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Lista 7

Ángel Munárriz

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Diez paquetes del Madrid *:

1. Claudemir Vitor (1993-1994). ¿Por qué lo hiciste, Floro?, ¿por qué fichaste a Vitor?, ¿qué te habíamos hecho? Llegó con el cartel del “otro Cafú”. Al parecer no lo había hecho mal en el Sao Paulo. No sé qué le pasó después, pero debió de ser grave. Sencilla y simplemente, no sabía jugar. Ni atacar ni defender, ni pasar ni controlar. Yo en realidad creo que no era futbolista, que era un infiltrado. Un periodista de investigación que se había metido en el fútbol para un reportaje sobre el dopaje o similar y había terminado jugando accidentalmente, como estos policías que se meten en bandas de ladrones y terminan, por disimular, atracando un banco. Su condición de lateral derecho brasileño, como Cafú, precipitó el fatal malentendido y sobredimensionó su carrera. El Cruzeiro, el Corinthians, el Vasco da Gama, el Botafogo, el Kocaelispor, el Limeira, el Osasco, el Ceará y el Mogi-Mirim también acabaron picando. Aún espero la publicación del libro.

2. Freddy Rincón (1995-1996). Algunos amigos futboleros me insisten en que era bueno, uno de los grandes de Colombia, me insisten en que ignoran por qué fracasó de modo tan estrepitoso en el Madrid, por qué su paso por el Bernabéu sólo deja en la memoria un tiro al larguero en pretemporada. Yo sólo sé lo que vi. Me duele su inclusión en esta lista, pero es inevitable, pese al respeto que me merece aquella Colombia de Valderrama, Higuita, Rincón y compañía. Lo siento, Freddy.

3. Dejan 'Rambo' Petkovic (1995-1996). Sin duda fue una etapa oscura del madridismo, ésa de mediados de los 90. Nuestro particular Medioevo. Se benefició Rambo Petkovic, un centrocampista serbio que había hecho un par de caños en el Estrella Roja. Algún lumbreras del cuerpo técnico pensaría que era una mezcla de Mijatovic y Prosinecky (en su etapa buena, antes de empezar a fumar en el túnel de vestuarios). Y ocurrió lo peor. Su aportación al Madrid se resume en una palabra: insulto. Todo lo que se publicó sobre este hombre tenía relación con su posible salida, que finalmente se consumó en 1996, para alivio de la sufrida hinchada. Lo misterioso es que Petkovic consiguió que le siguieran pagando por jugar al fútbol, y nada menos que en Brasil. En el Flamengo, de hecho, tengo entendido que es una especie de ídolo exótico, y que lo apodan Pet. No he querido saber más.

4. Carlos Alberto de Oliveira Secretário (1996-1997). Jamás se ha visto en el Bernabéu otro lateral derecho tan rígido y desangelado, si bien no me atrevería a decir que haya sido el peor, no en vano por el puesto de lateral derecho del Madrid se han arrastrado fantoches como el propio Vitor, Miñambres, Miguel Torres o el inenarrable Geremi Njitap. A los madridistas se nos estafó del modo más miserable con este señor, del que se nos dijo que había querido venir a Chamartín pese a ofrecérsele menos dinero que el que le ofrecía el Barcelona, donde todavía se están descojonando. Salvo un breve paso por el Oporto, su trayectoria se pierde en equipuchos como el Vilente, el Penafiel, el Maia, el Braga... Hace poco reapareció en escena con unas declaraciones altisonantes sobre el Madrid. Hacía más de 15 años que se había marchado, y casi había conseguido olvidarlo. Volver a ver titulares con las palabras “Madrid” y “Secretário” juntas me levantó el estómago. A veces me aterra la idea que vuelva, ahora que el Madrid está tan aportuguesado. Quiera dios, quieran los astros que no.

5. Manuel Canabal Fiestra (1997-1998). “Demasiado alto para jugar al fútbol”, me dijo de él un amigo. “Demasiado malo para jugar en el Madrid”, le respondí yo. Medía 1,95. No marcaba goles. Era Canabal. Sobran las palabras.

6. Federico Magallanes (1998-1999). Alguien en Bérgamo todavía se estará riendo al recordar cómo lograron endilgarnos a este hombre. Era uruguayo. Delantero. El problemilla es que no metía goles. Ninguno. Lo único bueno que puede decirse de él es que el Madrid se dio cuenta rápido. Se lo largó al Racing de Santander, donde no se ha perdonado la ofensa. Allí se dieron cuenta también de que este hombre ignoraba los más elementales rudimentos del balompié, y Magallanes pasó al Sevilla. Debía de tener sin duda un buen agente. El Sevilla no tardó en descubrir la estafa, pero ya era tarde. Nadie más volvió a picar. Magallanes se quedó en el limbo, entrenando con el Albacete B, hasta que en 2005 lo fichó el Eibar. Ese año bajaron a Segunda B y Magallanes huyó a Francia, al Dijon. Creo que consiguió culminar su carrera sin anotar un solo gol.

