ENTREVISTA N&B
Francisco Molina: “El ánimo de lucro nos lleva al desastre”
Empezó a currar con 14 años. Su padre era camarero en los años en que la hostelería era una jungla sin convenio colectivo. Quiere decirse que cobraban las propinas y poco más. Un día enfermó y el mayor de los seis hermanos se tuvo que hacer cargo de los ingresos familiares. Francisco Molina era el primogénito. Su primer trabajo fue en Avon Cosmetics. Por la mañana llevaba la oficina y por la tarde repartía los paquetes a domicilio. Poco después ingresó en una compañía de seguros como auxiliar administrativo.
Fue entonces cuando se afilió a la Juventud Obrera Cristiana (JOC), un semillero de activistas comprometidos en las postrimerías del franquismo. Paco Molina no era creyente pero en la JOC nadie le pidió nunca la partida de bautismo. “En aquel momento tenían un planteamiento muy ecuménico. Su tarea era educativa. Querían que la gente conociera su realidad y luchara por cambiarla”, dice apoyado en una mesa redonda de la sede de la Federación Andaluza de Empresas Cooperativas de Trabajo (Faecta).
PREGUNTA. Y usted quería cambiar el mundo.
RESPUESTA. Es que el mundo estaba para cambiarlo.
Su primer contacto con la economía social fue en la cooperativa San Rafael. Tendría 25 años. Allí conoció un modelo de organización empresarial muy distinto al convencional. Trabajó 15 años en la cooperativa y se especializó en la distribución de frescos. Luego participó como socio en la fundación de otra cooperativa: Exclusivas Córdoba. Desde 2019 es presidente de la Faecta, que cuenta con un total de 400 en Córdoba. Su cargo no es remunerado. Lo suyo es pura convicción.
P. ¿Qué necesita el mundo: más competencia o más cooperación?
R. Indudablemente más cooperación. La competencia no es intrínsecamente humana. Nos hace peores. Este planteamiento del egoísmo o del sálvese quien pueda nos lleva a que cada persona, cada pueblo o cada nación haga de su interés propio el eje del funcionamiento. Y no nos damos cuenta de que estamos en una casa común y que aquí no hay salvación si no nos salvamos todos.
El mundo necesita más cooperación y menos competencia
P. La naturaleza se mueve por coordenadas muy competitivas.
R. En la humanidad hemos puesto unas determinadas reglas que alteran el ecosistema natural. El gran problema de los ecosistemas sociales es que no son cooperadores. Y los ecosistemas sociales disfuncionales lo que generan es exclusión de la mayor parte de la humanidad de los bienes que somos capaces de producir. Y además nos cargarnos el ecosistema, que es el único conocido que permite la vida.
P. El ingeniero agrónomo José Esquinas nos dijo en una reciente entrevista: “Vivimos un momento clave de la especie humana”.
R. Efectivamente.
P. ¿Y qué va a pasar en el futuro?
R. Yo soy pesimista optimista. Hemos llevado la naturaleza al límite. En junio consumiremos todos los recursos naturales para un año. Eso solo se justifica en un sistema social cuyo motor es el beneficio de unos pocos frente al perjuicio de la mayoría. Y está creando un montón de sufrimiento a un montón de seres humanos. Ese es el marco en que nos movemos. Pero hay actores, como la economía social, el movimiento feminista o el movimiento verde, que abren una ventana a la esperanza. Es la lucha por encontrar una armonía entre los seres humanos y la naturaleza. Ahí es donde tenemos que trabajar todos y todas.
P. Antes de ayer leí un precioso oxímoron: “Competencia colaborativa”. ¿Eso qué es: poesía o literatura romántica?
R. Literatura romántica. O hay cooperación o hay competencia. Entendida la competencia como esa pugna por apropiarse de una parte del mercado para expulsar a otros. Si estás en ese error, no puedes estar en la cooperación.
