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Olga Pericet: “Córdoba es una ciudad aislada pero eso también la hace muy mágica”

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Juan Velasco

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Tiene toda la razón la coreógrafa Olga Pericet (Córdoba, 1975) cuando dice que los códigos de la danza activan los mecanismos mentales. Y también la tiene cuando dice que estamos en un tiempo en el que se nos invita a no pensar. Tiempos en los que los teatros se llenan cada vez que viene un musical sobre el enésimo fenómeno hollywoodiense mientras que las producciones audaces y atrevidas, las que dejan poso, solo encuentran obstáculos para llegar al público más allá de los entendidos.

Por suerte o por desgracia, para Olga Pericet no hay otro modelo que el último: ir paso a paso, punta-tacón, punta-tacón, en una única dirección. La honestidad, independencia y entrega con las que encara cada una de sus producciones la ha llevado, en el mismo año, a recibir el Premio Nacional de Danza y a buscarse a sí misma en la figura de una pionera del baile como Carmen Amaya, a quien ha dedicado su último espectáculo, Un cuerpo infinito.

El título de esta producción bien podría usarse para describir el de Pericet, una bailaora y coreógrafa menuda pero amplia en su rango de movimientos, en su abanico de influencias y en su capacidad de seducción. La más experimentada de las jóvenes bailaoras y la más joven de las grandes damas de la coreografía actual confiesa que sueña con producir algo en Córdoba, la ciudad que ha visitado esta semana para impartir uno de los cursos del Festival de la Guitarra.

PREGUNTA. Nos has hablado de magisterios y ahora justo te hemos pillado en plenas clases. ¿Alguna vez te imaginabas como maestra cuando eras tú una de estas chicas que tomaban la clase?

RESPUESTA. Pues no te voy a decir que no porque realmente, cuando estudias algo o te gusta algo, nunca sabes si vas a poder dedicarte a ejercerlo como intérprete o realmente a ser un artesano de la danza, que es a lo que me he dedicado. O sea, a lo mejor me podría haber dedicado a la docencia. La verdad es que me gustan las dos cosas. A mí me gustan mucho las clases.

P. ¿Te sientes reflejada en esas niñas?

R. Ay, me gustan tanto. Es que ¿sabes que pasa? Que te dan energía.

"Mientras más técnica y conocimiento tienes, más libre eres en un escenario"

P. ¿Son muy distintas a como eras tú?

R. No. Yo creo que la ilusión de cuando empiezas es la misma en todos.

P. ¿Qué conocen de ti estas alumnas?

R. Pues lo saben todo. A veces saben más que yo (se ríe). Saben de mí mi carrera, me han seguido, les gustan mis movimientos… Les gusta que, cuando les monto algo que es más personal, pues lo notas de repente en cómo lo miran, cómo me miran, cómo me respetan. Eso me gusta. Y también no me gusta hacer una clase en la que las alumnas sientan presión. Me gusta relajarlas. Y que la gente disfrute. Tener una docencia más amable. Eso hace que ellas sean más cercanas conmigo. Sí. Eso me gusta.

P. El mundo de la danza desde fuera parece justo todo lo contrario a lo que tú me acabas de decir. Un mundo con mucha presión, tanto física como psicológica… En el que el disfrute muchas veces está solapado tras la ejecución técnica.

R. El mundo de la danza es muy exigente pero porque tú te lo autoexiges. Y además, es lo que tú piensas: que la cabeza tiene que estar muy bien puesta. Y, aparte de eso, el conocimiento. Y después está el rol físico, que te exige estar siempre a punto. Aparte, también hay mucha gente, por lo que tú tienes que estar trabajando muchísimo para poder sentirte a gusto y libre en un escenario. Mientras más técnica y conocimiento tienes, más libre eres en un escenario. Y mientras más vas desarrollándote y más reconocimiento tienes, más presión tienes pero por autoexigencia tuya y porque aprendes a lidiar con ello. Es como los deportistas o cualquier artista, la honestidad tuya te hace exigirte siempre el máximo.

P. El aprendizaje es constante.

R. Nunca terminas.

P. ¿Y qué hay de los aspectos emocionales asociados a la danza? No sé si eso alguna vez se enseña mientras uno da clases.

