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Salvador Gutiérrez, escritor: “En la sala de quimio hay mucha vida”

Entrevista N&B a Salvador Gutiérrez Solís, escritor

Aristóteles Moreno

28 de septiembre de 2024 20:13 h

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Salvador Gutiérrez no tardó ni una décima de segundo en aceptar esta entrevista. La nuestra no era una propuesta convencional. Y, si me apuran, hasta rozaba la osadía. A un escritor consolidado, con una veintena de títulos en el mercado y una audiencia descomunal en las redes, lo propio es plantearle una conversación sobre literatura. Pero lo que le ofrecimos es sentarnos para hablar de su cáncer.

En otras circunstancias, el pudor nos hubiera impedido tamaño atrevimiento. No es elegante pisar el territorio privado de nadie. Pero el novelista cordobés afincado en Sevilla había aireado su enfermedad en las redes sociales con admirable naturalidad. Y no una vez. El cáncer es, a menudo, una espada de Damocles que gravita sobre la vida (y la muerte) de miles de seres humanos. Y aún sigue rodeado de un espeso manto de silencio y marcado por el tabú. Justo eso queríamos quebrar de la mano de un novelista ingenioso, prolífico y gentil como Salvador Gutiérrez.

Nos esperó puntualmente en la Estación de Santa Justa. Nos saludó cordialmente y nos sentamos a desayunar en una terraza próxima. Veinte minutos después caminamos hasta la Casa del Libro, donde se sometió a la sesión gráfica. La entrevista tuvo lugar en un pequeño espacio reservado a las presentaciones de libros, gracias a la amabilidad de la dirección del establecimiento. No hubo preámbulos ni circunloquios. Sacamos el cuestionario y disparamos a bocajarro.

El éxito empieza cuando no conviertes el cáncer en el protagonista de tu vida

PREGUNTA. (P). ¿Cómo empezó todo?

RESPUESTA. (R). Yo ya en marzo pasado me encontraba raro. Sentía que algo no funcionaba en mi cuerpo. Entonces, cuando me llegó la prueba del cribado, casi lo vi como un test para ver si estaba bien. Cuando mandé la prueba de heces y me llaman diciéndome que tengo que hacerme una colonoscopia porque hay restos de sangre, ahí ya sabía que lo que intuía en mi cuerpo era cierto.

P. ¿Y qué sintió?

R. Los primeros 15 días son un shock. Te quedas con la sensación de “a mí no me puede pasar”. Siempre ves el cáncer como algo que le pasa a los demás, aunque yo lo haya vivido en casa. Mi madre murió de cáncer. Entonces te preguntas: “¿Por qué a mí?”. Luego te paras a pensarlo y es una pregunta muy egoísta porque le puede pasar a cualquiera. Y no puedes generalizar con el cáncer. Cada uno de los que lo padecemos es de su padre y de su madre. Tiene sus propias reacciones. Tenía claro que el pronóstico no era malo.

Me puse en manos de los médicos y busqué ayuda psicológica a través de la Asociación Española Contra el Cáncer. Los psicólogos te dan una serie de herramientas muy simples pero muy concretas para afrontar la enfermedad. Me vino muy bien porque las creencias que yo tenía la psicóloga me las confirmó. Y me dijo: “Salva, tú no eres un cabrón”.

P. ¿Qué creencias?

R. Pues mire: no soporto cuando me llegan y me dicen: “Tío, yo tengo un primo que tuvo lo tuyo más metástasis en los pulmones y en el páncreas. Y el tío está fenómeno”. Yo le decía a la psicóloga: “Me dan ganas de mandarlo a la mierda”. Y me contestaba: “Es que llevas toda la razón”. La gente no entiende que cada cáncer es diferente, cada persona es diferente, cada tratamiento es diferente y nos afecta de forma diferente. Lo hacen con buena intención porque creen que van a animarte. Y, a lo mejor, te están jodiendo la vida cuando ves que a ti no te va tan bien como a su primo. Yo le decía a la psicóloga que no me gustaba regodearme. El éxito empieza cuando no conviertes el cáncer en el protagonista de tu vida. Yo eso lo entendí perfectamente desde el principio.

