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Lipstick mutante

Ana Fernández

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La barra de labios  ha cumplido 100 años. En 1915 el fabricante de EE. UU Maurice Levy creó el genial dispositivo de maquillaje que acabaría por convertirse en una fuente inagotable de glamour, seducción y ventas multimillonarias. Nunca una barra de color carmín había sido tan poderosa y deseada. Nunca tan fácil embellecer los labios en un solo gesto. Hace un siglo, en fin, que dejaba sus primeras y apasionadas huellas uno de los productos más simples de la historia y más inclinado a evolucionar y mutar hasta el infinito, sobre todo si se mira al pasado muy, muy lejano de egipcias, griegas y romanas, cuando la cera y los colorantes naturales servían para formular las barras y los bálsamos labiales de la protocosmética.

Se compran en todo el mundo 900 millones de barras de labios al año y cada dos segundos la marca MAC Cosmetics vende uno de sus célebres lipstick en forma de proyectil. Y su éxito no es casual, ya que mientras la sensibilidad estética y el rostro humanos busquen resaltar los labios como expresivos artífices de sensualidad y simpatía, de la moda y la imagen personal, e incluso de los códigos de género y de la identidad y la elección sexual, algo tendrán que pintar y que decir las barras de labios, ahora y en los siglos venideros.

Por eso la barra de labios quizás haya nacido inmortal. Es, por una parte, inmutable en su esencia, pero también capaz de evolucionar una y otra vez para hacer las delicias de quienes las adoramos. El rojo de labios de las sufragistas, el de la alta costura de París, el de las estrellas de Hollywood, el del movimiento Glam y la cultura y el arte Pop, el rebelde, negro, púrpura o azul de los siniestros y el Punk, o el mítico lápiz de labios del dragqueen y compositor RuPaul, aliado de la lucha contra el VIH-Sida en MAC Viva Glam, es el mismo lipstick eterno y superviviente.

Permanece, muta, cambia. Y tanto lo hace que lo mismo se viste de barra joya con riquísimos envoltorios como los de Rouge G de Guerlain, YSL, Bésame  y Charlotte Tilbury, que se envuelve en la indumentaria práctica y escolar del lápiz grueso al que, según las marcas, ni es preciso sacarle punta. Esta opción ha crecido de manera exponencial últimamente y la verdad es que existen fórmulas como los Patentpolish Lip Pencil de MAC Cosmetics, los de Nars -Dragon Girl es mi favorito-, de Sisley y de KIKO que valen la pena. Una barra o un lápiz de labios bien elegidos no dan la felicidad ni la belleza, pero ayudan. Feliz centenario.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación.

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