Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Enviado especial
No está bien pagado, es cierto; pero este oficio tiene cosas chulas. Por ejemplo, cuando me enviaron al Festival de Cannes para hacerle una entrevista a Clint Eastwood, que presentaba ´Mula´, su penúltima película.
Yo estaba, con otros compañeros y compañeras en el Hotel Excelsior, o algo así, con vistas al puerto. Con un bufé de desayuno espectacular: huevos, beacon, café, ¡cava!, judías, siete tipos de café, infusiones, zumos… Una fiesta.
Compartí mesa con una compañera de Europa Press-Francia que conocí la noche de antes en la cafetería del hotel y que me dijo que tenía problemas para activar la tarjeta para entrar a su habitación. Yo la ayudé.
La puerta se abrió. Todo se solucionó, todo salió bien.
A las diez y media estaba citado en una suite de prensa dispuesta por la organización para hablar veinte minutos, ni uno más ni uno menos, con Clint Eastwood.
Me había preparado la entrevista. Quería preguntarle por los ciudadanos normales que hacen cosas anormales, como el capitán Sully que aterriza un avión en el río Hudson o el francotirador que, en casa, sólo quiere ir a ver a su hijo jugar al fútbol los sábados por la mañana en el campo del barrio.
Quería preguntarle por qué no subimos todos en ese puto coche en Boston, cerca del Mystic River.
Quería preguntarle por los campos de Níjar, por las moscas, por las casas blancas.
Quise preguntarle también por la familia de cabrones y cabronas que acuden al pie de la cama de Hilary Swank al final de Million Dollar Baby. Quise preguntarle qué coño es una familia, ya puestos a preguntar.
Quise preguntarle por el porche de su casa, al lado del garaje donde guardaba el Ford Gran Torino o por la cocina de Francesca en Madison County.
Pero no pude preguntarle nada. Me bloqueé, lo reconozco.
Eastwood llegó a la suite puntual, vestido con unos pantalones chinos de color beige y una camisa vaquera. Llevaba una botella de agua mineral Pellegrino en la mano.
Tiene una sonrisa que parece cordial pero que también te perdona la vida. Es una sonrisa para escupir tabaco o para despistar mientras amartilla el cargador de un revólver que tú no has visto todavía.
Transcribo la conversación:
Yo: Hi, Mr. Eastwood. Please to meet you.
Clint Eastwood: Please to meet you too. Any question?
Yo: No. Not really… (balbuceando un poco) No questions at all.
Clint Eastwood: Well, have a nice day.
...
Al cabo de los meses, me mandaron un mensaje remitido por el equipo de producción de Clint Eastwood que decía algo así como “El señor Eastwood se acuerda del encuentro con usted en Cannes y cree que es la mejor entrevista que le han hecho en la vida”.
Y yo aquí, tan agradecido como pasmado.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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