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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Las ratas

Una rata

Juan José Fernández Palomo

9 de noviembre de 2024 20:06 h

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La rata es un mamífero roedor del género rattus, con muchas variedades conocidas. Vive siempre, o casi siempre, cerca de los seres humanos. Pero eso no es culpa del hombre, sino de la propia condición de la rata, que se adapta muy bien a cualquier asentamiento.

En este momento diríamos que la rata es un animal cosmopolita, tan urbano como periurbano. Si no está aquí, lo va a estar.

España es un país de ratas.

Pero, tranquilos, es que España es un trozo de un mundo repleto de ratas.

De hecho, las ratas siempre han viajado en los paquebotes del uno al otro confín. Las hemos llevado en bodegas y cubiertas de un lado a otro del Globo terráqueo desde hace centurias. Siempre fueron y son las primeras en abandonar el barco. Gran capacidad de adaptación.

“El ratero” es un personaje protagonista de Las ratas, la novela de Miguel Delibes ¿se puede, acaso, ser más español y escritor que Delibes?

Pues eso.

Hemos usado la rata como alimento de subsistencia o casi como plato principal. Hemos usado a la rata como símbolo del asco, la miseria física y la miseria moral. La hemos usado en textos, en canciones, en reproches… rata de dos patas, que cantaba Paquita la del Barrio. La rata también como símbolo de empoderamiento (o como se diga esto de la manera más optimista posible).

Yo una vez asesiné a una rata. Solo a una. Lo hice con un tomate partido y una cucharada de cianuro. Lo prometo. Me explicó el proceso un señor mayor mientras me tomaba con él un vino en una taberna. Es más, me facilitó el cianuro y me dijo lo del tomate: “olvídate del queso de los tebeos y los dibujos animados, la rata va al tomate”.

La rata cascó ipso facto.

Como vemos en estos días, cuando el agua se desborda aparecen muchas ratas que creíamos soterradas. Son bichos muy adaptativos: la rata puede aparecer mojada, seca o embarrada, puede salirte en un periódico, en la pantalla de tu móvil, en la tele, en un restaurante popular y puede vestirse con corbata, llevar gafas o no, calzarse unas botas de agua del Decathlon o echarse un chaleco guay de colorines a la espalda.

Son así.

Cuando todo se vaya definitivamente a la mierda, cuando llegue el tan deseado por muchos fin de los tiempos, el apocalipsis estará representado por un último hombre enfrentado a la última rata y, en medio de ellos, un tomate.

La foto estará firmada, obviamente, por Goya.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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