¿Inglés o ingles?
Vaya por delante que uno no es bilingüe, pese a que ahora esté de moda. Vaya por delante que uno no pretende que nadie lo sea, pese a que esté de moda. Y vaya por detrás que este artículo no es para criticar a una alcaldesa en concreto, pese a que también sea una tendencia.
El asunto da pena. Mucha pena. Lo de la señora Botella y su enganche con el idioma británico no es culpa suya. Mejor dicho, no es culpa únicamente suya. Es culpa de algunos más y de factores ya demasiado perdurables. Al menos así lo ve este humilde unilingüe.
El presunto ridículo de la mujer de Aznar responde a un denominador común. Un factor este que actúa como pandemia para con los hombres y las mujeres de su generación. Muestra con evidencia el nivel adquisitivo de idiomas que aprendieron las gentes coetáneas a la mencionada.
A su vez, también es una pifia descomunal de la propia representante pública, que se prestó a sabiendas de su “level” para hacer lo que hizo. Ende, también es una metedura de pata de quien programa una intervención tan comentada como innecesaria. Error múltiple por tanto que, en cambio, achanta en parte la desilusión por la no concesión de un imposible, por lo que tiene hasta un lado bueno…
La equivocación, que tampoco es para tanto si se compara con las intervenciones de líderes mundiales cuando intentan hablar el español raso o el español sudamericano, se está utilizando como parodia en el planeta internauta. Y la verdad, es que hace tanta gracia como daño.
Daño al país, por airear sin mesura un contenido ridículo sobre la esposa de un ex máximo dirigente gubernamental. Daño a la propia señora “Bottle”, que ha visto cómo su imagen ha dado la vuelta al “world” por una tontería. Y daño al sistema de aprendizaje o política de idiomas de España.
Toca reflexionar sobre lo ocurrido y aprender. Está bien reírse de un asunto, pero hágase algo de autocrítica. En este país, a fecha de hoy, para dominar una lengua extranjera hay que gastarse los cuartos. La enseñanza pública apenas da para una insignificante conversación con un forastero.
La culpa no es de los docentes, que ya previamente se han gastado su ahorros para ejercer como tales, es del método. Que nadie dude de que este es tan malo como bueno es para parodiar el discurso de la susodicha. Al fin y al cabo, en este “country” nuestro, no se instruye inglés, se enseña ingles, ¿o no?
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