P. El día del diagnóstico no se olvida.

R. No. El día del diagnóstico tenía la presentación de un libro. Estaba tan en shock que no me daba cuenta.

P. O sea, usted se entera de que tiene cáncer y va a presentar un libro.

R. Sí. El mismo día. A las dos horas.

Los primeros 15 días son un shock

P. ¿Y cómo llegó?

R. Llegué creyendo que eso que me habían contado no iba conmigo. Estás en shock y no te da tiempo a reaccionar. Al día siguiente no hubiera podido presentar el libro. Ni tampoco una semana después. Pero, en ese momento, estaba tan bloqueado que lo que tienes en la cabeza es que te están esperando 70 personas. Y lo haces como un autómata porque realmente no has terminado de asimilar lo que te han dicho.

P. A usted ya lo han operado.

R. No me han operado todavía. Estoy en fase de tratamiento para reducir el tumor.

P. Y está con sesiones de quimio.

R. Llevo seis sesiones. De momento, me quedan dos más hasta las pruebas. Y después van a decidir si seguimos con más quimio. Yo intuyo que voy a seguir. Noto que estoy mejorando y, de hecho, el oncólogo cree que me está sentando bien el tratamiento. Con que me digan que se está reduciendo el tumor me conformo.

P. ¿A qué sabe la quimio?

R. Es como estar chupando todo el rato una tubería de plomo. O un candado. Desde el momento en que entra en tu cuerpo ese sabor no te abandona. Hay días terribles como los que he tenido hasta ayer. Los enfermos de cáncer de colon no tenemos quimio un día sino dos. Tenemos la sesión gorda en el hospital pero luego nos vamos a casa con un dispositivo implantado [señala el pecho] y con una botellita. Y estamos durante dos días más recibiendo quimio. Para dormir es un coñazo. Los dos primeros días no sientes nada. Tienes a lo mejor un poco de mal cuerpo y de mareo. Sin embargo, entre el tercero y el sexto día los sabores se amplifican de una manera que no se puede ni imaginar. Comer algo ácido, un kiwi o una cebolla, es como una explosión en tu garganta.

P. ¿La palabra cáncer es un tiro de gracia?

R. El cáncer es la reina de las enfermedades. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Tener cáncer. Y claro: el cáncer ha tenido un porcentaje de muerte elevadísimo. Y los que tenemos cáncer debemos ser conscientes de ello. El porcentaje se ha reducido pero sigue siendo alto. Dicen que el cáncer de colon es de los más controlados. Pero están controlados depende. Hay muchos estereotipos con el cáncer y lo vives especialmente con las reacciones de la gente cuando se encuentran contigo.

He tenido reacciones alucinantes en estos meses. Algunas te dan ganas de no mirarlos a la cara y otros de comértelos a besos. Hace poco hablaba con un amigo que ha vivido un proceso muy similar y nos acordábamos del que se te acerca y prácticamente te da el pésame. Te llega súper compungido, casi con las lágrimas saltadas y te da un abrazo. Te dan ganas de decirle: “Tío, que no me he muerto y mi intención es no morirme”. La gente no se da cuenta de que lo que pides es naturalidad, cariño, empatía. Ni tampoco el que llega y te dice: “¡Campeón! ¡Con lo fuerte que eres! Eso te lo comes tú con patatas”.

La quimio es como estar chupando todo el rato una tubería de plomo

P. Habrá tenido la tentación de mirar las estadísticas.

R. No he mirado nada en Google.

P. ¿Y cómo se ha resistido?

R. No lo sé. Es una cosa que llevo desde siempre. Yo soy muy aprensivo. Soy el típico que estoy viendo una operación en la tele y, si le están cosiendo a un tío el dedo, me está doliendo a mí. Pero nunca he utilizado Google. No sé las estadísticas. No sé nada. Nunca lo he mirado. ¿Por qué? No lo sé.

P. ¿El cáncer ordena tu vida o la desmantela?

R. Ayer precisamente estaba pensando sobre esto. No la ordena. Es un poco más complejo. Imagínese que tiene su casa y que la ha estado llenando de trastos toda la vida. Recuerdos, libros, películas, ropa. Lo que sea. El cáncer no lo ordena. El cáncer tira cosas.

