagios previos, en atención primaria, en una fase en la que no teníamos mucha conciencia de lo que teníamos encima”, opina la médica que, a pesar de todo, no ha visto mermada la plantilla de la UCI en la que trabaja a causa de los contagios, “como me consta ha ocurrido en las comunidades que sufrieron 'avalanchas' de ingresos de pacientes”.
Sus primeros días con el EPI (equipo de protección individual) suponía sufrir ríos de sudor por su frente, algo que ahora la doctora ya ha normalizado. Porque en el Reina Sofía ha habido material necesario para sus profesionales a diferencia de lo que ha ocurrido en otros hospitales. “Hemos ido cambiando la manera para optimizar esos trajes que son escasos, es un problema de abastecimiento, no es que nadie no quiera proteger a sus profesionales”, opina.
La diferencia con lo ocurrido en otras comunidades es la posibilidad de realizar un plan de contingencia en una fase con menor tasa de pacientes Covid-19 positivos, “esto nos ha permitido reorganizarnos, para dar respuesta a esta nueva realidad asistencial en el hospital”.
Aparte de los cambiantes protocolos, en el hospital los sanitarios también registran a sus propios pacientes, “y vamos viendo cosas, porque no es lo mismo lo que pasa en China que lo que pasa aquí, así que vamos aprendiendo. Vamos viendo a qué enfermo debes bajar antes, los criterios de gravedad, a quién mirar con lupa, maximizando tratamientos y viendo qué responden”.
Las medidas adoptadas ¿suficientes?
Como la gran mayoría, la doctora Marina cree que “se podía haber comenzado antes a tomar medidas”, pero que una vez tomadas “han sido lo suficientemente estrictas”. Ya se están viendo resultados y ello obedece a “un control científico”, destaca esta médica ahora preocupada por cómo puede afectarnos esta crisis como sociedad, “en lo económico y en lo emocional”.
Asimismo, confirma mirar a los países del alrededor y sentirse “orgullosa”. “Mi percepción es de seriedad y presencia. Han sido constantes los documentos oficiales con pautas de tratamiento para los profesionales. Ha habido disponibilidad, transparencia y concreción, algo que ha sido de gran ayuda”.
Con respecto a las medidas de protección de la ciudadanía, la intensivista cree que las mascarilla y los guantes otorgan “una falsa sensación de seguridad”. Y lo explica con el argumento de que seguimos tocando cosas y que limpiar las superficies sigue siendo fundamental.
Al hilo de esto, la médica aplaude las medidas tomadas en los supermecados Deza, de cuya tienda en el Zoco acaba de llegar de hacer la compra justo antes de mantener esta conversación. “Me han asombrado las medidas de protección del personal, la obligatoriedad de lavarse las manos a todos los clientes antes entrar y al salir del supermercado y cómo se limpian todas las superficies entre cliente y cliente”.
Las enseñanzas de la crisis
“Las pequeñas cosas son importantísimas”. Esa es una de las principales lecciones que Marina saca de esta crisis, a lo que suma la conciencia de fragilidad y la humildad en lo personal. “En lo profesional espero seguir con este trabajo en equipo cohesionado entre servicios del hospital que nos ayude a abordar al paciente de forma transversal, saliendo cada uno de su zona de confort”, pide ilusionada.
La música, la charla con amigos, la lectura, cocinar y cuidar la cabeza “me reconducen a la cordura”, confiesa esta doctora a la que el estado de shock del principio solo le permitió focalizar sobre la enfermedad. Semanas después ya es capaz de concentrarse en otras lecturas.
Cada tarde a las 20:00 Marina sale a su balcón a aplaudir. Enfrente tiene un convento de monjas que se pasan el día cantando. Ella aplaude por otras cosas, no por los sanitarios. “Por mi hermana que cuida a mi padre, por mi hijo, por la gente que se queda en casa”.
Marina no tiene conciencia de que la gente aplauda a alguien como ella. Realiza su trabajo y punto. Pero lo gusta que los aplausos reflejen comunidad. “Significa que somos un conjunto, que existimos, que seguimos siendo sociedad, hay un punto muy poderoso ahí”, exclama esperanzada.
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