R. No. No se trataba. Pero bueno… Se vivía. Lo bueno de la época en la que yo he trabajado y he vivido el flamenco y la danza era que no solo estaba lo que aprendías en clase, sino que también aprendías de las vivencias. Entonces, eso te hace… Yo creo que el flamenco es una cosa de vivencias, una transmisión histórica y familiar, una transmisión que viene de años. Entonces, ahí ganas mucho. Yo ahora veo que la mayoría de las alumnas pueden tener un montón de técnica, pero las vivencias se van perdiendo. Porque ese tipo de enseñanza, si no es algo familiar, hay menos acercamiento a ese mundo.

"La danza es muy exigente pero porque tú te lo autoexiges"

P. Eso mismo me lo dijo la semana pasada Paco Peña.

R. Claro. Es así. Porque lo sientes de otra manera. Sobre todo cuando me voy al extranjero y veo tanta gente tan preparada, que lo siente y que tiene más conocimiento incluso que gente de aquí. Es bárbaro. A ellos les digo: vete a este punto, a este punto y a este punto, y vívelo. Porque eso te cambia todo. Te sale desde la visceralidad… Sí.

P. Hay otra enseñanza que seguro no tuviste que es cómo montar tus propios espectáculos, cómo montar un compañía y tal. Creo que en tu caso, también lo has sacado tú un poco improvisando.

R. No. No, no, no. Nada.

P. En ese aspecto has aprendido debutando sobre el escenario, directamente.

R. Claro. A ver, tanto una cosa como otra. Yo creo que tú aprendes cuando ejerces. En mi caso, sobre todo, igual que te hablo de las vivencias del flamenco, he tenido muchas vivencias de supervivencia. Es que, en mi caso, fue muy duro simplemente que se fijaran en mí. Yo no tenía a nadie que me pudiera echar una mano. Y realmente tuve muchos no antes de adquirir visibilidad. Es más, incluso cuando ya tenía compañía y todo, la visibilidad que tenía era más de trabajo de autor. Venían grandes profesionales a seguir mi trabajo pero se quedaba en ciertos circuitos y ya está. O sea, ha sido un trabajo duro.

Entonces, esto lo que hace es que confíes más en ti y por supuesto que aprendas. Esto no te lo pueden enseñar hasta que tú lo ejerzas. Tanto la docencia como esto. La gestión cultural es otra cosa que, si supieras cómo va, te pensarías muchas más cosas. De hecho, aún yo no las quiero ni pensar. Ni las quiero para mí.

P. A veces la inocencia es el mejor motor posible, porque hace que saltes y decidas montar un espectáculo de la nada, enreando a éste y al otro…

R. Sí. Eso lo tengo. Eso yo creo que es instinto y a mí me encanta. Incluso soy muy atrevida y, casi te diría que me gusta mucho el lío: conjugar y combinar a gente de otros campos y disciplinas en una. Sí. Porque creo en ello y creo que se puede hacer una gran mayonesa. Pero lo de la gestión me quita… Es una cosa que me está quemando mucho a la altura en la que estoy. Porque es una autoproducción detrás de otra. Me meto en producciones bastante complicadas y bastante valientes en el sentido de… Mira, la última que he tenido somos doce personas en el escenario, más cuatro o cinco fuera. O sea, estamos hablando de una gran compañía. La gestión se la dejo al gestor, que son más gastos y producción todavía, pero cuando me llaman y me tengo que meter en el estudio, es mejor, porque si me llaman es que entonces no hago nada. Y esa parte es la que no me gusta nada de a lo que me dedico.

P. ¿Qué recuerdos tienes de la Olga niña que se crió en Córdoba? ¿Cómo contactas con el arte tú?

R. Yo creo que es algo que me buscaba. Creo que las cosas que tú has venido a hacer finalmente las haces. Fue por casualidad. En mi casa gustaba mucho el flamenco y mi padre era un gran aficionado. Mi abuelo también. En mi casa siempre ha habido mucho meneo. Y fue de eso de “a la niña la apuntamos a bailar. Le encanta”. Me apuntan, no paro de bailar. Me preguntan que qué quiero hacer. Yo digo: “Mamá, yo quiero ser artista”. Y ahí empezó todo.