P. Lo inservible.

R. Sí. Lo superfluo.

P. ¿Y usted está tirando muchas cosas inservibles?

R. A las dos semanas, cuando ya has asimilado que tienes cáncer, lo has tirado todo. Por ejemplo: malos rollos que hayas podido tener con personas. ¿A mí esto me va a preocupar ahora? Al carajo. Fuera. Es como decir: ¿cuántos libros quiero tener? Si yo he disfrutado realmente con veinte.

P. Se queda con lo fundamental.

R. Te quedas con 50 y los 500 otros los donas a alguien para que los disfrute. Y te los quitas de en medio. El cáncer no ordena: selecciona. Y lo demás lo mandas al carajo. Pero además es que no te importa.

Hay quien se te acerca para darte el pésame. Tío, no me he muerto y mi intención es no morirme

P. Digamos que ese es un efecto virtuoso del cáncer.

R. Sí. Hay una chorrada que se aplicaba en la pandemia. Se decía: “Esto nos hará mejores”. Mucha gente lo aplica al cáncer: “El cáncer te hará mejor”. ¡¿Cómo te va a hacer mejor?! El cáncer es una putada. No te hace mejor. Lo que sí es cierto es que te ofrece un entorno más cómodo. Porque, como has limpiado tanto, has tirado tanta mierda, tanta morralla y tanta basura, el entorno es más cómodo. Pero si tú eres un hijo de puta, vas a seguir siendo un hijo de puta, tengas cáncer o no. Y si eres buena persona, seguirás siendo buena persona, tengas cáncer o no.

P. Un tuit suyo del 30 de agosto dice lo siguiente: “Es inevitable pensar en la muerte cuando tienes cáncer”.

R. Inevitable. Yo no quiero pecar ni de idealista ni de híper optimista. Soy muy positivo y tengo la sensación de que voy a superar esto y me voy a curar. Eso lo tengo clarísimo. Pero no puedo dejar de pensar que con el cáncer la gente se muere. Y que la quimio es una tralla que he tenido la suerte de llevarla relativamente bien. Pero hay gente para quien la quimio es un bombazo que casi lo revienta por dentro.

P. Yo lo veo bien.

R. Estoy bien. Y tengo buen aspecto. La verdad es que he tenido efectos secundarios llevables. No he vomitado, no he tenido diarrea, no he tenido fiebre. Tenía mucho miedo cuando empecé con la quimioterapia por no poder sobrellevarla. Hay mucha gente, y eso es una auténtica putada, a la que le tienen que quitar la quimioterapia.

Con el cáncer tiras las cosas superfluas

P. ¿Pensar en la muerte es pensar en la vida?

R. Sí. Tiene ese componente porque aprecias disfrutar más lo que te quede. Ahora tengo una sensación de días largos que no os podéis imaginar. Los días son larguísimos. Hago muchísimas cosas. Me despierto por la mañana y digo: “Bueno, hoy voy a hacer esto y lo otro. Y lo hago todo muy rápido. Ayer a las siete de la tarde ya había hecho todo y todavía me quedaban tres horas hasta sentarme a ver una serie. ¿Qué hago? Tienes una sensación muy extraña de los días.

P. ¿Está de baja?

R. No. Estoy trabajando.

P. ¿Vive de la escritura?

R. Yo soy escritor y profesor de escritura creativa. Aparte colaboro en medios y todo lo relacionado con la literatura. Organizo festivales literarios y más cosas.

P. Vivir de la escritura es un milagro.

R. De escribir libros viven 200 personas en España. Yo vivo de la biosfera que hay alrededor de escribir.

P. ¿Qué es la vida después de tocar la muerte con los dedos?

R. La vida, aunque parezca un topicazo, es lo más bonito que tenemos. Es algo maravilloso. Yo siempre he sido muy positivo con la vida. Mis hijos son muy dormilones. Duermen mucho. Y muchas veces me cabreo con ellos. Les digo: “¿Por qué dormís tanto? No sabéis todas las películas que hay que ver, todos los discos que hay que escuchar y todos los libros que hay que leer. Dedicaros a eso y no a dormir”.

La escritura es un gran fármaco

Salvador Gutiérrez se levanta a las 7 de la mañana. Media hora antes de que suene el despertador. Se toma un café solo y se pone a leer los periódicos en la pantalla del móvil. A las 10 se prepara el desayuno. Luego repasa y corrige las páginas que ha redactado el día anterior. Y, depende del día, escribe su artículo para la prensa o atiende a sus alumnos del máster de Escritura Creativa que imparte online en la Universidad Internacional de Valencia.

