Una cooperativa de cuatro estrellas
“El casco histórico está lleno de contrastes”, reflexiona desde la azotea del hotel Madinat Rafael Corpas. Tiene razón. Abajo, en la misma calle Cabezas el contraste es tan inesperado que deja con la boca abierta tanto al turista que va buscando el estrecho callejón en el que supuestamente colgaron las siete cabezas de los infantes de Lara, como al cordobés más maduro, aquel que buscaba refugio, yantar y hasta fumar en el Mesón Cabezas. La antigua casa familiar del exalcalde de Córdoba Salvador Muñoz Pérez es hoy un hotel de cuatro estrellas, un sorprendente inmueble restaurado por una cooperativa. Un trabajo de la economía social. Un contraste del casco histórico.
Corpas es el presidente de una cooperativa de seis socios trabajadores que recibe a sus huéspedes en un patio modernista. En la recepción, una inmensa fotografía recuerda cómo era ese patio antes de que la cooperativa lo adquiriera en 2012. La casa, que amenazaba ruinas (como por desgracia ocurre con algunos solares muy próximos), mantenía la barra del antiguo Mesón Cabezas. Esa barra, larguísima, ha sido cortada y hoy es la mesa de la propia recepción y de varias del espectacular salón anexo. Ese, precisamente, ha sido el espíritu de la cooperativa: no tirar nada, restaurarlo todo y, en la medida de lo posible, darle otro uso.
El mejor ejemplo está en la suite (la undécima habitación de este hotel de cuatro estrellas pendiente de abrir). La suite, con vistas directas a la Mezquita Catedral, era un antiguo palomar. Cuando la cooperativa llegó las jaulas seguían allí, ya sin palomas. Hoy, sobre la más que apetecible cama de la suite están las mismas jaulas, pero el decorador Paco Domínguez, de Zum Creativos, le ha dado otro fin. La composición es digna de ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid.
Pero, ¿qué hace una cooperativa montando un hotel de cuatro estrellas en pleno casco histórico de Córdoba? “Trabajamos con las personas”, responde Corpas. Todos los socios de la cooperativa vienen de la economía social, todos han trabajado en programas de inserción y contra la exclusión. Y ahora han decidido embarcarse en otro proyecto social, que tiene mucho que ver con las personas y, sobre todo, con dónde está el verdadero petróleo de la ciudad: el turismo. “Este es un paso cualitativo y fundamental para crear empleo”, sostiene Corpas, junto a Yolanda Santiago, la directora del hotel, y a Mansur y Amín, otros dos de los cooperativistas.
Todos han hecho de todo, aunque tienen los papeles bien repartidos. Todos, por ejemplo, han restaurado muebles, aunque haya sido Yolanda Santiago la que le ha dado el nuevo toque, el nuevo uso que ahora tienen los cierres de las puertas (que decoran cabeceros de las camas), lámparas, rosetones que se daban por perdidos y hasta antiguos espejos que con solo darle la vuelta se transforman en otro totalmente distinto o que, incluso, pueden acabar siendo una mesa.
“Aquí hemos echado muchas horas. Y también nos han ayudado mucho”, explica Corpas, mostrando el hotel como si fuera lo que siempre fue: una casa. En la obra, que arrancó en abril del año pasado (tras más de dos años de trámites para conseguir la licencia) han trabajado más de 80 personas, desde los servicios de arqueología (que han encontrado y datado un pozo de noria andalusí de forma elíptica que le da aún más sentido al nombre del hotel) hasta los decoradores y restauradores. Y todos los han hecho con una misión: aquí no se tira nada que pueda servir.
Yolanda Santiago recuerda cómo el nieto del exalcalde Salvador Muñoz Pérez ha identificado muchos de los muebles hoy reutilizados en cabeceros de cama, puertas o en rosetones en las paredes, con fotos de sus abuelos. El hotel y sus 11 habitaciones, de hecho, mantienen el espíritu de una casa que hacía vida en torno a un patio, que tenía una entrada de carruajes donde hoy está el pequeño restaurante y el salón social, y que tiene dos de sus habitaciones de lujo -Wallada e Ibn Zaydun- sobre el suelo de lo que fue una especie de salón principal o de baile.
En el hotel Madinat hay que mirar para arriba, pero también para abajo. La cooperativa ha luchado por que no se perdiera uno de sus grandes tesoros: la enorme colección de suelos hidráulicos que tiene el edificio, todos diferentes. Y todos instalados a finales del siglo XIX y principios del XX, que es cuando la vivienda se configuró tal y como es. Pero también para ver la profundidad del pozo de noria andalusí, que en cada época de lluvias sigue recibiendo el agua de un histórico venero que baja desde los Altos de Santa Ana y hasta del pequeño hamman que tiene el centro.
Y es que el concepto de baño y descanso está bien asumido en todo el hotel. En la suite, por ejemplo, uno se puede dar un baño mirando a la Mezquita Catedral. Y en otras habitaciones, el baño se puede tomar asomado incluso al callejón de los Infantes de Lara. O hasta hacerlo por parejas en el hamman construido sobre lo que fue la antigua puerta que comunicaba la vivienda con la zona anexa mientras se degusta un té.
Cada casa de la antigua medina cordobesa guarda muchas historias. En esta del numero 17 de la calle Cabezas vivió un alcalde, hubo un mítico mesón y tuvo lugar el origen de Radio Córdoba. En 1929 Rafael Muñoz Navas, abogado cordobés y radioaficionado, hijo del exalcade Muñoz Pérez, comenzó allí a realizar experimentos de emisión con una radio Pull-Man-Six. Junto con su amigo José Posadillo montaron una pequeña emisora y bajo el indicativo de radioaficionado EAR–213 emitían música y conciertos de la banda municipal de Córdoba en lo que fue el germen de EAJ-24, primera emisora cordobesa aparecida en 1932.
El casco histórico de Córdoba está lleno de contrastes. Que un hotel de cuatro estrellas lo lleve una cooperativa parece ser uno. O que desde su terraza se siga viendo la vida de varios vecinos al otro extremo de la calle, también. Pero incluso que los muebles de una antigua casa señorial y posterior mesón hayan servido de decoración o que rematando la barandilla sigan siendo dos pilarotes con cabeza de mujer los que vigilantes como esfinges continúen custodiando esta casa con raíces y vuelo contemporáneo. Que vivan los contrastes.
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