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1111. Alhaken 1+1

Estatua de Alhakén II inaugurada en el 1000 aniversario de su fallecimiento

Julio Díaz Sánchez

14 de febrero de 2025 20:05 h

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La evolución de las especies permitió que las aletas de los peces se transformaran en las patas que calzan los patos o las ranas. Posteriormente, al hacernos terrestres, fueron desapareciendo las membranas interdigitales y emergieron 5 dedos en cada mano y en cada pie. Lo que sumado por pares, daba la cifra base para el sistema métrico decimal, que hegemoniza la totalidad de las operaciones y mediciones que realizamos en la actualidad. Salvo las horas, minutos y segundos, que se basan en el sistema sexagesimal. Y poco más.

Pero no siempre fue así. Por ejemplo, hubo momentos del pasado en que se usó el sistema de base ocho, u octal. Este método era común en culturas donde las transacciones se hacían con seda u otros materiales formados por hebras que se contaban y organizaban en los huecos de los dedos. Los romanos ni eso: palitos, uves, equis, eles, ces, emes se apelotonaban por delante y por detrás, creando una fama de complicadas a las matemáticas que aún hoy perdura.

Así que es la anatomía la base última de buena parte de la manera de contar, medir y comerciar. Si tuviéramos los dedos que tiene un avestruz, un caballo o Lisa Simpson, con total seguridad contaríamos de otra manera. Y una década no sería una década ni los niños de San Ildefonso cantarían aquello de “miiiiiiiiil euros”.

Gracias a la implantación del sistema decimal hemos ido otorgando una cierta importancia a cifras redondas que tienen una fuerte carga psicológica y emocional, o puramente simbólica.

Estas cifras producen en nuestro cerebro un efecto placebo que nos induce a pensar que pagar 9,95 € por un detergente nos trae más a cuenta que uno de 10 €. Aunque el segundo tenga más cantidad que el primero. Y es un impacto ambivalente, porque, por el contrario, ganar 2000 € es muchísimo más que ganar 1998 € (benditos seáis, en ambos casos). Los ceros al final de las cifras tienen efecto de té o de rooibos antes de dormir: pueden alterar el ánimo o relajar la musculatura.

Con respecto a las fechas, las cifras exactas transmiten un sentimiento de cierre, de compleción, de logro colectivo que nos regocija y nos conecta a una memoria común, al pasado, la comunidad o la familia. Lo que permite una orgía colectiva de dopamina, serotonina y endorfina, mediante la segregación de manera individual en nuestro cerebro. Es una manera de poner orden al caos del universo, de la naturaleza y a la inexorable huida hacia adelante del tiempo. Como intentar agarrar entre la mano un haz de luz en medio de la noche oscura. Un jolgorio comunitario formado por el sumatorio de millones de neurotransmisores en actividad en cada cerebro individual. Esto tiene su punto, afianza la pertenencia a una colectividad y legitima los sistemas políticos, familiares o conyugales. Relaja, reconforta. Da placer psicológico.

Este 2025, por ejemplo, nuestro cerebro colectivo se complace al pensar en el 50 aniversario de la muerte de Franco. Los 1000 años del asesinato de Mohamed III, efímero califa y padre de Wallada. O el 1700 cumpleaños del Concilio de Nicea, con el imponente Osio cortando el bacalao de la historia. Fechas que ayudan a reforzar la identidad nacional de una manera particular, puesto que lo que a la vez sirve de pegamento, también dividen. Lo que no se puede desunir es lo que nos habrá de separar, que cantaba Nacho Vegas. Por el contrario, ya no nos parece tan sugerente Julio Romero de Torres, a 151 años de su nacimiento. Aunque puestos a elegir, pueda tener más encanto 151 que 150.

Aparte de la relajación mental, el 50 o el 100 se asemejan a periodos clave de la vida humana, como el ecuador o el fin de ciclo. O de siglo. Secular, mundano. De ahí que celebremos las bodas de oro en el amor conyugal o los 100 años del nacimiento de Paul Newman. O que si cumples 24 o 47 apenas te regalen una bufanda, pero si cumples 30, 50 o 60 años probablemente te monten una fiesta perol en la plaza de las Cañas. O en el cumpleañódromo oficial de tu barrio.

Con todo, existen opciones para escabullirse de la tiranía del sistema métrico decimal. Por ejemplo hay parejas que festejan lugares en vez de aniversarios. O que tiran de matemáticas más creativas para celebrar números primos, capicúas u otros.

Como, por ejemplo, la divertida coincidencia de que este fin de semana se cumpla el 1110 aniversario, 1 mes y 1 día del nacimiento de nuestro Alhakén Segundo. O Alakén dos, como le llamamos los cordobesistas al instituto que lleva su nombre allá por los arrabales de poniente.

Tardará mucho en nacer, si es que nace, un andaluz califa, con exquisita sensibilidad estética, bibliófilo, cordobés, sietemesino y con todo el amor al arte.

Cabe recordar que la Qurtuba que legó Alhaken II se extendía hacia el oeste en una superficie que superaba las dimensiones de la Córdoba actual. Una conurbación de varios núcleos poblacionales (con sus mezquitas, sus baños, etc.) que conformaba la metrópolis más grande de Europa Occidental. Que hubiera absorbido a Medina Azahara en su expansión hacia el “algarve”, de no haber colapsado el sistema político que la alumbró. De todo esto dan buena fe los hallazgos arqueológicos que se sucedieron de manera ininterrumpida en la construcción de la Ronda de Poniente: Túnel de los Omeyas, de la Almunia, de Turruñuelos… De ahí sus nombres.

Pero aún hay más en este juego de contorsión matemático. Merece la pena que planchemos nuestros esmóquines, corbatas, sotanas, chilabas o trajes de marinero con bermudas. Porque en 2026 se cumplirán 1111 años de su nacimiento y 1050 de su fallecimiento. De un Califa que hace un milenio irradiaba más modernez y tolerancia que buena parte de los personajes que pueblan periódicos y telediarios en la actualidad, en pleno s. XXI. Refinado, ambiguo, abierto, poliédrico, culto e inteligente.

Vistan como vistan, vayan preparando sus mejores galas porque entrambas efemérides se contentará a decimales, raritos, “Alumbrados, dexados y perfectos”, usando el anacronismo del edicto que cumple 500 años. Promulgado por el director de la Santa Inquisición, Alonso Manriquez -hermano de Jorge, el de las “Coplas a la Muerte de su Padre”-, y pertinaz ideólogo durante su obispado en Córdoba de la construcción de la catedral que se injertó en la obra de Alhakén. En el corazón del edificio al que se unió para la posteridad. Completando el oxímoron de su nombre compuesto: Mezquita-Catedral. Epítome y obra cumbre del arte cordobés y cordobesista, dos maneras de indigenismo que en ocasiones también pueden funcionar como oxímoron.

1111 no es un número primo (todos los números de cifras pares idénticas son divisibles por 11). Pero es capicúa y no puede tener más flow. Me comprometo a escribir para la punzante efeméride un artículo a la altura de la fecha, del personaje y de su talla histórica. No como este.

Y es que puestos a dedicar de manera mojigata un día al amor, que mejor que celebrarlo en torno a la figura de un personaje único, que amó libre y propició las condiciones bajo las que se escribieron algunos de los mejores textos de amor de la historia. Ahí mismo, junto al río.

Happy birthday, Alhakén two. 1110 años no son nada, love

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