Desde que publicara en 1995 su primera novela, Dictando al cojo, ha entregado en la imprenta una veintena de títulos y ya tiene en el horno listo para servir el último. Ha recibido una veintena de premios, entre ellos el Juan Valera o el Andalucía de la Crítica, y ha sido finalista en otra media docena. En X ha logrado generar un espacio propio, largamente aplaudido por sus lectores, donde hilvana regularmente microrrelatos de enorme impacto.

P. ¿Escribe todos los días?

R. Entre 2015 y 2019, no escribí una línea. Absolutamente nada. Solo lo que hago en prensa. Tuve un percance con una novela que publiqué, la editorial quebró y pasé de algo maravilloso a una pesadilla. No tenía nada que contar. Y, como no tenía nada que contar, me dedicaba a ver películas, a escuchar música, a ver cine y a leer mucho. En ese periodo me di cuenta de que estaba cometiendo un error muy grave. La imaginación y la creatividad son como una especie de músculo que tienes que estar ejercitando porque si dejas de hacerlo se atrofia. En 2020, cuando volví otra vez a escribir, me propuse hacer una cosa creativa todos los días. Aunque fuera un plato de comida que me hubiera inventado. Pero algo creativo que tuviera que utilizar la cabeza. Y de ahí surgieron los hilos de X. Lo de narrar no se me da mal. Y desde entonces tengo la costumbre de escribir todos los días. Un día tres líneas y otro día cinco páginas.

P. X le permite tener un contacto directo con sus lectores.

R. Y además le voy a decir una cosa. Yo tengo un contacto directo con el lector. A mí no me gusta la palabra seguidores porque parece que eres una estrella y que tienes fans. No me gusta. Hay un comentario que me repiten muchas veces: “Joder, este tío tiene 150.000 seguidores y responde a todo el mundo”.

P. Usted responde a todo el mundo.

R. A todo el mundo. A veces, el sistema no te lo permite. Por ejemplo: el otro día el hilo que publiqué tuvo treinta y tantos mil me gusta y no sé cuántos millones de lecturas. Eso llega un momento en que tú ya no puedes responder a todo el mundo y pido perdón. Pero, mientras tanto, respondo a todo el mundo, salvo al que insulte.

El cáncer no te hace mejor. Es una putada

P. ¿Le insultan?

R. Sí. A veces me dicen: “Cabrón, ¿por qué no dices que esto es mentira? Que vaya susto que me has dado”. Sí, sí. Hay gente para todo.

P. Ha tenido hasta 3 millones de visualizaciones en alguno de sus hilos.

R. 19 millones.

P. ¿19 millones? Eso es una burrada.

R. Sí. Tuve un hilo de una historia como muy bonita, que parece casi de película, donde un taxista recoge todas las noches a una enfermera y escuchan juntos una canción de Elvis. Una historia donde no muere nadie, no hay asesinatos, no hay desapariciones, no hay nada, y yo creía que no iba a funcionar. Tuvo 85.000 me gusta y 19 millones de visualizaciones.

P. Para un creador, eso es reconfortante.

R. Sí. Y te lo pasas muy bien. Aparte de la conexión con la gente, que a mí me encanta.

P. Eso el papel no lo permite.

R. No.

P. Usted ha dicho lo siguiente: “Sientes una imperiosa necesidad de dejar las cosas en orden”. ¿Para qué?

R. Sentía. Eso me pasó al principio. Como supuestamente te queda poco tiempo hay que dejar todo resuelto. Luego, cuando llevas dos semanas, dices: “¡Que le den por culo!”. Yo no tengo deudas con nadie ni le debo nada a nadie. ¿Qué tengo que dejar ordenado? La factura del banco o la suscripción en Netflix. Llega un momento en que dices: “¡Al carajo!”. No voy a ordenar nada.

