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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Spielberg y mi padre unidos

Jarrones de vidrio y cerámica en Teherán

Juan José Fernández Palomo

14 de junio de 2025 20:12 h

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Tengo en casa un jarrón de cerámica vitrificada, o algo así, y decorado a mano con pinturas de colorines, y tengo también una alfombra de lana trenzada a mano combinando colores rojos, negros y verde oscuro. No es una alfombra grande; es, diríamos, una alfombra transportable, para llevar y para extender dos o tres veces al día en el suelo estés donde estés y así rezar sobre ella o reconfortarte al pisarla.

Yo la tengo a los pies de la cama. Cuando me despierto, la piso y así me doy la bienvenida y vivo un día más. De momento, no falla.

Esos trastos los trajo mi padre desde Irán. El jarrón, creo, es de un bazar de Teheran, la capital. La alfombra la compró en Isfahan, una ciudad nuclear del país, nunca mejor dicho, nunca mejor usado el importante adjetivo “nuclear” que, entre otras cosas, significa “importante”.

Mi padre fue a Irán, antigua Persia, en los años setenta, en aviones de Iberia donde podías embarcar jarrones y alfombras y pistachos y cosas porque vivíamos en un mundo maravilloso. Porque en Córdoba se fabricaban transformadores de electricidad enormes de la marca Westinghouse y mi padre era el mejor de los ingenieros técnicos posibles con gafas de pasta y corbata negra y estrecha sin nada que envidiar a los de Houston (Texas) monitorizando fracasos.

Pienso en la locura de la revolución islámica en Irán, en Jomeini, en el sátrapa de Rezza Pallevi, en el Tigris y el Eúfrates, en Mesopotamia, en el Museo Británico, en la fusión del átomo y en un montón de niñas y niños mancos que no pueden manejar bien el ratón del ordenador.

Y claro, pienso en dos pelis de Spielberg: “La lista de Schindler” y “Munich”.

Ahora, con cierta distancia, creo que mi padre y Spielberg se parecen, me cuentan historias donde todo el mundo es bueno. O mejor, que nadie es malo.

Tiene cojones la cosa. Sigo sin entender nada.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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