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Un año en política: el cauce que Córdoba merece
Hace un año recibí una llamada que cambió el rumbo de mi vida. La decisión de dedicarme a la política institucional como concejal llegó como el cauce del Guadalquivir a Córdoba: inevitable y llena de incertidumbre, pero también cargada de esperanza. Desde ese instante, entendí que representar a tu ciudad y trabajar por ella es una de las tareas más hermosas y complejas que se pueden asumir. Córdoba, como el Guadalquivir, se vertebra en torno a su río: un eje de vida y unión que, si fluye con fuerza, nutre cada rincón de la ciudad, ya sea en la ribera norte o en la sur.
Sin embargo, lo que he vivido este año en la política municipal se asemeja más a un cauce estancado que a un río vivo. En lugar de fluir con energía, nuestras instituciones parecen haber perdido el contacto con la realidad de Córdoba. No podemos permitir que el Guadalquivir político de nuestra ciudad se convierta en un río represado, donde solo prosperan intereses partidistas y las aguas limpias, esas que deberían llegar a los barrios más necesitados, quedan atrapadas en un sistema que no avanza.
El Guadalquivir es un símbolo de fuerza, de vida y de conexión. Su vegetación y su fauna nos recuerdan el equilibrio que se puede alcanzar cuando respetamos y cuidamos lo que nos rodea. Pero un río solo se mantiene vivo si lo cuidamos, y la política no es diferente. Córdoba necesita una política que nutra a toda la ciudad, que no divida sino una, que llegue a todas las orillas. Es fundamental que, desde quienes creemos en la política como servicio público, sigamos construyendo propuestas que pongan en el centro a las personas y que recuperen el sentido humano y transformador de nuestras instituciones.
Lamentablemente, lo que hemos visto este año ha sido más parecido a un dique que a un cauce abierto. Padres y madres preocupados por la educación de sus hijos fueron desalojados del salón de plenos como si sus demandas fueran un estorbo. Vecinos y vecinas que reclamaban soluciones básicas vieron cómo el máximo representante de la ciudad prefería salir corriendo, dejando un vacío simbólico y literal. Mientras tanto, barrios enteros siguen esperando que el progreso llegue hasta ellos.
Los jóvenes de Córdoba, con sueños de un futuro mejor, se ven arrastrados por la corriente de la precariedad, sin oportunidades reales. Familias que buscan un hogar se enfrentan a un mercado inmobiliario inaccesible, mientras nuestras políticas de vivienda giran en círculos, sin ofrecer soluciones efectivas. Las zonas verdes, que deberían ser pulmones vitales para una Córdoba más habitable, se han reducido a meras promesas incumplidas. Y la participación ciudadana, que debería ser el motor que impulse la transformación de nuestra ciudad, sigue relegada a un papel secundario, sin los recursos ni el reconocimiento que merece.
No estoy exento de autocrítica. Reconozco que, en ocasiones, desde nuestra propia orilla también contribuimos a que el cauce de la política se perdiera. Quizá, sin darnos cuenta, nos alejamos de la esencia: servir a las personas con empatía y humanidad. Pero creo firmemente que es tiempo de cambiar el rumbo. Córdoba necesita una política que no solo prometa, sino que actúe. Una política que camine junto a su gente, que se detenga a escuchar, que se remangue para ensuciarse los zapatos en los charcos de los barrios y mojarse las manos cuando sea necesario.
Córdoba merece un modelo de ciudad participativa, igualitaria y verde. Merece que el río de la política vuelva a fluir con fuerza, nutriendo a todos por igual, sin importar en qué orilla vivan. No podemos seguir permitiendo que la política se quede atrapada en el fango de la discordia y el estancamiento.
Hoy, un año después de haber tomado aquella decisión, me pregunto y os pregunto: ¿permitiremos que Córdoba siga atrapada en un cauce sucio y detenido, o lucharemos juntos y juntas por un río que fluya con limpieza, justicia y humanidad? Porque al igual que el Guadalquivir, nuestra ciudad necesita recuperar su cauce natural: un cauce que vertebre, nutra y haga crecer a todos sus habitantes, sin dejar a nadie atrás.
*José Carlos Ruiz, concejal de Hacemos Córdoba
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