Aquí no hay salvación si no nos salvamos todos
P. O sea, una cooperativa no puede ser una empresa competitiva.
R. Vamos a ver. Nosotros estamos en el mundo. Y para ser sostenibles tenemos que cubrir los costes. Igual que los agricultores. Si les pagamos por debajo de los costes de producción no van a poder seguir produciendo. Eso es una evidencia. Ahora bien: nosotros lo que tratamos es que, en ese marco, las cooperativas lo que hagan sea agregar cada vez más demanda a la acción de la cooperativa. Y así entramos en una dinámica distinta porque las cooperativas tienen que redistribuir la riqueza y velar por las comunidades en las que están insertas. Es una pugna con la economía de mercado donde las cooperativas trabajan en un marco hostil y tratan de reconvertirlo. Lógicamente tienen que mantener unos equilibrios.
P. La economía social representa en Andalucía el 10% del PIB. Quiere decirse que el 90% de la economía andaluza es asocial. ¿Correcto?
R. Efectivamente. Vamos a poner un ejemplo. El otro día me decían que el olivar intensivo es el futuro y que los fondos de inversión están invirtiendo en él. Desgraciadamente muchas administraciones están dando vía libre a a ese producto. Y me decían que es muy rentable. Yo les decía: “Depende”. Si la cuenta es que tú siembras ese olivo, lo recoges con máquinas, te cuesta más barata la aceituna y vendes el aceite lo mismo que el olivar tradicional, en efecto, has obtenido más beneficios. Esa es la perspectiva económica. Pero te has dejado dos elementos fuera. Uno: estás utilizando recursos hídricos colectivos por los que no pagas lo que tendrías que pagar. Y dos: te estás cargando la fauna de pájaros porque estás recogiendo por la noche. ¿Cuál es el coste de esos dos bienes colectivos? ¿Y, si se lo añadimos a esa empresa, sería rentable?
P. Buena pregunta. ¿A dónde nos lleva el ánimo de lucro?
R. El ánimo de lucro nos lleva al desastre. Porque si tú te metes en una dinámica en la que la empresa solo puede subsistir si cada vez ganas más dinero, la naturaleza es finita y no aguanta esa dinámica. Y si hay un montón de personas que no tienen siquiera para comer mientras que en otras partes del mundo hay excedentes, ¿qué tipo de humanidad estamos construyendo?
P. ¿Y qué tipo de humanidad estamos construyendo?
R. Pues la que ahora mismo estamos visualizando. Un 1% de la humanidad controla toda la riqueza, hay otra parte que se beneficia de esa distribución y la gran mayoría del mundo tiene dificultades para vivir.
Este es un sistema social cuyo motor es el beneficio de unos pocos
P. ¿El mundo se puede cambiar?
R. Yo creo que sí. Y trabajo desde esa perspectiva. El tema está en que la cultura actual nos ha llevado a que miremos más el prisma personal de mi familia o de mi entorno y no el prisma colectivo.
P. ¿El mundo se divide entre quienes piensan en individual y quienes piensan en colectivo?
R. El mundo es muy complejo, pero no concibo ningún cambio si no se va ensanchando el ámbito de la cultura colectiva.
P. En Andalucía hay 4.931 cooperativas. ¿Vamos por buen camino?
R. Sí, pero nosotros tenemos un problema. Tenemos más cooperativas que en el País Vasco pero no tenemos grupos grandes. La cooperación también necesita tener fuerza para hacer lobbys e imponer determinadas dinámicas políticas y se legisle para proteger al conjunto de los ciudadanos y se pueda repartir mejor la riqueza.
P. ¿Y por qué no tenemos grupos cooperativistas?
R. Habría que explicar la historia del cooperativismo.
P. No tenemos tiempo.
R. Le pongo solo un ejemplo. Antes de la dictadura había una cooperativa en Córdoba que se llamaba Campo de la Verdad. Era de 250 jornaleros que habían alquilado las tierras para no trabajar para el amo sino para que el fruto de su trabajo les revirtiera a ellos. En Jerez había cerca de 80 cooperativas de trabajadores. Todo eso la dictadura lo segó. Era la evolución cultural de un pueblo que estaba dando pasos. Y todo eso no se ha podido recomponer sino a partir de los años 60, en que empezó otra vez a resurgir el cooperativismo.