"El flamenco es una cosa de vivencias, una transmisión histórica y familiar"

Y tuve suerte porque estuve con Concha Calero, Inmaculada Luque, que creo que fue la primera así que tal, Marca Moyano… Todas grandes profesoras de aquí de Córdoba. Y después ya fui desarrollando Sevilla, Madrid… Tengo unos recuerdos muy bonitos. Me acuerdo de estar todo el día bailando. Hubo un momento en mi carrera que creo que es esa parte de cuando eres alumno y cuando eso para ti es jugar. Porque yo empecé con, no sé, siete años… Yo empecé muy pequeña y entonces hay un momento en el que el juego se convierte en otra cosa y tú sabes que ya eres eso. Y que lo vas a dar todo por eso.

P. Es una de las preguntas que tengo apuntadas. ¿Recuerdas cuando el baile dejó de ser un juego para convertirse en otra cosa?

R. Pues ni lo recuerdo. Pero sé que era algo que yo iba a hacer para siempre. Es que a mí no me llenaba otra cosa que el baile. Yo creo que mi adolescencia fue muy temprana. Doce años. Entonces era algo que ni recuerdo siquiera.

P. ¿Y dónde bailabas entonces?

R. (Se ríe al recordarlo) Yo bailaba en la Feria. Me hinchaba de bailar. En las calles. Después con Maica que tenía un ballet e hizo esa plataforma tan fuerte. Me acuerdo que venía Eva La Yerbabuena, Javier Latorre, grandes maestros… Ella fue de las primeras que hizo una institución con talleres y grandes maestros de todas las disciplinas, con coreógrafos del Ballet Nacional e incluso nombres internacionales. Y los trajo ella a Córdoba. Yo es que, gracias a Dios he estado con la gran dinosaurio de la danza. He mamado desde muy pequeña a grandes maestros, algunos de los cuales hoy por hoy encima ya no están. Y a grandes figuras. Recuerdo tener una base maravillosa. Yo es que he tenido mucha suerte.

P. Además corrías mucho, porque tengo entendido que fuiste saltando cursos.

R. Claro. También, mira, es verdad que estaba en el conservatorio y como las programaciones de docencia van cambiando, que si la Logse y que si lo otro, pues yo lo hice por libre y homologado. Y me acuerdo de hacer dos cursos en uno varias veces. Ya te digo que sí. Era buena estudiante en la escuela, pero toda mi dedicación era la danza. Me acuerdo que prefería estar ocho horas diarias en la academia. Es que me tiraba todo el tiempo. Yo me acuerdo que a Maica le decía mamá en un momento dado. Y me acuerdo de que tenía la obligación de estudiar y llegar a casa y ponerme a hacerlo de madrugada. Y me acuerdo que el último año de carrera me levantaba a las 7:00 para poder trasladarme a Sevilla, venir a trabajar, porque hubo un momento en que mis padres no podían pagarme nada y yo trabajaba impartiendo clase, y lo combinaba todo.

"No me gusta hacer una clase en las que las alumnas sientan presión"

P. No sé si esto es un sacrificio o es que para ti no había otra cosa.

R. No. No lo veía como un sacrificio. Para mí era un placer. A ver, sí, bueno, es sacrificado. Es sacrificado a los años. Pero no lo veo así. Lo sacrificado es ser empresaria, que lo tienes que hacer por narices. Pero lo otro no era un sacrificio para mí.

P. ¿Nacer en Córdoba te predispone de alguna manera hacia el flamenco?

R. Hombre, claro. Claro. Yo soy cordobesa y aquí se vive el flamenco. Y además es muy curioso porque el flamenco, depende de donde hayas nacido, tiene su localización y su forma de baile, toque y cante. Yo me siento muy cordobesa en ese sentido. Y me da mucho orgullo el hecho de tener un reconocimiento y poder decir que soy de Córdoba. Decir que soy de Córdoba me da mucho orgullo, de verdad. Lo que me da mucha rabia es que mi Córdoba de eso no se dé cuenta. No por mí, ¿eh? Córdoba no se da cuenta de la potencia que realmente tiene.

"Me gusta mucho el lío de conjugar y combinar a gente de otros campos y disciplinas en una"

P. ¿Cómo la ves desde fuera?

R. Aislada. En todos los sentidos. Creo que Córdoba es una ciudad aislada pero eso también la hace muy mágica. Ahí está el carácter del cordobés.