Tengo clarísimo que me voy a curar, pero no puedo dejar de pensar que con el cáncer la gente se muere

P. ¿Cómo se cabalga el miedo?

R. No sé. Es complicado. Yo reconozco que tengo una parte de mí en que soy un absoluto inconsciente. Y lo he sido en muchas épocas de mi vida. Muchas veces el miedo me ha salvado. Porque yo tengo miedo a las cosas físicas concretas. No tengo miedo a cosas existenciales. Por ejemplo: hubiera llevado peor vida si no tuviera miedo a los efectos de las drogas.

P. ¿Y ahora?

R. Ahora no tengo mucho miedo. Porque dices: busca la raíz del miedo. ¿Cuál es el miedo? ¿A morirte? Y esa es una opción que contemplo.

P. No tiene miedo a la muerte.

R. No. La he aceptado ya. Estoy completamente seguro de que me voy a curar. Pero sé que hay una probabilidad de que me muera. Y eso ya lo he asumido. Entonces, como lo he asumido, he dejado de tenerle miedo. ¿Por qué le voy a tener miedo?

P. ¿Cómo se imagina la muerte?

R. Yo no soy creyente. Y la imagino como un fundido en negro. Y al carajo.

P. Usted habla sin pudor del cáncer en X. ¿Lo hace para domar a la fiera?

R. Sí. También para liberarme. Lo consulté con la psicóloga y yo le dije que me apetecía hablar del cáncer, sin abusar y sin ser cansino. Y ella me dijo que le parecía fantástico y que si lo hacía de una forma sincera, honesta, obviando las coletillas habituales y los estereotipos, podría ser que ayudara a mucha gente.

Sé que hay una probabilidad de que me muera. Y eso ya lo he asumido

P. ¿Usted cree que ayuda a mucha gente?

R. Por los comentarios que me llegan creo que a alguien le ayudo. En el caso concreto del cáncer que yo padezco, el cribado de colon que nos llega a todos los varones andaluces mayores de 50 años, están respondiendo el 50%. Y, del 50% que se le ha encontrado sangre en las heces, un porcentaje alto no aparece. Es muy español negar que estás malo. Parece que así te vas a curar y es todo lo contrario. La gente debería tomárselo en serio porque no es solo por él, sino también por la vida de su familia y las personas que lo quieren.

P. ¿La familia qué lugar ocupa en su caso?

R. Importantísimo. Ahora mismo son los que me apoyan, los que están a mi lado, los que me reconfortan, con los que disfrutas. Con mis hijos antes era muy quisquilloso y un poco maniático en cuanto a sus costumbres. Ahora lo veo todo más natural. Nos llevamos 40 años de diferencia y es normal que tengan otra vida, otros planteamientos, otra forma de entenderlo todo.

P. ¿Nombrar el cáncer es empezar a curarlo?

R. Sí. Porque tienes que aceptar la realidad. Una cosa que hice con mis hijos desde el principio es que tardamos unos días en contarle todo el diagnóstico porque estaban con exámenes y no queríamos que eso les influyera. Pero sí tuvimos claro, tanto mi mujer como yo, que le íbamos a contar todo. Yo recuerdo cuando mi madre enfermó de cáncer y me contaban chorradas. Que si le ha salido un bultito, que si se ha puesto malita. ¡No! ¡Hostia! Tiene cáncer. Y cuando se pone peor es por toda la quimio y viene hecha polvo. No hay que confundir. Ya no son tan pequeños. Estamos hablando de 16 y 19 años. Y ya les puedes contar las cosas con naturalidad.

P. Os sentasteis con vuestros hijos.

R. Sí. Nos sentamos y les hablamos claramente. Le dijimos que el pronóstico no era malo y que había opciones.

P. ¿Y cómo reaccionaron?

R. El primer día en shock. Luego muy bien.

No soy creyente e imagino la muerte como un fundido en negro

P. Michael Robinson decía lo siguiente: “Sé que voy a morir pero lo que no voy a hacer es morir todos los días”.

R. Ese es el sentimiento. Es que si estás poniendo en orden tu vida todos los días es porque has asumido que te vas a morir. Entonces estás muriendo todos los días. Deja que sea como siempre ha sido.

P. Partido a partido.

R. Partido a partido. Esa frase de Robinson me encanta. Ese es realmente el espíritu. Si te tienes que morir, cuando toque. Pero, ¿morirte todos los días? Aparte de que menuda jodienda. Vaya coñazo. Vaya dramón. No, hombre.

