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Una tarde en la sauna

Juan José Fernández Palomo

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Estoy en la sauna del gimnasio socialdemócrata al que suelo ir tres o cuatro tardes por semana, si mi agenda me lo permite. La decoración es, evidentemente, socialdemócrata, si así se puede llamar a una sobria manera de decorar interiores: líneas rectas, cristaleras opacas hacia el interior y transparentes hacia el exterior, ambiente relajado, perfume neutro… en fin.

Tras una sobria y sencilla sesión tonificante de musculación con máquinas (la maquinaria lo hace todo, la verdad) y una simulación de trote suave en cinta escuchando música new age llega el turno de pasar a la sauna de vapor. Suele decirse que los socialdemócratas, al igual que la mafia rusa, hablan de negocios, y cierran tratos, charlando semidesnudos en la sauna. No es mi caso; porque seré socialdemócrata pero también soy un “tieso”, y nunca hablo de negocios. Hablo de cosas banales.

Creo que la socialdemocracia es a la política lo que el sintoísmo a la religión: le cabe todo.

En la sauna, una vez más, coincido con Juan Luis Cebrián, habitual del gimnasio. Los dos estamos relajados y vestidos solamente con una toalla blanca de rizo americano suave que cubre nuestros bajos como si fuese un paño de pudor. Sudamos y nos tonificamos.

¿Qué tal, Juanlu?, le pregunto. Bien, me dice, pensando en mis cosas; contesta. Me gusta estar aquí, dice; me relajo. No meto el Smartphone en la sauna porque se le empaña la pantalla; así que es el mejor momento del día. Entiendo; le digo.

Por romper un poco los silencios, me da por hacerle una reflexión a Juanlu: Oye; sabes que el otro día, cuando conocíamos que volvíamos a tener elecciones, justo ese día, se hizo la primera “levantá” de la temporada en la almadraba de Barbate. Se pescaron 22 atunes de unos 200 kilos de media por pieza. Vaya; dijo él sin mucho afán. Pues sí; respondí. Y ahora vendrán las “levantás” de Tarifa, Conil, y Chiclana. De oeste a este, como toda la vida.

Tras unos minutos de pausa valorativa, Juan Luis Cebrián me preguntó: Y qué es una “levantá”, por cierto. Giré la cabeza, lo miré, y le dije: pues, más o menos, lo que tú estás haciendo. So pendejo. Bueno, esto último lo pensé, pero no se lo dije porque soy socialdemócratamente educado. Me levanté y me fui. Y allí lo dejé. Relajado.

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