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Ocho apellidos cordobeses

Alfonso Alba

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Antes de nada, el título de esta columna lo he robado dos veces. Una a la película más taquillera de la historia de España y otra a una de las mejores columnas que he leído en mucho tiempo, escrita este domingo en El País por Concha Caballero.

Una amiga siempre ha defendido la atracción entre el Norte y el Sur, entre Andalucía y Euskadi, entre Córdoba y Donosti. Esa atracción (en mi caso siempre para bien o para muy bien) tuvo su eclosión durante la locura de la carrera por la Capitalidad Cultural Europea de 2016, que al final se acabó llevando San Sebastián. Creo que no ofendo a nadie afirmando tajantemente que el proyecto que presentó Donosti ante ese extraño jurado de la Capitalidad era soberbio. Su puesta en escena, también, algo más que eso. Mientras que Córdoba pobló su presentación de políticos y hasta buscó cuotas para quedar bien con aquello de la tolerancia y el respeto a las culturas, Donosti se llevó un banco de la playa de la Concha a Madrid.

De todos aquellos días locos, seguro que si cierran los ojos recuerdan nítidamente una escena: el presidente del jurado bailando el Soy Cordobés en el barrio de San Basilio. Digamos que a nosotros nos pasaba lo que ahora le está ocurriendo a los donostiarras. Cuando nos quedábamos sin ideas, tirábamos de orgullo patrio, de cantar el himno de la ciudad, de Julio Romero de Torres, la mujer cordobesa y todas nuestras tradiciones. Eran, pizca más o menos, nuestros ocho apellidos cordobeses. Craso error.

Ahora, en Donosti, cuando todo está fallando viene a pasar un poco lo mismo. Desde luego, sabemos que si hay algo que caracteriza a Bildu es que son más vascos que nadie. Por eso, pocos dudaron de que con un gobierno abertxale aquellas modernidades tan europeas con las que Donosti se presentó al jurado del 2016 iban a ir quedando poco a poco atrás y los versolaris y la txalaparta ganarían presencia.

A veces pienso que en esa atracción Norte-Sur que tanto le gusta a mi amiga nos hemos transmutado y que en Donosti, antaño cuna del bueno gobierno y ejemplo de cómo se gestiona una ciudad, les está pasando como casi siempre ha ocurrido en Córdoba: que todo se les ha ido de las manos, que no hay plan y que se gobierna a golpe de improvisación y titular de prensa. Es decir, que impera el caos.

Por eso, dudo mucho que nosotros lo hubiésemos hecho peor, por muchos apellidos cordobeses que le hubiésemos puesto al 2016. Córdoba será cultura o no será. ¿Lo recuerdan?

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