Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
Ikebana
Los sábados me retiro a mi santuario de ikebana, el arte floral japonés que se practica en silencio, con plena conciencia de la relación entre el ser humano, la naturaleza y el universo. La armonía estética la marcan el triángulo escaleno, el juego con tres elementos, la simplicidad y el equilibro, la belleza existente en la sencillez de flores silvestres, tallos, cantos rodados, arena, una vasija… Pero hoy no me concentro. Cuando delicadamente voy a dar forma al bambú, regresa la imagen del reciente desahucio de una familia con varios hijos, entre ellos una menor con discapacidad, de un bloque de viviendas sociales en el Campo de la Verdad.
¿Dónde he puesto las tijeras? Esta ramita me va a dar la lata. La cuestión es que se ha ejecutado el lanzamiento por impago a ciudadanos a quienes sus ingresos no les dan para el alquiler, las facturas y comer. Y se ha hecho a escasos metros de otras viviendas sociales, ¡tapiadas!, que gritan, a quien quiera mirar, que allí se sufre una gestión nada diligente, nada ejemplar y en consecuencia injusta. Se me va la cabeza. Ahora tengo que colocar la base, estas piedrecitas blancas tan suaves. No me acuerdo bien de cómo iba, pero coger el móvil y poner el tutorial le quita todo lo místico al tema.
Que digo yo que llevan décadas dándole vueltas a la vivienda social pública y no es para que se permitan dramas así, ni que por negligente deterioro se entregue algo tan sensible a los buitres del dinero; hay que cambiar el rumbo de lo público. Nuestra vivienda social es una política que aún no encontró su equilibro. Justo lo que me pasa con este arreglo de bambú y jazmín, inestable como un castillo de naipes.
Las flores no pueden quedar tan en el aire. Si las coloco ahí y se me caen, para qué estoy haciendo esto. Creo que la perspectiva ikebana está diciéndome algo. La familia del desahucio regresó un momento al piso a recoger efectos personales y unos pájaros. Luego tocaba cambiar la cerradura. Y adiós.
Las flores no pueden debilitarse, tampoco en las viviendas sociales. Un sistema eficaz, y justo, tiene que convertir al inquilino en su fortaleza. En lugar de lanzar a quien no puede pagar, ese renovado ente público de vivienda social ofrecería empleo a los usuarios y trabajaría con ellos a conciencia para que su parque de viviendas fuese un ejemplo de mantenimiento, sostenibilidad, vida comunitaria y bienestar. Se podría hacer. Al menos un proyecto para empezar. ¿Estaré desbarrando? Tampoco son cosas que puedas contar tomando unas cañas. Mira, tengo una idea para acabar con el derrotismo respecto a la vivienda social. Y entonces enseño la foto de estas flores que abrazan y sostienen un bloque de lozano bambú.
La fragancia que acompaña estas líneas, aparte del jazmín de patio y el alimento preferido de los osos panda, es Flower Ikebana, de Kenzo. También existen bajo el nombre Ikebana un club de bordado y un centro de tratamientos y experiencias en Sevilla para acordarnos de vivir.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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