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Víctor Molino

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De un tiempo a esta parte hay individuos que critican sin dar la cara. El que así escribe siente la imperiosa necesidad de dar una opinión en un medio de difusión con más o menos audiencia a sabiendas de que su idea será publica de manera inmediata.

Parece que es la moda de esta época en la que las nuevas tecnologías permiten dar voz a todo el mundo. La crítica es ahora más gratuita que nunca (la buena y la mala). Pero, ¿quién se hace responsable de las consecuencias que eso puede acarrear?

Los comentarios están a la orden del día en cualquier medio de cariz on-line. Las webs, con un afán imperioso de ser plurales, dejan la puerta abierta para que el/la que quiera deje un texto original, curioso, constructivo, destructivo o creativo, entre otras calificaciones.

Es la mejor forma de saber qué tipo de lectores tienen, qué tipo de usuarios forman parte de sus seguidores. Es el mejor método para conocer a sus clientes y las inquietudes que estos regentan. Las redes sociales, de su lado, hacen de ello uno de sus leitmotiv.

Todo forma parte de una interactuación que va implícita en la esencia de la gran araña mundial que es Internet. Es tan bueno como malo. Que cualquier persona pueda entrar en una temática y opinar es fantástico. Pero también tiene sus contras.

Porque dicha condición también lleva implícita una consecuencia. El mal por el mal. No es lo que abunda, pero existen usuarios que, simplemente, ejercen su derecho de opinión con fines más que reprochables a todos los efectos.

Uno de los perfiles básicos, perfectamente identificables a través de IP y localizado por la autoridad competente una vez dada cuenta de la misma, responde al típico usuario rebotado por algún motivo con el emisor o el hecho noticioso.

Este receptor de ideas y emisor de cuestionables preceptos, que adquiere talante negativo en sus aseveraciones, se identifica con sus argumentos en lo que la Red marca como un spam. Sin darse cuenta, se autoetiqueta en una futurible lista de amenaza para la Red.

Y eso tiene conexiones causa-efecto a medio y largo plazo. Dichos usuarios forman parte de una supuesta alineación negra identificada que engrosa una guía que los autoexcluye para continuar ejerciendo su libre de derecho de opinar.

La repercusión de un comentario del tipo spam se transmuta. No queda en el olvido. En el futuro, dichos argumentarios también formarán parte de su historial individual. Tal es así, que se sumarán a la biografía y Time Line de su pervivencia en el imperio de las tres uvesdobles.

Gracias a ellos, a los comentarios, se puede concluir sobre quién opina sobre qué temas y cómo emplea unos u otros razonamientos. Benditos comentarios que facilitáis vuestro perfil sea o no identificable por nombre o localización. Bendita sea la Red, que concede rastrear.

Querido spam, sin ánimo de embrollo, sé cauto, pero no dejes de escribir. Localizado, estás; difiere con lo que te parezca, pero manten la prudencia, la cautela, el respeto.

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