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Hermano Manolo

Víctor Molino

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Ha sido una de las causas más desagradables de los últimos años. Nadie podía creerlo. Los que conocían al Hermano Manolo no se atrevían ni a pensar que este hombre hubiera podido hacer daño a quienes él mismo definía como “mis niños”. Pero ocurrió lo impredecible.

El Hermano Manolo, Manuel Ortiz Ceballo, extremeño nacido el 7 de octubre de 1961, pasó de ser una persona buena a ser un imputado en un caso que salió a la luz a partir de un escrito anónimo.

Por un documento procedencia no conocida se abrió una causa donde el Ministerio Fiscal le llegó a creer como presunto autor de un delito de maltrato habitual, nueve delitos de maltrato no habitual, dos delitos continuados de abusos sexuales, y un delito de abuso sexual.

Después de tres años de procedimiento, la jueza que ha llevado el proceso ha absuelto al Hermano Manolo de cada uno de los cargos que se le asignaban por lo que así se reconoce que este señor no ha hecho nada de lo que se le imputaba. O mejor dicho, es de nuevo un hombre inocente porque no se ha podido demostrar lo contrario.

Dicho procedimiento abre la puerta a dos planteamientos que merecen al menos, minutos de reflexión. Uno de ellos alude al dolor. El Hermano Manolo ha padecido durante todo este tiempo el peso de la opinión pública. Cabe pensarse que es incuestionable lo que ha debido de sufrir este señor después de ser nombrado como presunto autor, ahora completo inocente.

El intervalo entre lo uno y lo otro sale demasiado caro. ¿Quién devuelve ese tiempo? ¿Cómo deshacer la cantidad de juicios paralelos hechos desde cualquier ámbito social simplemente por la imputación de un individuo?

De otro lado, el otro planteamiento atañe a la credibilidad que se le debe conceder a una denuncia anónima ¿Qué motiva al autor o autora del mismo para escribir sin identificarse? ¿Por qué confiar en un anónimo? ¿Qué se esconde detrás de ello? Demasiadas preguntas, demasiados supuestos.

Pero hay más. ¿Queda en entredicho el Ministerio Fiscal tras la sentencia? Recuérdese que llegó a pedirse una pena que sumaba un total de veinte años de prisión para este señor, algo que al final se redujo a dieciséis. ¿Ha obrado como merece la Fiscalía?

Ante esta última retahíla de cuestiones, se entiende que la Fiscalía ha obrado con la pertinencia que conceden sus competencias. Siendo así, todo el mundo tranquilo. Aunque el caso, por el desarrollo del mismo, deja entrever cuestiones que podrían tenerse en cuenta para el futuro.

Una de ellas, lo ya apuntado, el escrito anónimo y su credibilidad. El conocido como “Caso de la Cruz Blanca”, promete futuros capítulos. Da la sensación de que no va a concluir con esta sentencia. Porque ahora hay que depurar responsabilidades.

Ahora comienza un proceso paralelo en el que se augura una nueva investigación que esclarezca qué intereses generaron la elaboración de un anónimo que narraba lo que ahora no se ha podido demostrar.

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