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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Pimpinela

Guerra y González

Nadie lo sospechaba escuchando esos duetos de bronca, echándose los trastos con los pelos cardados, plagados de laca, en los especiales de TVE, los fines de año, los “300 millones”, el Festival de Benidorm o las galas de “Murcia, qué hermosa eres” (que no es fea, la verdad, y se come muy bien).

Nadie lo esperaba, pero los Pimpinela son hermanos. Qué cosas. Es como el doblaje de “Mogambo” en el que la torpe censura, por intervenir, convirtió un adulterio con paisaje africano en un incesto. Más que cuernos, se diría. 

Y es que intervenir tiene sus riesgos. 

Veo y escucho a Felipe González y a Alfonso Guerra y, en mi cabeza, suena cualquier canción de Pimpinela. 

Veo a los que fueron “poli bueno y poli malo” reconciliados al fin en la misma canción. Los imagino como una criatura mitológica y ajada, siameses, espalda contra espalda, con dos cabezas, que va y dice cosas. Como una suerte de Gilgamesh.

Sí. Son Pimpinela. Alguna vez los escucharon nuestros padres y nuestras madres, se identificaron con ellos, se bufaron entre ellos, se vinieron arriba en el estribillo y se reconciliaron en la última estrofa de la canción.

Olvídame y pega la vuelta, Lloro, El amor no se puede olvidar, Con un nudo en la garganta, Yo que soy…

Temazos: culebrones en tres minutos. Todo está ahí. Como en una aparición de un tal González y otro Guerra. Dead men walking (and talking). 

Entrañables. 

Pero nosotras somos más bien de Camela. Y bailamos “Cuando zarpa el al amor”. 

Y ganamos partidos.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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