P. No es usted amigo de dramas.

R. No, por favor. Aquí estamos para pasárnoslo bien. Le voy a decir una cosa: uno de mis chistes favoritos sigue siendo el que va al médico y dice: “¿Qué me ha dicho? ¿Tauro o cáncer? Prefiero el humor negro al que me llega dándome el pésame. No hay que perder el sentido del humor. Con un amigo que tiene cáncer el otro día nos descojonábamos a lágrima viva porque estábamos planeando pedirle al alcalde de Córdoba que hiciera una caseta que se llamara Los Tóxicos. Y que tuviera un mojito de quimio para los enfermos de cáncer.

P. También has dicho lo siguiente: “Es muy fatigoso convivir con todos los tópicos del cáncer”.

R. Un coñazo. Estás en un sitio tomándote una cerveza o una copa de vino y algunas personas te miran como diciendo: “Este tiene cáncer y se está tomando una copa de vino”.

P. ¿Hay gente que le hace un reproche moral?

R. Sí, sí. Hay gente que necesita sentir pena por ti. No empatía, ni cariño, ni solidaridad, que son sentimientos nobles y te estimulan. Y para que ellos tengan su pena en el grado que merece necesitan que tú te comportes como un enfermo y que tengas aspecto de enfermo. Tenemos ese topicazo de que todas las quimios dejan calvo. A mí no. Pero, sin embargo, no me crece el pelo ni las uñas, que es una putada para alguien como yo que se las come. Yo tengo dos efectos negativos que son brutales. Uno es el frío. Durante los 8 o 10 días siguientes a la quimio tocar o probar algo frío es una descarga eléctrica. Eso es horrible.

P. ¿Pero tiene más frio ahora?

R. No tengo más frío. Es si consumo o toco algo frío. Es indescriptible. Y otro efecto es la fotoalergia y el sol. O sea, un rayo de sol es una espada láser. Parece que Darth Vader te está dando un leñazo. Entonces, claro, utilizo gorra. A mí no me gusta llevar gorra, pero la tengo que llevar para protegerme del sol. Y hay gente que se te queda mirando como diciendo: “Lleva la gorra porque se ha quedado ya calvo de la quimio”. Hay gente incluso que te dice que con cáncer no se folla. A lo mejor follas menos porque tienes menos ganas, pero claro que se folla teniendo cáncer. ¡Joder!

P. Con cáncer se sigue viviendo.

R. Claro que se sigue viviendo.

No soy amigo de dramas

P. Es partidario de editar un tutorial para que la gente aprenda a comportarse delante de enfermos de cáncer.

R. Un psicólogo lo está haciendo. Y, de vez en cuando, me lo manda en X. Es muy divertido.

P. ¿Ha metido el cáncer en su escritura?

R. Este verano no es que haya escrito mucho. He escrito muchísimo. Imagínese una persona encerrada de 10 de la mañana a 10 de la noche durante el verano porque no le puede dar ni la luz ni el sol. Delante de un ordenador soy una bomba de relojería. En una historia que tenía en la cabeza justo antes de todo esto uno de los personajes tiene cáncer. No es el tema principal ni mucho menos. Y yo creo que va a ser la novela más rápida que he escrito en todos los días de mi vida. No sé si es como consecuencia de la quimioterapia, pero el título provisional que tengo tiene catorce palabras.

P. ¿Se puede conocer el título?

R. No. Me da mal rollo contar el título. Y yo pensé: “Esto es un efecto negativo”. Muchas veces me siento como una versión cancerígena de Baudelaire. Él era con drogas y yo con los efectos de la quimioterapia.

P. En la sala de espera de la quimio hay una campana que suena de vez en cuando.

R. Eso es tremendo. El otro día llorábamos. Las personas que terminan la sesión última porque ya las pruebas le han dicho que están limpias tocan la campana.

P. La campana está en la sala y la gente la escucha.

R. Y aplaude a rabiar.

P. Usted va a tocar la campana.

R. ¡Hombre!

P. ¿Ha llorado mucho?

R. Yo soy mucho de llorar. Viene de serie. El otro día vi una película española que me pareció fascinante. La casa es la adaptación de la novela gráfica de Paco Roca. Es un encuentro familiar, el padre ha muerto y tienen que ver qué hacen con la vivienda del padre. Me pasé toda la película llorando. Digo: “¡Madre mía!”. En la sala de quimioterapia hay mucha vida. Hay mucha fuerza. El otro día a una señora que estaba a mi lado se le caían las uñas de los dedos. Me llaman mucho la atención las mujeres. Mujeres que no tienen ya ni un pelo en las cejas, están híper delgadas y las ves allí sonrientes, enchufadas.

