Escuela de calor
Si algo llama la atención de este verano del 2018 es que no se oyen conversaciones sobre “la calor”. Incluso el tema ha girado al fresquito, y al “en mi casa yo paso hasta frío”.
Nos han abandonado los clásicos memes sobre termómetros a 50 grados en la Cruz Roja o de autobuses ardiendo (renovación de flota de Aucorsa mediante, todo sea dicho). No leemos noticias de losas del puente romano que estallan, ni hacemos chistes creativos de huevos fritos sobre nuestro granito rosa local.
Sin embargo, a pesar de este verano-pausa-regalo, que nos parece increíble pero es parte de la irregularidad de nuestro clima, las series estadísticas de los últimos años y la tendencia a largo plazo, además de la dinámica general de la atmósfera, nos indican que el cambio climático avanza y que somos frontera del mismo. El hecho de no sufrir temporalmente nuestro verano terrible en su expresión más dura, no nos puede hacer olvidar que es un proceso que amenaza a nuestra particularmente a la sostenibilidad de la vida urbana en unos márgenes aceptables de bienestar, a nuestro entorno y que debemos prepararnos y adaptarnos a lo que viene.
En ese sentido es de sentido común pedirle a quienes redactan sus programas políticos para años venideros que incluyan en sus líneas de trabajo y gobierno dos líneas fundamentales: lucha contra sus causas ( las ciudades ocupan el 2% de la superficie pero son responsables de hasta el 80 % del efecto invernadero) y la adaptación y resiliencia de la ciudad y sus habitantes. Hace unos años los investigadores Figueroa Clemente y Suárez Inclán coordinaron un magnífico trabajo para la ciudad de Sevilla proponiendo 707 medidas para luchar (y adaptarse) contra el cambio climático en temas como planificación, transporte, barrios, sistema verde urbano, agua, energía, economía, o salud, entre otros. Poner en marcha un área transversal de transición ecológica de la ciudad, en la línea del nuevo ministerio del mismo nombre, podría ser muy transformador y pondría a la ciudad en vanguardia en muchos sentidos.
Es más, sería interesante ir más allá y hacer del cambio climático una oportunidad en terrenos de investigación sobre el agua, cultivos resistentes y adaptación o sobre la misma temperatura, que la ciudad podría potenciar desde algunas empresas publicas en colaboración con universidades, instituciones y empresas siendo sede de algún centro de investigación en estas materias. A nadie le extrañaría que nuestra ciudad albergara una escuela de calor.
https://youtu.be/LyCQvyrZzW0
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