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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

De los jaramagos y los incendiarios

Hierbas en la Plaza del Potro

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Jaramago ¡Me gusta la palabra! A poco que se estudia su etimología sabemos que viene del árabe, del término “ sarmaq” (“armuelle”), nombre de una planta silvestre. Al árabe llegó del persa antiguo y a nosotros del árabe andalusí.  

En ese recorrido hay razones diversas por las que el término hoy por hoy engloba muchas plantas silvestres. En fin, que el catálogo de los jaramagos es muy amplio. Hubo un tiempo en que algunas de las plantas que se identificaban como jaramagos eran, además de silvestres, comestibles, pero de muy poco valor nutritivo, de ahí que en épocas de auténtica hambruna la gente comiera jaramagos, aunque fuera para calmar “el rugir de las tripas”. Tal vez por eso el uso coloquial del término hoy tiene un sentido claramente peyorativo.

El jaramago silvestre por excelencia son esas flores de color amarillo intenso que en primavera inundan los campos abandonados y las cunetas de las carreteras, aunque llamemos jaramago a cualquier planta que sale donde no debe, no sirve para nada y además molesta. ¡Uy eso me recuerda a algunos! 

La semana pasada les decía en este blog que en nuestras calles falta limpieza y fue entonces cuando un amigo me dijo “… y sobran muchos jaramagos” Desde que me lo dijo no he parado de comprobarlo. Córdoba está llena de jaramagos que aparecen en tejados, quicios, entre las juntas de los adoquines y hasta en los monumentos más emblemáticos. El Triunfo de San Rafael de la Plaza del Potro tenía el otro día la base repleta. Por donde vayas, te salen al encuentro. No sirven, no adornan y para colmo denotan cierto abandono. 

También están los “jaramagos unidos” que como denso matorral pueblan las rotondas, los solares y las parcelas sin edificar. El domingo pasado ardió un solar de más de 16000 metros en pleno casco urbano de la zona del camping. Estaba repleto de jaramagos más secos que un ripio. Años lleva dando tumbos ese solar sin encontrar su destino y en un estado deplorable. Menos mal que es propiedad municipal, porque si hubiera sido privado menuda multa le cae al dueño por provocar tamaña situación de peligro en mitad de tanta vivienda.

No puedo terminar sin citar a los incendiarios. Se me hace difícil no ofender a sus pobres madres. Nunca entenderé que puede pasar por la mente de alguien para provocar intencionalmente un incendio. No mucho mejores son los que los provocan por negligencia inexcusable ¿a quién se le ocurre tirar una colilla por la ventanilla del coche en la sierra de Córdoba? 

En fin, que en la vida hay muchos otros jaramagos. Personas, actitudes, costumbres, frases, comentarios, que son auténticos jaramagos. No sirven, no adornan, no aportan nada y, encima, suelen ser insalubres, nocivos y hasta peligrosos.

¡Córdoba está llena de jaramagos!

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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