Mi chiste favorito sigue siendo el que va al médico y dice: "¿Qué me ha dicho usted? ¿Tauro o cáncer?

P. ¿Llorar es de hombres?

R. Claro.

P. La educación ha penalizado mucho a los hombres por llorar.

R. Pues no debería. Llorar y reír son dos terapias cojonudas. Te liberan.

P. ¿A usted no le han dicho de pequeño que los niños no lloran?

R. Ciertas generaciones hemos tenido que escuchar cada estupidez. Además siempre hemos relacionado el llanto con algo negativo o con el dolor. Sin embargo, se puede llorar de emoción, que es ese llanto incontrolable porque no sabes de dónde surge. A mí ese llanto me parece maravilloso, te hace de una gran humanidad y te genera tanto dentro.

P. ¿La escritura es el mejor fármaco?

R. Es un gran fármaco. No voy a decir que sea el mejor. El mejor, por ahora, es la quimioterapia, que es el tratamiento más efectivo para remediar un cáncer. Pero la escritura, aparte de una forma de ganarme la vida, me ha regalado dos cosas que para mí son esenciales. Una: los amigos que tengo a través de la literatura que no hubiera conocido de otra manera. Es casi una red social. Y dos: yo le debo mi vida material a la literatura. He tenido épocas de soledad, en las que seguramente hubiera caído en depresión, y la literatura me ha salvado.

P. ¿Es más escritor o más lector?

R. Más escritor. Empecé siendo muy lector pero ahora soy más escritor.

P. Ha sido profesor particular, camarero, DJ, vendedor, taquillero de cine, cantante de rock, jefe de gabinete, gestor cultural, repartidor de guías, guionista, ha descargado camiones. ¿Qué será lo próximo?

R. No se me caen los anillos por hacer nada. Absolutamente nada. Soy el tipo que puede aparecer en corbata pero también con la fregona. Y los dos me parecen súper importantes según el momento y la ocasión. No tengo problema. Y luego: me gusta probar cosas.

P. Por ejemplo, la quimio.

R. La quimio no me hubiera gustado probarla. Nada. Ni una gotita. Y he tenido la oportunidad, o la suerte, o la fortuna de que la vida me ha ido ofreciendo diferentes maneras en las que ganarme la vida. Y he tratado de adaptarme a todas esas historias.

P. ¿Las redes sociales qué son: un basurero o un jardín de talento y creatividad?

R. Son lo que tú quieras que sean.

P. ¿Y usted qué quiere que sean?

R. Hay varios ejemplos que se pueden utilizar. A mí me gusta mucho el que sale por la noche y va a pasárselo bien, a disfrutar con sus amigos, a tomarse una copa y a estar del carajo. Luego está el que sale por la noche pensando que ese tipo le va a pegar un codazo, a ver si le puedo pegar una patada a aquel y, si termino en una bronca pegándome hostias en el garaje de una discoteca, esa es la noche perfecta.

P. Las redes son la vida.

R. Son la vida. Como tú eres en la vida, así te comportas en las redes. Hay quien dice: “Son un estercolero”. ¡Coño! ¿A quién sigues? Yo cojo mi Time Line y nadie dice barbaridades.

P. ¿Hoy Salvador Gutiérrez es más resistente, más sabio o más vulnerable?

R. Siempre he sido muy resistente. Tenga en cuenta que mis padres murieron muy jóvenes y yo vivo de mi trabajo desde los 20 años. Y empecé a vivir solo. Mi madre murió cuando yo tenía 16 años y mi padre cuando tenía 20. Un hermano también murió de un infarto. Y eso me hizo ser muy resistente a lo largo de mi vida. Y vulnerable no sé si es la palabra, pero a lo mejor un poco más frágil sí que soy. La emotividad anda ahora muy revolucionada. Y, a veces, me rompo con frecuencia.

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