Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Por (y para) el barrio

“En un mundo donde los gintonics se convierten en una pecera llena de trocitos y cositas espolvoreadas y esencias frotadas en el cristal y tal; y les laman premium y puedes con ellos limpiar las ventanas y olvidar que una vez hubo ginebra ahí y un poco de agua tónica con su quinina para espantar la malaria y tal... En ese momento, el gintonic perdió su sentido y el Imperio se tambaleó. Y sucumbió.

Adiós, Metrópoli; Hola, Colonia; que ahora soy soberana“.

Así explica mi amigo del barrio el cambio de los tiempos. Puede llevar razón.

Mis amigos y yo somos del barrio aunque la mayoría no vivamos ya en él. El barrio es la infancia, juegos en las aceras, pedradas en las esquinas, primeros besos -y más- a la sombra de los portales, evitar la luz de la farola, aprovecharla si conviene, robar las chuches, masticarlas, escupirlas... y crecer. La mitificación del barrio, aprender, aprehender.

Yo ya sabía que en mi barrio habían cerrado la mercería, la papelería, la bodeguilla de las litronas y varios bares.

Sé que los habitantes del barrio envejecen, que los jóvenes se van, que la demografía es una ciencia exacta y que la sociología quiere ser ciencia ficción.

Vuelvo al barrio. Doblo sus esquinas conocidas, recuerdo las ausencias, celebro las escasas presencias que quedan; me fijo en un local que hace esquina, recién abierto: “Pompas Fúnebres La Aurora”. La verdad, tiene sentido: el barrio está al lado de dos hospitales.

Creo recordar que en esa misma esquina estaba el bar donde yo me tomé el primer gintonic sin limón ni nada. Y barato. Y muy raro al llevarme el vaso a los labios: amargo.

Adiós al niño; hola tú.

Etiquetas
stats