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Entre la evidencia y la percepción
Tras la lectura de su comunicado del día 18-03-21, acudió a mi memoria el día en que, tras sufrir una intervención quirúrgica, la visión de mi herida causo tal malestar a mi hijo, que propuso denunciar a quienes habían perpetrado tamaña fechoría. Procedía explicarle pacientemente que el penoso proceso que comenzaba era fruto del conocimiento científico contrastado y del estudio y esfuerzo de profesionales que dedicaban su vida a mejorar nuestra salud. Primero la herida, luego la cicatriz y la rehabilitación eran consecuencias no deseadas pero consustanciales a un proceso establecido por el conocimiento adquirido y la evidencia de la ciencia médica.
Las masas forestales del monte público Los Villares Bajos -incluyendo el aludido sendero botánico- son precisamente fruto de reiterados tratamientos selvícolas desde su repoblación parcial a partir de 1966, planificados y realizados por profesionales que dedican su vida a mejorar nuestro patrimonio natural. La herida tornará rápidamente en cicatriz y en formaciones vegetales más vigorosas y resilientes, consiguiendo así los principales objetivos de la ciencia selvícola: la persistencia y la maximización de servicios ecológicos, sociales y económicos del monte.
El comunicado ha supuesto una pérdida de calidad de su discurso y un deterioro del papel que la sociedad le otorga como asociación ambientalista
Diferenciar entre hecho y conocimiento, entre percepción y evidencia, resulta arduo al observar desde nuestros principios, valores e ideas apriorísticas. El recorrido por su comunicado de denuncia ofrece claros ejemplos de percepciones que, sin dudar de su buena intención, carecen del más mínimo rigor: “severa y enérgica actuación”, “absolutamente inexplicable”, “actuación forestal tan innecesaria como incongruente”, por citar algunos. Todos ellos mientras se apela a los sentimientos de protección de la naturaleza que todos poseemos: “alarma y preocupación de numerosos usuarios”, “… pérdida de calidad… deterioro del paisaje”, etc.
Lamentablemente, el comunicado ha supuesto una pérdida de calidad de su discurso y un deterioro del papel que la sociedad le otorga como asociación ambientalista, al culpabilizar en base a la percepción precisamente a aquellos que más se esfuerzan en la conservación del bien supuestamente dañado.
Parece que cuesta entender que el avance de nuestra sociedad y la sostenibilidad de nuestros ecosistemas se construye a base de conocimiento y evidencia. Generar alarma y controversia apelando al instinto conducirá, en el mejor de los casos, a la indiferencia social; en el peor, al abandono de la gestión forestal y sus adversas consecuencias en nuestros ecosistemas mediterráneos.
Los cordobeses necesitamos asociaciones ambientalistas responsables, que focalicen sus denuncias en las prácticas intensivas y contaminantes. Su declaración sitúa a su organización en la percepción, el alarmismo y, en definitiva, en la posverdad, que por desgracia debería ser más propia de otros tiempos y de otro tipo de sociedades.
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