P. ¿Y cómo la ven desde fuera cuando les dices que eres de Córdoba?

R. La mayoría de la gente la ve dentro de un contexto general como parte de Andalucía. Siempre hay una expresión en los ojos que digo: “Me ha entendido que soy de Córdoba”. Pero queda como algo especial.

P. ¿Y en tu trabajo como lo has plasmado?

R. Yo creo que con mi personalidad y mi vivencia de ser de aquí. Es curioso porque cuando veo bailar o incluso veo cantar puedo decir: “Se nota que es de Córdoba”. Hay una escuela marcada. Igual que si es de Jerez, o si es de Sevilla, o si es de Barcelona o si es de Madrid. Hay un algo que diferencia.

P. ¿Qué sería lo que destaca a la escuela de Córdoba?

R. Pues sería por ejemplo el buen toque, indiscutible. Y en el baile hay una especie de colocación y elegancia en un momento dado. De cómo sentir ciertos palos. De la manera de colocarse y de moverse. Y después en el cante también se nota mucho porque aquí los maestros que han marcado huella se notan. Fosforito, El Pele, que es más actual. Se nota.

P. Son islas.

R. Claro. Ya te digo que yo a Córdoba la veo muy flamenca pero con solera. Se nota a leguas.

P. ¿Ahora mismo hay alguien que te llame mucho la atención en el toque, el baile o el cante?

R. Sí, sí. Está saliendo mucha gente joven muy buena. Pero es que no me gusta dar nombres. No por nada, es que yo veo siempre lo bueno de todo el mundo. Y creo que hay bastantes como para decir uno o dos cuando realmente hay muchos. Hay una generación fuerte. Y en el cante también.

P. Lo he hablado con varias personas y me interesa mucho saber si la entrada de la enseñanza de flamenco y los conservatorios van a acabar por disparar al flamenco. Porque los Camarones y los Amaya siempren va a seguir siendo uno, aunque entren en el conservatorio 300. ¿Qué aporta al flamenco su profesionalización y su enseñanza?

R. Bueno, yo creo que lo que va a impulsar es a tener más base y conocimiento. No solo en el flamenco, sino en el comportamiento y la educación de tu cuerpo. En el caso de la guitarra, de la técnica y las facetas de colores para tú poder pintar como quieras. El tecnicismo. La gente que vaya saliendo en el mundo flamenco, aparte de tener esos estudios, que ya no son de ciertas personas que caigan ahí sino que ya tú puedes acceder a ello, que es lo que más me gusta, realmente la gente que salga va a tener que buscar las vivencias y va a tener que irse a los sitios donde todavía las hay. No creo que de los estudios salga alguien… No creo. Creo que esa persona saldrá de donde tenga que salir, pero que tendrá que buscar esa vivencia.

"A mí no me llenaba otra cosa que el baile"

P. El tronco.

R. Exacto. Y lo que sí van a dar esos conservatorios y esos estudios es gente que escriba mejor, grandes investigadores que también nos hacen falta, gente que como tú no lo vea como algo loco y se dedique a escribir sobre danza y flamenco y eso lo haga más visible, lo haga más estable y más, como te digo, universal. Que quede constancia y que sea una cosa que no sale de una improvisación y que quede en la historia.

P. Claro, es que hablamos de un arte que ha estado en la clandestinidad durante muchos años.

R. Es muy importante. Ahora creo que hay muy pocos críticos de danza o de cante. Necesitamos más periodismo y más investigación de lo que hacemos para que este campo se extienda, porque creo que este campo está muy escaso.

P. He de decir que es un problema general del periodismo. La crisis ha arrasado en los medios con la figura de una crítica especializada y a menudo los periodistas como yo hacemos todo tipo de información.

R. Claro. Entiendo que cuesta mucho y se le da muy poca voz a la danza, al flamenco y al cante. Y es una cosa a la que se le debería dar más importancia porque es vital par que la gente, el público general, no los grandes aficionados que estamos cerquita de esto, pueda leer más de nuestra cultura. De lo nuestro. Que cuando vayas a un teatro sepas descifrar de qué va la historia. Creo que eso es importante.