Las cooperativas tienen que redistribuir la rizqueza y velar por las comunidades
P. ¿Qué suma una cooperativa y qué resta una sociedad anónima?
R. Una sociedad anónima es una sociedad de capital. Yo entro en una sociedad anónima y, si tengo el 50% de capital, soy el que mando. ¿Cuál es mi propósito cuando pongo capital? Que ese capital vaya ‘in crescendo’. En una cooperativa se juntan las personas para compartir su trabajo y poder generar un proyecto de vida que le permita vivir lo mejor posible. Y reparten los frutos de su trabajo con unas reglas democráticas en las que cada persona, independientemente del capital que ha puesto, es un voto. En una sociedad anónima hay un actor que no está presente: todos los trabajadores que contribuyen a que aquella empresa genere riqueza no están sentados en el consejo de administración. Nuestra economía hay que democratizarla. No puede ser que el que tenga capital tenga el poder de las decisiones y el que tiene el trabajo no tenga ninguno. Nada más que reivindicar un poco más de salario o un poco más de ventajas sociales. Eso es una anomalía social que hay que cambiar.
P. La anomalía social no es la cooperativa: es la sociedad anónima.
R. Creo que sí.
P. Leo en internet: “Valores de una cooperativa: democracia, igualdad, equidad, solidaridad”. Como la Revolución Francesa.
R. Evidentemente. El cooperativismo ha sido la innovación social más importante del siglo XIX y el XX. Surge del anarquismo, que hoy está muy denostado. Y surge porque cree poco en el Estado como elemento regulador de una sociedad y cree que la sociedad se puede autoorganizar. Esa innovación ha llegado hasta nuestros días con una fuerza importante. El cooperativismo es la única praxis distinta de la economía capitalista que tiene carácter global y que está organizada. No hay ninguna idea que se pueda sostener en el tiempo si no va acompañada de una praxis. Y la praxis cooperativa provoca que haya muchas personas que se incorporan a la cultura de la colaboración.
P. El cooperativismo es una forma de rebeldía.
R. En cierta manera, sí.
P. ¿En el futuro todas las empresas serán cooperativas?
R. No tiene por qué. Pueden convivir con otros modelos. Se pueden crear redes ciudadanas de solidaridad que no tengan por qué tener una actividad económica. Lo que está claro es que la ciudadanía, si no se organiza a través de redes ciudadanas, está renunciando al poder de participar en la sociedad.
No concibo ningún cambio si no se ensancha la cultura colectiva
P. Usted cree poco en el Estado.
R. No. Lo que creo es que la colaboración no está suficientemente organizada para presionar al Estado. Y los estados cada vez tienen menos fuerza. Hoy Europa es la que legisla. Y los lobbies que hay en Europa no son los lobbies de la cooperación. O tienen menos fuerza que los lobbies de la especulación. Si queremos que los estados legislen para que se imponga un ecosistema social más racional, más igualitario y más solidario, tenemos que organizarnos.
P. ¿Qué es más difícil: gobernar una cooperativa o un gobierno de coalición?
R. Yo no he estado en ningún gobierno de coalición, salvo en el del Ayuntamiento, que ya fue difícil. Ambas cosas tienen dificultades. Los gobiernos de coalición hacen cosas prácticas que benefician a los ciudadanos y cuando tienen discrepancias se explicitan. Hay diversidad de opiniones pero también medidas que benefician al colectivo. A mí eso más que espantarme me parece súper positivo. Los medios lo presentan como una anomalía cuando la anomalía sea quizás que los gobiernos sean uniformes y sin discrepancias. La sociedad es discrepante y diversa, y eso tiene que estar reflejado también en los gobiernos.
P. Leo en la web de Faecta: “La cooperativa es la alternativa al modelo de mercado capitalista”. ¿Os queréis cargar el sistema?
R. La pregunta es si el sistema actual se va a cargar la vida y el planeta. Tenemos que intentar construir algo que impida que eso suceda.
