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El “Ingenio” perdido: Necesitamos otro satélite

Antonio Monterroso

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Desde donde más ojos miran, en estos trágicos días, es desde las estrellas. Si tienen ustedes un rato que perder, y buscan cualquier aplicación sobre posicionamiento de satélites en tiempo real, creerán haberse saltado las normas de distanciamiento del coronavirus. Los satélites no las guardan. Desde las redes de telecomunicación al espionaje, todo se cuece ahí arriba. Son esos puntitos que van por el cielo de noche y, de pronto, sorpresa, desaparecen.

En esa conquista de nuestras vidas desde donde menos vemos, hace tiempo que los países europeos, algunos, pusieron en órbita sus propios satélites, además de las acciones conjuntas del programa europeo en sí. Alemania, Francia e Italia hace tiempo que tiene en órbita constelaciones radar y constelaciones con sensores que trabajan en el espectro invisible para nosotros y en el visible: nuestro RGB de la tele o el móvil y sus miles de derivados. Los colores fundamentales vaya. Para el resto de canales, como el térmico, los únicos ojos válidos son los sensores.

Los italianos incluso, causaron sorpresa de los norteamericanos cuando estos se dieron cuenta del potentísimo satélite, CosmoSkyMed, que los itálicos habían sido capaces de desarrollar. Poco menos que tuvieron que compartirlo. Ese es el satélite que ve los puntitos blancos que son las embarcaciones de inmigrantes moviéndose por el Mediterráneo. Son los satélites radar. Trabajan de día, de noche, llueva, truene, pase lo que pase. Son capaces de ver a través de todo. Lógicamente son primordiales para la defensa y el espionaje. Los italianos dan para fines civiles 1m/pixel de resolución. El satélite llega por debajo de los confesables 0.50m/pixel que se dicen. Su coche, señora, puede verse en cualquier condición, a casi 700km de distancia.

España tiene un “bicho” de esos. El Satélite Paz, que se puso en órbita en 2017. Se llama Paz aunque sea un dispositivo eminentemente militar. Los buenos militares tratan de no hacer la guerra previendo y vigilando. Ese satélite radar permite muchas más cosas: humedades, suelos, desplazamientos, ocupaciones del terreno y, si, arqueología. De hecho, hay varios compañeros que ya han accedido a estos datos y están trabajando en la prospección arqueológica desde este recurso. Nosotros, cuando tengamos un rato, probaremos, como ya lo hicimos con el satélite radar italiano en Mellaria, allá en Fuente Obejuna, hace unos años: pudimos ver los condicionantes húmedos del suelo de la ciudad romana y recuperar caminos históricos que habían sido arados.

Esperábamos los arqueólogos (el de “hidráulica”, que me dicen por aquí los amigos en la Facultad de Filosofía) el complemento, el hermano imprescindible, el que lleva los colores de la vida, el “Ingenio”. Sin embargo, el caballeroso dios de las adversidades se lo llevó, no sabemos donde, hace unos días. De todas las desgracias que puede tener este país, que miren que tiene bastantes con moños, coletas y todas las corbatas, esta era una de las que el destino no debía habernos quitado: cultivos, clima, contaminación, pobreza, urbanismo, movilidad, recursos hídricos, edafología, cartografía y, sí, Arqueología. ¡La de yacimientos que hubiéramos descubierto si hubiera llegado el Ingenio a ponerse en su órbita a 690km!!! Qué pena. Cuatro imágenes completas de España al año. Ahora tenemos una cada dos años y no siempre, para la arqueología, en la estación climática más favorable para ver cosas.  No sé por qué a los aviones del PNOA les da casi siempre por pasar por Córdoba en verano…cuando los romanos están en Fongirola y no se ven sus asentamientos.

Necesitamos otro Ingenio. Todas las ciencias necesitamos ese satélite. Ya íbamos tarde en sensores pasivos y más aún ahora. Tenemos, afortunadamente el RADAR: Marruecos ya no podrá “invadir” el Perejil y no importará que Francia no quiera darnos las imágenes, como la otra vez. Ya los pillamos. Pero hay que ponerles cara a las cosas, el color, la fuente de la vida de todas las vidas que permite un satélite óptico. De todas las mejoras de nuestra vida y de las de los más amenazados: eso permite este ingenio.

Este país nuestro siempre fue milagro de ingenios y comunicaciones. Quizás sea el país que mayor, o de los que más, ha hecho por la cartografía histórica del mundo. Cuando cortábamos cabezas como caníbales conquistadores sanguinarios de la peor especie, nada comparable al respeto y educación de británicos y otros europeos, por ejemplo, también nos daba a los españoles, entre tapa y tapa, por hacer mapas de la tierra. Por ejemplo en unos tiempos, allá a mediados del. s. XVIII, años del comercio antillano, donde la navegación internacional entre el Atlántico y el Mediterráneo adoptaba el Meridiano de Cádiz, situado en el Campo del Sur, previamente al uso universal y consensuado del de Greenwich: y tantas otras cosas.

Ingenio científico español, tráenos pronto otro “ingenio” ahora que, por fin, estamos de nuevo en la carrera.

A los derrotistas, no: el cohete no era español, era francés, el Arianne. Nosotros sólo íbamos de pasajeros guardando la debida distancia social en armoniosa conversación con otro pasajero galo.

@AntMonterrosoCh

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