P. En ese aspecto, siento también que hay dos maneras de entender y ver el flamenco. Por un lado está la andaluza, que es como muy visceral y reivindicativa. Y luego está, digamos la castellana, la ibérica, que es como más profesional. ¿Tú que vives en Madrid ves ese salto?

R. No. No lo veo así. Yo creo que ese salto ya se dio y que ahora hay otro tipo de comunicación. Creo que hemos ido a los años 70 en estos momentos. Mira, yo vivo en Madrid pero vengo mucho por Andalucía y estoy todo el rato viajando fuera de España y creo que ahora con los movimientos políticos que hay no es así. Estamos en un momento en que si el flamenco va para abajo, las ayudas van para arriba. Que si ahora lo dan para abajo, de repente aparece una organización y se abren más tablaos en Granada, donde se abren más tablaos en Madrid. En Barcelona también se están abriendo más tablaos.

Yo creo que el hecho de no tener tantas ayudas en ballets y en el movimiento de compañías grandes que había antes, como Gases, como Cristina Hoyos, el Ballet de Murcia, el español, el Andaluz, que no sé cuánto va a durar… esto hace que la gente se expanda otra vez a los tablaos y a los locales, a las reuniones. Y eso hace que ahora la gente viaje más y se comunique más. Yo ya no creo que haya un salto. Hay una manera de hacer y entender el flamenco pero porque tú hayas nacido en un tipo de localización. Y esto es de siempre. Mira los fandangos que hay que ni se saben. Entonces, yo creo que el flamenco está en un nivel de globalización y de entendimiento. Y creo que eso es bueno.

P. Precisamente, en esto de revisitar el flamenco antiguo, tú ahora te has ido a mirar en el pozo de una figura tan icónica como puede ser Carmen Amaya.

R. Sí.

"Lo sacrificado es ser empresaria"

P. ¿Qué recuerdo tienes tú de Carmen Amaya? ¿Cómo la descubres?

R. Pues realmente, Carmen Amaya es alguien que siempre me ha fascinado. Pero igual que me han fascinado Antonio El Bailarín o La Argentina. Y en este momento, pues me preguntaba ¿quién es esta mujer? Estamos en un momento en el que hay un importante movimiento feminista y me he centrado en eso. Porque Carmen Amaya rompió no solo los cánones de baile, sino sociológicamente rompió todo. Y no sé si era consciente. Y fíjate dónde llegó. Ella puso el flamenco de una manera increíble. En cualquier caso, creo que lo que más me gusta de ella es esa libertad como mujer. Y encima como mujer gitana y en ese tiempo.

La curiosidad me hizo llegar a ella y a su prototipo de cuerpo. Estaba muy centrada en los dolores y en cuando vas cumpliendo años y los mitos que ha habido y los que han hecho así (traza una línea a la altura del cuello) y han cortado cabezas porque lo sentían así y han marcado historia. Y cayó ella. Y por muchas razones la observé y pensé, voy a darle este momento de mujer a ella. Fíjate, no ha sido una gran maestra de dejar escuela, pero el eco que tuvo por su propia esencia cambió el baile tanto de la mujer como del hombre.

P. Y es una figura muy abordable y apetecible.

R. Totalmente. Hizo que la raza gitana estuviese dentro de un nivel sociocultural. Y, de hecho, se fue a un sitio donde ese pensamiento lo elevan, como es EEUU. América le dio todo. De hecho, quedan todavía esos ecos de ella que ves cuando vas allí. Yo llevo ya cuatro temporadas yendo a Nueva York y te das cuenta de que incluso de que cuando preguntan por flamenco y buscan por flamenco también asemejan el flamenco al gitano. Lo ven en un mismo plano.

P. Es curioso esto. Me refiero al arquetipo este de la mujer gitana, que se presupone que es una mujer fuerte pero que está sometida al hombre en un mundo que es bastante cerrado y machista.

R. Claro. Es que ella no se casó. Se casó tarde. No tenía el propósito este de casarte. Y no solo era un cuestión de los gitanos. Era en toda España. Vamos a hablar de España. Porque ella volvió de América y ya se habían puesto pantalones otras bailaoras como La Cuenca, pero de una manera más simbólica. No defendiendo lo que un pantalón puede significar para que el baile de una mujer cambie. Eso, con toda la autoridad, lo cogió ella por banda. Cuando regresó aquí, todavía la mentalidad que había y la dictadura cerrada le decía que dónde iba una mujer con pantalones. Socialmente, a nivel de reglas en el baile, pasó por todo y tuvo una libertad enorme. Era la capitana.

