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Cuarentena

Carlos Puentes

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Estos días de revuelo escolar, en que algunos finados periodísticos claman al cielo al ver que una institución estrictamente aconfesional como la Consejería de Educación, establece los sensatos límites legales con los que el representante del Obispado de Córdoba, puede introducir su báculo en las escuelas públicas, viene a mi mente el lejano recuerdo de aquellos miércoles de ceniza en los que un tipo con cara de cura, se dejaba caer por uno de los colegios públicos de esta ciudad, a enmarranar con la ceniza de vaya usted a saber el qué, las cabelleras de quienes a la tierna edad de entre 7 y 13 años, entendíamos la existencia de un ser trinitario, no se sabe si antropomorfo o no, creador de todas las cosas y juez implacable de todos nuestros actos, como innegable por estricto imperativo social.

La cuestión, tan generalmente normalizada como hecho cultural, choca contra las más elementales conductas en el desarrollo de la persona. La imposición cultural del hecho religioso en lugares de desarrollo cognitivo como son las escuelas, debiera ser un debate hace tiempo superado, pero como quiera que la historia anda obcecada en rememorar lo peor de nosotros mismos, seguimos padeciendo el esperpento del fomento de la superchería desde el lugar más sensible posible, el atril de un aula.

Resulta sorprendente que una sociedad que encumbra y persigue el acomodamiento como fin en sí mismo, tenga por símbolo e icono de la ética a un señor que murió torturado en una cruz, un ejemplo bastante exacto de la admirable laxitud que parece dominar la fe religiosa. En esa línea, el de hoy es un día especial para muchos, no tanto como inicio de purga espiritual, sino como cuenta atrás de una fiesta más. No conozco a nadie que estos días sacrifique la carne salvo que sea vegano convencido, aunque haberlos, quienes secuestren el deseo de la carne por motivos estrictamente religiosos, los habrá.

Tiene lógica que la cuarentena espiritual vaya yendo a menos en cuanto que, si hacemos caso a Marvin Harris, debiera tener un origen calamitoso que hizo necesario un control en la ingesta de proteínas, cuyo canal principal de comunicación, a falta de un Ministerio de Sanidad, recayese en las únicas emisoras locales con frecuencia controlada, las iglesias. Superada la falta de información, el creyente, sabedor del innecesario cumplimiento del ayuno carnal, deriva su sacrificio hasta el único resquicio religiosamente legal que deja el mandato divino, el del arrepentimiento.  Así y sólo así puede entenderse que aún cuando no existe la sensación de vivir una auténtica cuaresma que mueva a toda una sociedad como sucede en el Islam, cada Domingo de Ramos comience la fiesta con mayor número de participantes activos y pasivos que puedan contarse al sur de Despañaperros.

Si bien ni carnicerías ni charcuterías de la ciudad notarán bajón de ventas alguno, lo que sí comienza ya es la cuarentena primaveral. Cinco semanas que separarán dos paisajes diferentes, el mustio, tercamente oscuro del invierno que ya muere, y el vivo y reluciente de una primavera que ya empieza a intuirse en las yemas de los árboles, en los capullos del azahar y en el vuelo de las aves. Tal vez lo que comience a partir del domingo sea un adelanto, un alegre adiós al abrigo y a los guantes, un comienzo de cuaresma de lo más primaveral.

Nuestro aún débil amigo el azoriano, quiere asomar el morro con toda su alegría de cara a la próxima semana. La tendencia que se puede observar es la de tiempo estable y temperaturas al alza, que aceleren un poco el ritmo del cambio estacional, que llenen las calles de gente y los parques de corredores urbanos, una puesta de sol cada vez más tardía que nos llevará, a partir del próximo lunes, a una cuaresma bastante viciosa de llevar.

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