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Macdonalización

Carlos Puentes

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Macdonalización, lo decía el otro día Fernando Castro, filósofo y crítico de arte, en un artículo de opinión no publicado en Diario Sur de Málaga, y que quien quiera puede consultar tranquilamente en su perfil de Facebook. Al crítico se le pedía crítica, a cuenta de la fastuosa inauguración del nuevo contenedor cultural que la vecina Málaga ha añadido recientemente al larguísimo inventario de contenedores culturales que anda acrisolando a ritmo de fast-food. El crítico criticó, husmeando más que superficialmente en lo que a todas luces responde a un proceso de banalización de la cultura para la digestión poliinsaturada del turismo de masas. La crítica no gustó, y como dictan los manuales de la cortesía fue mandada a la mierda con toda la ternura que el protocolo permite.

Málaga, o su centro más bien, ha sufrido una de las transformaciones más asombrosas que la Península Ibérica pueda recordar desde los fastos del 92. La sobreabundancia de museos de dudosa necesidad, han redefinido el paisaje urbano malagueño, en un más que digno ejemplo de transformación del espacio urbano que otrora fuese degradado. La mutación tiene en tres elementos las claves de todo el proceso. La primera, la ya mencionada del cultivo hidropónico de museos, contenedores varios y reconversión industrial al estilo bilbaíno. La segunda, un descarado proceso de gentrificación en buena parte del centro urbano de Málaga, reconvirtiendo espacios degradados en excelentes nichos para la imposición de un supuesto modelo urbano de vanguardia, que tiene en los cafés de marca un Caballo de Troya para expulsar al residente de toda la vida y sustituirlo por otro de perfil marcadamente snob y a ser posible podrido en pasta. Y la tercera, la construcción de un reciente muelle en el puerto con capacidad para albergar al mismo tiempo hasta 5 cruceros de alta capacidad, con salida directa al mismo centro malagueño.

El combo es perfecto en cuanto que tiene en estos últimos, visitadores compulsivos de ciudades de las que se tiende a carecer de interés, una perfecta masa social para hacer de la ciudad otra sucursal más del turismo de masas. Si Fernando Castro se refiriese a la macdonalización cultural, en su conjunto podríamos estar hablando de la macdonalización urbana, ciudades reconvertidas en pequeñas franquicias de un modelo único, extraordinariamente rentable, de las tendencias urbanas dibujadas a golpe de talonario.

En ese mapa de pequeños macdonalds urbanos, anda desde hace tiempo queriendo aparecer nuestra pequeña capital de provincias, con cada una de las inconexas ocurrencias municipales que vistas en conjunto tienen mucho sentido. El deseo no es nuevo, y ya desde tiempo de Doñarrosajoaquina hasta se llenó el Puente Romano de vecinos con camisetas azules pidiendo al unísono la aparición estelar en dicho mapa. Por aquel entonces, cuando los sueños del 2016, sólo unos pocos insorribles de la ciudad intuían el pedazo de flamenquín cordobés que nos íbamos a comer ante la vaciedad de un programa cultural sustentado en elementos diferenciadores y ladrillos de marca.

La no-construcción del Palacio del Sur aún habiéndose desembolsado 9 millones de € y la ampliación del no-Aeropuerto con más de 70 millones en expropiaciones son las señales más evidentes de lo que en tiempos de IU se fomentó sin que aún nadie haya pisado el trullo o ni tan siquiera haya pedido disculpas. Pero el cambio de gobierno de 2011, lejos de detener el proceso de macdonalización, lo acelera con muy diversas iniciativas que ahora, cuatro años después, se descubre como parte de un todo con unas intenciones más que claras. La crisis ha sido compañera de viaje en esta primera legislatura de Nieto, pero los episódicos espasmos electoralistas con que ha ido sorprendiendo a la parroquia cordobesa, cobran sentido llegando el último mayo cordobés de la Corporación Municipal que saliese en 2011.

Los anuncios inconexos de reconversiones innecesarias de la mano de Mercasa, son a todas luces el particular Caballo de Troya de la gentrificación popular. La machacona cantinela que ha acompañado las notas de prensa escritas en Capitulares, tienen como denominador común la proliferación de un tipo de mercado ligado a un elevado poder adquisitivo. Curioso que en tiempos de necesidad, lo que más haya obtenido fomento sea el pan de los ricos. Junto a esta querencia por la gastronomía pija, el calendario se ha ido llenando de citas inexcusables dentro y fuera de nuestras fronteras. Junto a respetables y consolidados festivales, como el de la Guitarra o Cosmopoética, fluyen con igual alegría acontecimientos menores pero de igual o mayor repercusión, dígase magnas cofrades o flamenquines gigantes.

Pero si hay una que recoja todo el espíritu de la macdonalización urbana, esa es la Fiesta de los Patios. El efecto ya venía buscándose tiempo atrás, pero es con la actual corporación con la que se consigue el reconocimiento de la Unesco, que da pistoletazo de salida a la imagen que más se ha buscado repetir en los telediarios de medio mundo, la masificación de la fiesta, como tan certeramente retratase ayer Ángel Ramírez en su Caraba.

Dos patas para un banco que aún queda cojo a la espera de una plataforma adecuada que deje la manada turística en cómodas dosis transportables, en paquetes promocionales de todo incluido y con buenos accesos hasta San Basilio. Un crucero en la Albolafia que ponga con todas las de la ley a la ciudad en la red de Mac Donald's turística donde tanto tiempo lleva soñando estar.

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