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Cuando Capitulares era el Mundus

Antonio Monterroso

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Hubo un tiempo en el que Corduba fue ciudad. Y hubo otro posterior en el que su historia la hizo símbolo: Colonia Patricia. Y todo ello porque los romanos eran gente de ritos, de tradiciones, de inmanencias. Creyentes en que la mejor fortaleza era su unidad pública como sociedad. Valerio Máximo decía que somos nosotros los que hemos generado los verdaderos dioses, los Césares, después de aquéllos otros que nos vinieron dados por tradición. Allá por su tiempo (mediados de s. I. d. C), efectivamente, ya los emperadores habían ensombrecido con sus estatuas de culto a las de los antiguos dioses de la República. El Olimpo ahora realmente eran los Foros Imperiales de Roma, sedes sobre todo de triunfo y administración. La creencia ya no era el cielo, sino el territorio. Y por ello Roma fue, sobre todo, diosa de las Tierras y de las Gentes.

CordubaColonia Patricia

Roma, decía Horacio, existirá mientras al Capitolio ascienda el pontífice acompañado de la silenciosa vestal. Roma existirá, decía Virgilio, mientras la casa de Eneas habite la inamovible roca del Capitolio. Roma sólo existirá, decía Ovidio, si se haya sólo en este campo que los dioses han elegido para su grandeza. Sin lugar a dudas el pacto más importante a no violar eran los límites urbanos de Roma. Su sitio. Porque no había otro sitio. Ese era el único sitio consensuado. Esos límites se ceñían por el pomerium. Una línea, una frontera, marcada por cipos, que delimitaba hasta dónde los dioses reconocían y protegían esa ciudad. Esos límites eran inviolables y sagrados. Ni los dioses extranjeros podían traspasarlos. Domiciano una vez los violó, destruyendo una colina sagrada, y allá que tuvo que ir Trajano después a levantar una columna, la Columna Trajana, de igual altura que el monte sagrado destruido. Columna Trajana, piaculum o exvoto monumental, que restauraba la paz con el cielo justo en el antiguo y sagrado límite.

pomeriumpiaculum

Cuando Claudio y Vespasiano ampliaron los límites del imperio, con Augusto también aunque no tenemos la certeza, se amplió por dos veces ese perímetro sagrado convenido entre Rómulo y Júpiter. Dos ampliaciones que simbolizaban el acogimiento de esos nuevos pueblos del imperio ahora engrandecidos, tutelados y asimilados por la Diosa y Madre de todas las Gentes.
Los simulacros de la Majestad de Roma, las colonias de provincias, a veces, jugaban un papel similar en estos símbolos del multiculturalismo romano. Entre esos simulacros majestuosos, Córdoba tenía sin duda una relevancia singular. Primero porque en el teatro romano se conserva el único programa iconográfico de todo el mundo occidental que efigia todas las naciones y gentes del imperio. Existen en Roma, Afrodisias, Córdoba y nada más.  Ese era el mundo, un centro y dos polos. El más occidental, yace bajo el Museo Arqueológico, aquí sí, aquí en la Plaza de Jerónimo Páez.
Sin embargo, era la Calle Capitulares la que confirió a Córdoba su mayor dimensión multicultural, cívica y política, por siempre. Extremo del mundo de Roma en el Museo, Córdoba era el centro de su mundo terreno en Capitulares. Allí existieron un día las casas de las familias más nobles de la Córdoba de Claudio Marcelo. Y, precisamente allí, un día esas casas se destruyeron, se abatieron, para dejar paso al recinto donde se concitaban, una vez al año, todas las gentes y ciudades de la Bética presididas por el flamen o sacerdote provincial que tenía, como el Gobernador de la Provincia, su sede en Córdoba. Todas las gentes de la Bética romana venían a Córdoba a rendir consenso a Roma mediante ella. Desde allí giraba el mundo. Desde ese preciso sitio.

flamen

Allí se levantó un templo que, como la Columna Trajana, violaba el perímetro sagrado de la ciudad fundada por Marco Claudio Marcelo dos siglos antes. Pero esta vez con sentido distinto. Córdoba ya era mucho más que una ciudad. Un nuevo dios, el emperador divinizado, expiaba directamente tan pensada violación con su estatua de culto ocupando ahora el lugar. Córdoba, como extensión política de Roma, mediante el consenso de ese dios, acogía en su seno de esta manera, con un templo edificado justo en el límite sagrado entre ella y el territorio, a todos esos pueblos y ciudades de la Andalucía romana que desde el año 74 d. C. (año del Edicto de Latinidad de Vespasiano) pasaron a tener derecho jurídico de romanos. Esas gentes, antes de menor rango, que pasaban a elevar su estatus social y formar parte de una dimensión ciertamente superior. Iponoba, Ategua, Solia, Regina y mi querida Mellaria, entre otras, se embellecieron, construyeron nuevos edificios para la nueva ley y la nueva dignidad; pasaron, desde ese momento, a poder venir a Córdoba una vez al año a la asamblea provincial de ciudades. Junto con las nobles de siempre, Gades, Hispalis, Italica, Urso, Malaca, Anticaria, Astigi, Carmo….que llegaban a Colonia Patricia, señora y magna. Córdoba como símbolo en ese preciso lugar.
Allí en Capitulares se celebraban sacrificios a Roma y al consenso universal garantizado por los dioses. Allí todas las ciudades renovaban fidelidad. Allí las clases dirigentes de la Bética reverberaban pactos de interés con el aparato imperial. Allí la sociedad se volvía a compactar. La política no era capaz de abrir fisuras. Todos tenían claro como funcionar. Carreras de carros en el frontero Circo de Orive acompañaban la jornada. Como luchas en el anfiteatro y representaciones en el teatro. Minas en la sierra y feraces tierras de la campiña, barcazas por el Baetis, comercio, actividad, cultura y prosperidad en un tiempo que, de verdad, no es tan lejano.

Baetis,

Otras ciudades tienen sus ayuntamientos en antiguas casas consistoriales de herencia ilustrada, barroca, renacentista o incluso medieval. Córdoba las tiene en el vientre de una diosa, Roma, que no tiene rival ni tiempo mayores. Un sitio, una suerte de mundus, que desde Capitulares conectaba las fuerzas del inframundo y el cielo a través de los dioses dados por la tierra; los Césares romanos del templo que, desde Colonia Patricia, consolidaban por estos lares su prioridad.

mundus,Colonia Patricia,

Buenos augurios para los nuevos clarísimos munícipes de Capitulares en los próximos cuatro años.... ya hay que tener valor para tener el despacho justo al lado del rayo de Júpiter.
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