Manos derechas y “agradaores” de la política

Estoy, como supongo todos ustedes, desolada con esa sensación de que la corrupción se ha extendido en este país como una enorme mancha de aceite. Así que decidí, para compararnos, consultar si esa corrupción se mide y cómo.

Topé con TRANSPARENCY INTERNATIONAL, una organización no gubernamental a escala mundial dedicada a prevenir y combatir la corrupción, congregando sociedad civil, sector privado y los gobiernos en una amplia coalición global. La puntuación de España en el Índice de Percepción de la Corrupción del 2024 ha bajado diez puestos en el ranking global. Una caída de cuatro puntos en comparación con el año anterior. Desolada me he quedado y no quiero ni imaginar lo que bajaremos en el 2025.

Las causas que señalan para esta caída están claras: falta de transparencia en la utilización de fondos públicos; aplicación deficiente de políticas anticorrupción (“… gobiernos que han debilitado o politizado los mecanismos de lucha contra la corrupción, afectando el estado de derecho…” ¿les suena? )) y un agujero enorme en la contratación pública debido a las lagunas de la legislación que permiten lo que estamos viendo.

Dicho esto, me niego a creer - porque además no es así - que la corrupción sea generalizada. No es justa esa sensación que nos han provocado los gravísimos hechos de esta semana. La triste realidad es que la corrupción está muy centralizada en la política y esta vez dentro de la “élite” de esa política, entendida como sinónimo de quienes mandan y gobiernan. La peligrosa percepción ciudadana de que España es corrupta es injusta para la propia España y todos nosotros.

La inmensa mayoría pagamos nuestros impuestos, cumplimos las normas y no delinquimos. Y si hablamos de la función pública, la inmensa mayoría de los funcionarios hace su trabajo con interés y mucha decencia. Desde los médicos hasta lo policías, los guardias civiles, los jueces, los fiscales y cada funcionario que tramita un expediente en ayuntamientos, comunidades, o servicios públicos de empleo, seguridad social, hacienda etc. No solo no son corruptos, sino que en ocasiones hacen su trabajo luchando contra la política.

Es la política y los políticos lo que hieren de muerte nuestra transparencia y credibilidad como país. Y no solo los políticos, sino todo ese universo de cargos designados a dedo en todas las administraciones. Toda esa pléyade de “manos derechas” que tanto usan los políticos. Los asesores y “agradaores” a sueldo - a costa de mis impuestos - que manejan el cotarro.

Si en cualquier administración hay funcionarios, con una preparación que han demostrado en unas oposiciones y conocen mejor que nadie los procedimientos y la materia de que se trate… ¿por qué el político al llegar al cargo necesita nombrar - y que todos lo paguemos - a uno “de los suyos” para hacer lo que debería hacer el funcionario?

Esto ha provocado al mismo tiempo una desmotivación clara de los funcionarios que tantas veces se sienten ninguneados por los políticos y hasta maltratados. Por ejemplo, el alcalde de turno que pone a sus infumables “asesores” a manejar lo que es competencia del funcionario. De ahí a trincar, va un paso. O, a lo mejor ¿los podrán por eso? Separar la carrera política y la administrativa, como en los países nórdicos, es fundamental.

En fin, muchas son las cosas a erradicar que, además, están muy claras... Pero ¿saben qué? Ningún partido quiere. Ningún político se atreve. Y si no, que tire la primera piedra el que no esté rodeado de “manos derechas” … si yo pudiera ese sería mi primer Decreto.