7. Perica Ognjenović (1999-2001). Cuando los madridistas escuchamos que un jugador es “el nuevo” tal o cual, temblamos con razón. A este pájaro se lo trajo Lorenzo Sanz con la promesa de que era “el nuevo Mijatovic”, lo cual consiguió insultar a la vez al madridismo, a la razón y a Mijatovic. Es verdad que Perica jugó poco, por lo es poco el daño que pudo hacer. Pero el poco que pudo hacer, lo hizo. Qué malo era. Había entre él y Dragan Ciric, su émulo paquete en el Barcelona, una especie de rivalidad en la paquetez. No sé quién era más malo, porque eran espejo el uno del otro. Quizás fueran la misma persona. Yo jamás los vi juntos. De Ciric sé que se retiró en 2005, tras arrastrase un par de años en el Partizán. Ognjenović, misteriosamente, sigue jugando, al parecer en su serbia natal. Nunca supe, ni quiero saber, por qué en su país lo apodan “El Átomo”. Nunca supe, ni quiero saber, por qué el Madrid reincidió tras el caso Petkovic.

8. Francisco Pavón Barahona (2001-2006). Pésimo central, si asomo de velocidad, fuerza, fiereza o toque, sin salida ni pase largo, no digamos ya nada sobre su llegada a la portería contraria, que jamás se conoció. Imponía en los rivales el mismo respeto que un bebé, daba a sus compañeros la misma confianza que un prestamista enmascarado. Su fortuna consistió en entrar a formar parte de una divisa del primer florentinato, aquella de Zidanes y Pavones, que venía a significar una combinación de superestrellas y canteranos como cóctel del modelo del Madrid. Quizás por no tener que cambiar la fórmula y dejarla en Zidanes y Portillos, Florentino lo mantuvo un lustro en el Madrid, periodo en el que pisoteó sin descanso el prestigio del club en todo el mundo. No sé cómo lograron endilgárselo al Zaragoza, bendito fuera el comercial que lo hizo. Allí duró tres años de total inanidad. Por supuesto el Zaragoza bajó a Segunda División. De Zaragoza se marchó a Francia, lo cual por poco nos cuesta un lío diplomático. En el Arles Avignon se reencuentra con otro ilustre canterano madridista, Álvaro Mejía, lo cual me lleva a preguntarme si la luminaria que ficha para ese club no será un infiltrado de su peor rival. Es un misterio cómo Pavón logró convertirse en futbolista profesional. Diré que creo sinceramente que juega peor que yo. Lo alucinante es que, de forma totalmente accidental y sólo por su condición de madridista, el tipo es campeón de la Copa de Europa, la Intercontinental, la Liga, la Supercopa... Tiene un palmarés de aúpa. Sospecho que al hombre le pesa incluso en la conciencia. Hace poco leí que, cerrada ya su carrera por derribo, había renunciado a cobrar el paro. Se siente en deuda, y con razón.

9. Fernando Rubén Gago (2007-2011). El nuevo Redondo, decían de él. Luego comprobamos con espanto que era como comparar a Michael Jordan con Webster. No llegaba ni a ser sombra de Cambiasso, por seguir entre argentinos. Almeida a su lado era un Balón de Oro. Gago, un recuperador de balones que se limitaba a perderlos, un organizador del juego huérfano de criterio y visión, aficionado a equivocarse en las zonas más peligrosas del campo, favoreciendo contragolpes letales. Las razones de su fichaje son un misterio, como lo son las de su permanencia en el club durante cuatro largas y desesperantes temporadas. El Valencia ha tardado menos en darse cuenta de su paquetez. Todavía no ha terminado de decorar su piso allí y ya lo han cedido a Vélez, de cuyos aficionados no puedo menos que compadecerme.

10. Ricardo Izecson dos Santos Leite 'Kaká' (2009-actualidad). La peor plaga que ha asolado jamás al madridismo. Una ofensa, un escarnio permanente. Si los aficionados al Madrid diéramos verdaderamente rienda suelta a nuestra inquina contra este futbolista, la primavera árabe que tumbó a Gadafi, Mubarak y compañía se quedaría en una amable batucada en comparación con las salvajes hordas que asaltarían el Bernabéu para lincharlo. Lo peor no es haberlo fichado, ¡¡es no poder venderlo!! ¿Cuántos años lleva este tío en el Madrid ya?, ¿veinte? O lo consiguen echar o lo van a tener que hacer capitán. Pensar que con su sueldo prácticamente podría erradicarse el hambre en el mundo no ayuda a aumentar mi simpatía hacia él, como tampoco que sea un destacado puntal de una peligrosa secta. Como futbolista es horrendo. Su primer problema es que no sabe controlar el balón. Desde que viste de blanco no se ha dado un autopase en condiciones. Tiene aproximadamente la misma velocidad que un niño de seis años, y el golpeo de balón de una señora de edad. Si marca algún gol, cosa absolutamente infrecuente, es cuando el Madrid va ya, al menos, cuatro goles arriba. No le pega bien en las faltas, no sabe sacar córners, carece de pillería e ingenio, no va bien por alto, apenas roba balones, imprime cero carácter. En cuanto a su velocidad y destreza, Kaká tendría dificultades para regatear a un sofá. Es irritante sólo verlo calentar en la banda, con su pelo tan limpio y su aire de niño bien. Y lo peor: sonríe mucho.

* La ingente cantidad de paquetes que han ofendido o aún ofenden al madridismo (y al buen juicio) me obliga a reservarme la opción de una segunda entrega de esta dolorosa serie, o incluso una tercera. Sólo incluyo aquí paquetes llegados al Madrid desde que uno es aficionado al fútbol, circunstancia que se remonta a las volteretas de Hugo Sánchez, no antes.

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