Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
Los oculistas de Blas Infante: ensayo sobre la miopía
El 11 de agosto de hace casi noventa años Angustias se dirige a ver a su marido, le lleva algo de comida y ropa limpia, como viene haciendo desde hace una semana que se lo han llevado preso a la cárcel improvisada del cine Jáuregui, en Sevilla. A su llegada, uno de los carceleros le mira con desdén. Le gruñe los buenos días con fastidio, abre el cerrojo y le entrega un hatillo con una pluma, un reloj y un par de gafas. No intercambian ni media palabra. Ambos saben que no hay mucho que decir. Angustias recoge el hatillo y se va a casa, tiene un marido muerto y cuatro chiquillos que sacar adelante. Y un estigma y una pena que no la abandonarán en vida.
Un joven deambula por la Avenida de Cádiz, en Córdoba, una noche de primavera de 2024. Al llegar frente a un busto en bronce reluciente de alguien que no conoce, se cuelga de las gafas y se las arranca. Le hace gracia, le echa una foto y se la manda a un colega. Después tira los trozos de metal a un descampado y sigue su camino. Casi nadie se percata durante meses de la fechoría.
En la primera escena, las gafas y la idea sobrevivieron al hombre. En la segunda no queda ni hombre, ni gafas ni idea. Tan sólo un nombre difuso y un trozo de bronce inerte mirando el tráfico girar sobre sí mismo como peonzas.
Poco importa si la dolencia que motivaba a Blas Infante a llevar gafas era la miopía, el astigmatismo o la hipermetropía, si veía bien de lejos y no de cerca o a la inversa. Lo que está claro es que su mirada de campo largo hundía sus raíces en los albores de la historia de Andalucía; analizaba y esculpía con precisión de cirujano la realidad con la que convivió; y con sus lentes telescópicas pronosticó con detalle los designios de un sistema social y una tierra, la suya, la humana, que se han ido desplegando en las décadas posteriores.
Porque, en efecto, más que unas gafas, Infante usaba lentes bifocales, que le servían a la par de microscopio y como catalejo, con las que ejercía su condición de estadista y vigía del ideal andaluz. Una facultad que le permitió servir de faro hacia el pasado y el futuro, y anclarlos a la realidad de una Andalucía en la que convivió, en el contexto de un mundo siempre en guerra o a punto de. Como un Jano bifronte que se apoyó 51 años en el quicio de la historia hasta que un día lo descerrajaron a tiros. Apenas cinco décadas que le alcanzaron para pulir y ordenar lo que hasta entonces se había contado y modelar, con gran acierto, lo que se contaba y contaría desde entonces.
Por su lucidez y clarividencia, además de por su compromiso sin fisuras, ni entonces ni ahora su figura fue ni ha sido cómoda para el establishment que lo ninguneó en vida, cuando no lo despreció o lo ridiculizó. Y, llegado el caso, lo detuvo ilegalmente; lo asesinó de madrugada; y cuatro años más tarde, lo condenó a muerte. Cronológica, ética y jurídicamente impecable.
Ese mismo poder que transcurridos 43 años, en 1983, lo designa Padre de la Patria Andaluza. Con la desidia de un Parlamento que aquella tarde estaba echando la siesta (sólo 58 de 109 parlamentarios estaban presentes en el momento de votar la moción). Incluso con el sarcasmo y la abstención de alguna opción política que tachaba de “ditirambo” la propuesta, según consta en el diario de sesiones. Justo la misma opción política que 40 años más tarde, en 2023, se envuelve en su figura y en su bandera y le erige un busto en una rotonda: Blandiblú Infante en manos de los oftalmólogos de la historia que han graduado el alcance de su visión en función de las necesidades de la época.
Y es que el disparo que lo anonimizó para siempre en Pico Reja salió, metafóricamente, por la culata. Porque el resplandor de aquella madrugada no ha dejado de encandilar hasta obligar al mismo poder que lo defenestró a cambiar de estrategia: Si no puedes con el enemigo, ni aun matándolo, pues entonces únete a él y ponle una calle o un busto en una rotonda. La graduación visual perfecta. El ditirambo mayúsculo para opacar la luz infantiana es la de rescatar su carcasa y dejar sus ideas a la altura de sus huesos. De ahí que no extrañe que todo el espectro político hoy reivindique su figura, pero que no se hable de su mensaje. Es la misma estrategia que se sigue en Semana Santa con la estampa de Jesús: Adorar nítidamente la imagen mientras se diluye el mensaje. Folclorismo que celebrar con pipas.
Por coherencia y lealtad, actitudes que esculpió en la conciencia de Andalucía, Ayuntamientos y Junta deberían ser portadores de la llama infantiana y no dejar que se consuma en el institucionalismo vacuo de los homenajes con sonrisas lisonjeras y canapés de oprobio intelectual.
La universalidad de Infante se podría resumir en el hecho de que hablaba cinco idiomas, entre ellos el esperanto. Por eso su nacionalismo era humano. Y probablemente la palabra que mejor representa el pensamiento infantiano es “luz”. “Los hombres y mujeres de luz” es una abstracción tan excepcional y tan transversal que eriza y reconforta al mismo tiempo. Una luz que Infante arrojó sobre unos siglos que se habían oscurecido como la linterna pertinaz que seguía encendida sobre la nieve, aunque nadie le abriera la puerta.
Los oculistas de Blas Infante se suceden a lo largo del último siglo. Desde el verdugo que salvó sus anteojos al asesinarlo hasta este otro oculista anónimo, quizá sin mala intención, que ha escrito el último capítulo de unas gafas a través de las cuales tanto hemos aprendido a ver.
Verás como un Al Gafequi colectivo algún día nos cure de esta presbicia. O cuando ya no quede más que la ceguera. Verás tú. Verás.
Sobre este blog
Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
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