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¡Qué cosas tiene el cabello! Los higrómetros

Tony Sanmatías

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Después de más de cuarenta y cinco años como profesional de la peluquería, he de confesar que cada día me asombro más de las muchas particularidades del cabello y que apenas si son conocidas…

La historia de hoy data de mis años adolescentes, por la época en la que yo estudiaba bachillerato en mi tierra salmantina. Todo empezó casualmente cierto día al escuchar unas explicaciones de mi profesor de física y química sobre el estudio de los higrómetros, esos aparatos que sirven para medir la humedad relativa del aire. Cuando lo supe dudé de su veracidad. Y aún hoy, a pesar de mis conocimientos sobre el cabello, me parece imposible que así sea, quizá como a vosotros mismos os pase al leerlo.

La prueba estaba en un escaparate de cierta farmacia. Era un monje franciscano troquelado en vistoso cartón sosteniendo una varita hacia uno de sus laterales, tratando de indicar el pronóstico del tiempo… Al verlo, quedé ensimismado. Me pareció un sabio ayudado por la gracia divina, pues siempre acertaba el tiempo que iba a regir. Aquel día, la varita del sabio franciscano indicaba buen tiempo, tal como era, mientras su capuchón estaba retirado hacia atrás en señal de tan anticipado pronóstico. De pronto, chiquillo yo, mi asombro se volvió sospecha. Creí que aquello era trápala o enredo de mayores, por lo que estuve haciendo averiguaciones durante días pasando por aquel escaparate para comprobar lo que el monje pronosticaba. ¡No fallaba nunca! ¿Cómo era posible que acertara con tanta exactitud?

Mis pesquillas de chiquillo dieron pocos resultados, incluso me adentré en numerosas dudas por conocer las vicisitudes pasadas por mis abuelos con sus labranzas. ¡Tenían que rogarle al santo local para que lloviera¡ Y ni con esas. Por eso sospeché del farmacéutico. Quizá fuera él quien, anticipadamente, colocaría la varita y el capuchón del fraile en función del tiempo reinante a fin de llamar la atención hacia su escaparate. Pero me equivoqué. Porque años más tarde, siendo profesional de la peluquería, supe de esta curiosidad que de chico me embargó: los peinados no duraban con la humedad, pues se rizaban con solo olerla, mientras que con la sequedad se estiraban. Me acordé del troquel del moje franciscano… y compré uno, descubriendo el secreto en su interior. ¡Qué bien lo tenía guardado el monje! Detrás de él, encontré dos ruedecitas en cuyos extremos ¡había unos filamentos de cabello!, que a voluntad de la humedad ambiente se estiraban o encogían, subiendo o bajando el capuchón y mover la varita de su mano para señalar el tiempo que haría. ¿El  secreto? Lo habréis descubierto: el cabello es la fibra más sensible a las variaciones atmosféricas a causa de su alta higroscopicidad, donde destaca sobre otras materias. 

Ya sé que actualmente existen otros instrumentos más sofisticados para medir la humedad ambiental. Son de ``tecnología punta´´ en forma de relojes. Pero, ¿qué mecanismo les mueve? En su interior también existe pelo humano, aunque muy sensibilizado (de rubio extra-claro o más), a pesar de que puedan existir otros electrónicos, digitales o con materias químicas absorbentes, pero no mucho más precisos que el de mis infantiles años. ¡Ay, si mis abuelos lo hubieran sabido! ¡Cuántos rezos y velas al santo e incertidumbres se hubieran evitado con sus cosechas... por culpa del Calendario Zaragozano por el que se guiaban y no por el higrómetro… Pero tú, mujer, no te preocupes, en tu peluquería existen lociones antihumedad que protegerán tu bonito peinado para lucirlo perfecto y durable durante toda la semana...

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