"Decir que soy de Córdoba me da mucho orgullo"

P. Ese espíritu indómito y esa grandeza en frasco chico es la que, de alguna manera habéis heredado bailaoras como tú o Rocío Molina. ¿Queda todavía machismo en el mundo de la danza?

R. Hay machismo en todo, todavía. Aún hace falta mucho trabajo. Yo puedo decir que en mi caso no lo he sufrido, pero lo hay. Sí lo hay. Todavía hace falta estar ahí, defenderlo y que no ocurran ciertas cosas.

P. ¿Qué es el éxito para Olga Pericet?

R. ¿El éxito para Olga Pericet? Seguir trabajando en lo que quiero. Hacer lo que quiero y con quien quiero. Que no esté coartada en nada.

P. ¿Cambiarías los premios por una programación de danza más estable y que la danza llegara a más sitios?

R. Claro. Precisamente a mí me gustan los premios porque son un reconocimiento y quien diga que no le gustan… Pero, si lo veo como un reconocimiento, más lo veo como una apertura a que pueda venir más trabajo para mí y para toda mi gente. Eso es algo que tengo aquí (se toca el pecho). Porque es algo que a mí me costó mucho. Porque a mí me gustaría ayudar. Mientras más pueda hacerlo, pueda ayudar a más gente… Sobre todo es para que se vea. Es que hay mucho talento por ahí.

"Cuando veo bailar o incluso veo cantar puedo decir: Se nota que es de Córdoba"

P. Yo tengo la impresión de que la danza es un mundo súper revolucionario que cambia constantemente pero que no se ve tanto.

R. Bueno ¿sabes que pasa? Eso es hasta cierto punto. Porque en el flamenco el baile es más fácil de programar. Porque la gente, aunque sean ajenos a este mundo, pues lo pueden entender más. A ver, divierte, entre comillas. El cante es más duro para quien no entienda de flamenco, por lo que la programación se reduce. Pero a nivel cultural, de si es teatro, danza…

P. Claro. Yo hablo justo de eso. De teatros.

R. Vale. Ahora te he entendido. De teatros sí. Porque ahora la gente va a ver musicales, lo que sale en la tele y tal. Pero no es por la gente, es por la poca capacidad de programación y de recursos políticos a la hora de las ayudas. El soporte necesitamos más. La danza ahora se está abriendo porque ciertos teatros, como el Teatro del Canal, el Mercat de la flor de Barcelona, el Central de Sevilla… Son sitios que están colaborando para que se conviertan en casa de la danza. Y ahí empieza a haber programación para que la gente consuma danza. Y llevan poco tiempo, pero los resultados son increíbles. Los ingresos en taquilla han subido. O sea, ya todo lo que está programado en los Teatros del Canal se ha estado llenando y el Central ya tiene su público.

Yo lo que creo es que los programadores tienen que ser valientes porque la danza es importante para la gente. La danza es abstracta, abre la mente, no te dice exactamente lo que tienes que hacer. Que a ti te ponga a funcionar la mente, sin que sepas lo que has visto… Es que tú puedes salir diciendo ¿esto qué es? Y da igual, porque la danza hace que tú pienses en un momento en que nos están haciendo que no pensemos. Por eso creo que la danza es tan necesaria, porque es un arte de los que más mueve la mente.

P. Eso de que los programadores tienen que ser valientes va también por Córdoba, ¿no?

R. Por supuesto. A ver, yo no puedo decir que no he estado programada en Córdoba. Si dijera eso sería mentira. Porque sí que he estado programada y ahora mismo sé que mi tierra en cada cosa que hago está ahí anunciándolo. Pero a mí me gustaría que me diesen ese Gran Teatro. Aparte, tengo algo muy especial pensado para Córdoba y lo voy a hacer y lo voy a proponer. Y me encantaría que me apoyaran. Yo pido para Córdoba una organización cultural mejor, más soporte económico y una mejor gestión.

P. ¿Dónde te ves dentro de cinco o diez años?

R. Bailando. No sé si me veré. Pero estaré bailando.

"Pido para Córdoba una organización cultural mejor"

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