Romper la brecha digital para ayudar a los mayores a entrar en un mundo que también es suyo
María Dolores Millán y Carmen Tamayo pertenecen a la generación de los baby boomers. Entre ellas y los millennials, auténticos nativos digitales, hay toda una brecha digital que se ha convertido en una de las desigualdades existentes entre el proceso comunicativo. Así lo constatan informes como el presentado por la Fundación Telefónica este mismo año, que alerta de que, a pesar de los avances que presenta la sociedad digital, esta brecha persiste principalmente debido a la edad.
A ello busca poner remedio el taller de alfabetización digital Mayores con Wifi diseñado para las personas mayores y organizado por el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) junto a las diez universidades públicas de Andalucía. Durante este lunes, los 25 participantes de este taller han sido protagonistas durante la jornada de clausura en el Rectorado de la Universidad de Córdoba (UCO); un acto presidido por el vicerrector de Estudiantes y Cultura, Israel Muñoz, en el que se les han entregado los diplomas que acreditan haber adquirido los conocimientos para desarrollarse en el mundo digital con la mayor seguridad posible.
Todos ellos, hombres y mujeres, pertenecen al Centro Intergeneracional Francisco Santisteban de la UCO, que impulsa programas de desarrollo, científicos y socio-culturales, orientados a personas mayores de 50 años con la doble finalidad de fomentar su promoción personal y la mejora de su calidad de vida. Y Mayores con Wifi ha sido uno de ellos, aunque la directora del Centro, Anabel Martínez, anima a la población de esta edad a conocer todos los programas de formación que la UCO les ofrece.
Repartidas en diez sesiones, Elena Nagore ha sido la encargada de abordar temas como la ciberseguridad o el uso de las redes sociales, “fomentándolo siempre desde una perspectiva crítica y reflexiva”, señala. A juicio de la dinamizadora del taller, todos los participantes partían “de competencias digitales bastante elevadas”, lo que les ha permitido ser un grupo “bastante participativo y activo”. Navegar por internet de forma segura, identificar bulos o saber qué es un hashtag han sido otras temáticas que se han tratado en este taller, donde todos los participantes han mostrado recelo al uso de las redes sociales. “Solo las usan para cuestiones muy determinadas, como leer a algún periodista, ver vídeos de ganchillo o de otra afición, o conocer recetas de cocina”.
María Dolores es usuaria de redes sociales y estaba realmente interesada en aprender un poco más sobre ellas. A pesar de tener 75 años, no tiene miedo a la hora de utilizar las nuevas tecnologías y está dispuesta a aprender y a cometer errores para mejorar. “Si tienes miedo, no aprendes, aunque reconozco que, al principio, temía hacer algo con el ordenador, pero al única forma de aprender es equivocándote”, enfatiza la participante, quien transmite que le “encanta” todo lo que tenga que ver con lo digital. “Tengo de todo: ordenador, tablet, móvil y libro digital. Y además de tenerlos, los uso”.
En el caso de Carmen, el miedo a cometer a algún error difícil de solventar fue lo que le movió a apuntarse a este taller. Antes de participar, se sentía insegura a la hora de introducir información personal en páginas web. Ahora, confiesa, se siente “más confiada”, ya que ha aprendido“ a buscar recursos para saber si una página es segura o no”. A sus 65 años, el mayor uso que hace de la tecnología es el móvil para “utilizar WhatsApp, saber el tiempo y buscar cosas en Google”.
Con estas barreras ya solventadas, el presidente del CAA, Domi del Postigo, ha animado a todos los participantes a que ayuden a otras personas de su edad “a romper esos obstáculos para que no haya nada que los excluya de la sociedad”. Ha recordado que este taller surgió tras la pandemia, cuando los móviles y los ordenadores se convirtieron en nuestros mejores aliados para ver día a día a sus seres queridos, cuando el confinamiento nos llevó a todos a estar en casa. Y no solo eso. “Desde el CAA vimos que el móvil se había convertido en el medio por antonomasia para consultar tu dinero en el banco o para hacer compras por internet”, recuerda.
El feedback de los “alumnos” ha sido “maravilloso”, reconoce. “Estos mayores se quedaron descolgados en su momento y no tuvieron acceso a algo que les envuelve y que muchas veces no entienden y que les imposibilita cada vez más hasta ir a una sucursal bancaria. Hemos visto a personas que se sentían fuera de un mundo que les supera y que, de pronto, han visto cómo se puede entrar porque el mundo también les pertenece. Tienen derecho a exigir que ni de ese mundo ni de ninguno le saquen”.
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