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La mierda del río

Víctor Molino

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El fuego ha avivado la polémica del río. Ha tenido que ser una hoguera la que ha encendido de nuevo otro de los eternos debates cordobeses, el de la limpieza del Guadalquivir a su paso por la capital cordobesa.

Lo ocurrido, un penoso acontecimiento que incomoda a los acostumbrados a cruzar por el puente de El Arenal, denota una dejadez siempre reprochable. A ojos vista del forastero, el suceso echa leña a la hoguera de las calamidades evitables.

Es evidente que el fuego surgido en la base de uno de los pilares de la citada pasarela, a todos los indicios provocado por la mano del hombre, ha quemado algo más que el mero material de un enlace entre orillas.

De un lado, ha puesto en evidencia una carencia vergonzante que rebosa asco sólo con pensar un poco en ella. Dicha privación hace alusión a la higiene de uno de los mejores patrimonios de la ciudad.

La limpieza del río Guadalquivir no puede quedar supeditada a que ocurran incidentes irreparables. El aseo del torrente cordobés no tendría ni que ponerse en duda; que se plantee de quién es la obligación de su acicalado es una falta de respeto a los ciudadanos.

Cabe reseñar que ninguna ciudad del globo terráqueo tiene la suerte de lucir un meandro tan bello como el cordobés. Cabe advertir que descuidar su saneamiento es tan absurdo como maquillar a una escultura de mármol.

De otro lado, emplear las brasas generadas para tostar un debate versado entre quién ejerce o no la responsabilidad del limpiado, cansa. Cansa mucho. La ciudadanía no merece eternos rifirrafes que impiden operar sobre lo que está estipulado.

Los impuestos de quienes contribuyen con su ciudad, con su provincia, con su comunidad o con su Estado obligan a que los responsables ejerzan su responsabilidad. No cabe debate alguno.

Si el que es responsable de ejercer dicha obligación entiende que no le compete, que lo denuncie ante un tribunal, no ante la opinión pública. De no ser así, el presunto responsable no estará desempeñando el cometido para el que se destinan los fondos que sufragan los ciudadanos.

El río Guadalquivir a su paso por Córdoba lleva mierda. En ocasiones, arrastra mucha mierda. Duele decirlo, máxime, cuando el escritor, que cada día cruza las dos orillas por diferentes puentes, es un amante de la ciudad. Pero la evidencia no se puede tapar. Una lástima.

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