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Jurado y veredicto

Víctor Molino

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Bretón otra vez, sí. Pero va a ser la última. Tras varios meses de investigación y proceso judicial, el caso llega a su fin. El último capítulo de la película, si se permite la expresión, depende de lo que considere un jurado popular.

El veredicto, que a las hora en las que se escribe este texto aún se desconoce, parece más que evidente, pero en el fondo, no todo el mundo tiene claro lo que puede ocurrir. Porque un jurado popular no es un juez mismamente. Es decir, no tiene capacidad de determinación penal.

Un jurado es un tribunal de justicia penal compuesto de una parte técnica, el juez en sí, y de una parte lega, el jurado, que no conoce el mundo de las leyes de manera técnica. Dicho jurado, como se ha apuntado, no decide cuál es la pena del acusado, sino que se pronuncia sobre la culpabilidad o no del mismo.

Sobre esto cabe un debate de largo recorrido. Porque el hecho de que un veredicto dependa en gran medida de un grupo de personas a las que, presuntamente, se les selecciona por varios motivos y con acuerdo de las partes, no asegura en su integridad un trato plenamente justo.

La figura de jurado puede plantear ciertas dudas. En primer lugar, sobre el propio sistema judicial. Que todo dependa, en gran medida, de personas ajenas a la Justicia, puede llegar a denotar una incapacidad del propio sistema.

Asimismo, la circunstancia que con asiduidad se da con una de las partes, habitualmente la parte acusada, que intenta evitar un procedimiento con un jurado popular puro, decanta la balanza de un lado más que de otro a simple vista.

Dicho de esta manera, a efectos sociales y para profanos, que un veredicto o decisión penal dependa de esta figura, casi fija un proceso marcado por una conclusión final más que predecible.

En el caso que trata, el asunto Bretón, todo el mundo deduce la máximas penas para un acusado sentenciado mediáticamente desde el inicio del procedimiento. Pocos son los que dudan de la autoría (presunta) del individuo, pero también hay quienes consideran que no se ha podido demostrar en todo este tiempo dicha autoría por los hechos por los que se le imputaba.

José Bretón ha estado y estará condenado de por vida. El juicio contra él, pese a que concluya con un veredicto entendido como justo, no entiende de ganadores ni perdedores. Porque tras todo un proceso, no se ha podido concretar  de manera fehaciente qué ocurrió con Ruth y José.  Y lo que es peor, Ruth Ortiz, jamás recuperará a sus dos grandes amores.

Con jurado con sin él, con un veredicto u otro, el jucio siempre pareció estar abocado a una setencia contundente. Entonces, ¿sirve para algo el jurado? ¿sirve para algo tanta espera? Realmente, en este caso, se podría decir que no. Es más, incluso ralentiza el último lance.

La contaminación que ha sufrido el caso nunca ha asegurado un juicio de equilibrios. La defensa, siempre contra las cuerdas, apenas ha contado con apoyos. La acusación, por motivos obvios, siempre ha tenido el respaldo popular. No era para menos, después de los hechos. El juicio, a expensas del veredicto, pide a voces un final contundente. Ya queda menos para ello. Es el último eslabón de la cadena.

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