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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

La Mutualidad de la Abogacía es cosa de hombres

Asamblea de la Mutualidad.

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Si es de los que considera que hombres y mujeres somos iguales, usted vive en un mundo irreal.

La Mutualidad de la Abogacía fue creada en 1948 para cubrir las necesidades de previsión social de los abogados. Cuando me colegié era obligatoria y no teníamos ni sanidad. Tuve mi primer hijo hace 30 años, pagando el parto de mi bolsillo y programando la fecha para agosto a fin de poder descansar y disfrutar de mi niño unos días. El handicap para una mujer no era ya ejercer la abogacía. Era hacerlo y además traer niños al mundo sin ayuda y pagando nosotras hasta el gotero. Mi mutualidad no me pagó ni un duro y yo me quedé tan fresca. Bastante tenía con sobrevivir a otras discriminaciones de la época. 

Cuando parí la segunda vez, ya en este siglo, me fallaron los cálculos, así que nació en febrero. La mutualidad se estiró -creo- y me dio un regalito, pero yo tuve que volver a pagarme todo y para no “perder” mas dinero, me puse la toga a los seis días de parir, con varios puntos en mis partes íntimas. 

El problema es que han pasado los años y muy poco ha cambiado. La Mutualidad sigue siendo una entidad absolutamente masculinizada, con una junta de gobierno con mayoría de hombres, eso sí con jugosas retribuciones y dietas, y una cuota femenina residual que no nos representa a las mutualistas, ahora casi mayoría. Todos adocenados ante un sistema anacrónico, teóricamente alternativo al sistema público pero que en realidad para nosotras no lo es.

Sigue sin existir prestación por descanso o permiso por nacimiento y cuidado de menores. Y me dirán, bueno ahora podéis parir en la Seguridad Social -solo desde 2012-. Sí, pero seguimos haciéndolo a pelo. Bueno no, con una cantidad risible por incapacidad temporal, como si esto de parir fuera una enfermedad. Como una apendicitis. Te quitan la tripa, unos días de baja y a seguir pidiendo justicia para otros. 

Lo indignante es, por ejemplo, que la Mutualidad perdió 54 millones de euros en acciones del Banco Popular y nadie pestañeó. Los iluminados dirigentes poco antes de que el Santander pagara un euro por el Popular habían pasado de invertir una copla a invertir esa millonada. El Presidente, Sr. Sanz Fernández-Lomana, por cierto abogado del Popular, dijo: “Estamos tranquilos…disponemos de unas plusvalías de 1.300 millones de euros”. Chin pum. Desde entonces no recuerdo haber recibido como mutualista afectada información sobre qué acciones judiciales se han emprendido por tan feo asunto. Pero es que en 2021 he sabido por Expansión que Hacienda para colmo nos ha reclamado 14 millones por la inversión fallida del Popular. Más chin pum. 

Recientemente he interpuesto una demanda contra la Mutualidad en nombre de una joven abogada que, pobrecita, al colegiarse optó con espíritu corporativo por ella frente al sistema público. Después de un año de peregrinaje médico, un día le diagnostican que el hormigueo que tenía en un brazo era producto de un tumor intramedular. Operación de urgencia, enorme gravedad y secuelas de por vida. Y cuando va y solicita al menos los 30 € diarios de baja, la Mutualidad le dice que se peine. Que cuando dos años antes se había dado de alta ellos consideran que debió decir en la encuesta telefónica que le hicieron que ya tenía el hormigueo en el brazo. Como lo oyen.

Lastima que los volatilizados 54 millones no hayan ido a pagar maternidades. Indignación por esos tres mil euros denegados por un tumor cuando valen más las botellas de vino que algunos se beben en una sola comida. 

“Soberano es cosa de hombres”. Como la Mutualidad. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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