P. ¿Tenemos tiempo?
R. Vamos muy mal de tiempo.
P. Finanzas éticas, consumo responsable, producción sostenible. ¿La cuadratura del círculo?
R. Sí. Por eso digo que estamos muchos actores interviniendo en distintos ámbitos. Si una persona pone su dinero en una entidad financiera ética y no lo manda a la industria armamentística o la especulativa, está desarrollando una economía colaborativa. Y a mí me parece que esas personas estarán haciendo una contribución comunitaria de primer nivel. En Latinoamérica hay un montón de gente expulsada del sistema financiero. No pueden pedir prestado para comprarse un frigorífico o una televisión porque no los dejan ni abrirse una cuenta en el banco. Y son las cooperativas de crédito las que les dan esta posibilidad.
Andalucía tiene más cooperativas que el País Vasco pero no tiene grandes grupos
P. Definición de economía social: “Primacía de la vida sobre el capital”. ¿Eso es posible?
R. La economía social, si no es cooperativa ni democrática, no es social.
P. Faecta acaba de presentar un modelo de energía cooperativa verde y barata para 14.000 familias en Córdoba. ¿Le ha llamado Iberdrola para felicitarle?
R. Pues fíjese en una cosa. El modelo surge en el País Vasco. Mondragón se planteó una pregunta: ¿cómo incorporamos a los ciudadanos para producir la energía? Porque el mercado energético, como todos los mercados especulativos, se hace muy complejo para expulsar a otros actores. Mondragón quería montar un sistema fiable y sostenible que funcionara a largo plazo. Pero no tenía experiencia en el tema eléctrico. Necesitaban un aliado. Al primero que se lo plantearon fue a Iberdrola. Les dijo que no. Después se lo plantearon a Repsol. Nosotros lo vemos como un instrumento para poner en marcha estas cooperativas. Y cada cooperativa es propietaria de su planta y tomará sus decisiones en el futuro.
P. ¿Qué pasará en el futuro?
R. Pues ya veremos si gana la fuerza de la cooperación o la fuerza de la especulación.
P. O sea, que para salirnos de los oligopolios eléctricos tenemos que contar con ellos.
R. El mercado energético es muy complejo y todavía las cooperativas no tienen capacidad de influir. Necesitábamos socios estratégicos.
P. Lo del sistema tarifario mayorista, ¿es un atraco o lo parece?
R. La ley está hecha así. Las grandes empresas que tengan un kit de producción de energía, si el precio de referencia es el del gas y estoy produciendo con fotovoltaica o con eólica, pues gano mucho dinero.
Tenemos que democratizar nuestra economía
P. ¿Por qué pagamos la mortadela a precio de jamón ibérico?
R. Porque lo ha decidido así la Unión Europea.
P. ¿Y lo hace para favorecer a los grandes grupos?
R. Desde luego, no para perjudicarlos.
P. ¿Podemos derribar el oligopolio eléctrico?
R. No se trata de derribarlo como de construir una alternativa democrática. Hemos empezado por plantas fotovoltaicas, pero también podemos montar eólicas. Y un molino eólico es capaz de dar luz a 9.000 familias. Se trata de construir un lobby ciudadano de cooperativas que nos permita racionalizar ese mercado. Por lo menos que cuando se legisle esté la voz de los ciudadanos también presente.
P. ¿Ahora no está presente?
R. Ahora no está presente.
P. Leo también en la web de Faecta: “Nuestro beneficio no se fuga a paraísos fiscales”. ¿A quiénes apuntan?
R. Es de dominio público. Todos los días tenemos noticias en televisión. La última polémica fue esta constructora que se ha ido a Países Bajos: Ferrovial. Aquí hay un problema grave. Una comunidad como Andalucía dice: “Le voy a bajar los impuestos a los ricos porque eso atrae inversión”. Vamos a ver. No podemos legislar para que los que más tienen paguen poco porque van a crear más actividad. Habría que medir realmente si el efecto de bajar impuestos produce más reparto de riqueza. De momento, los medidores no dicen eso. Bajar los impuestos es un error de una magnitud enorme.
El cooperativismo ha sido la innovación social más importante del siglo XIX y XX
P. Lo mismo no es un error, sino un proyecto político.
R. Yo creo que es más un proyecto cultural. Es decir, trasladarle a los ciudadanos la idea de que si son complacientes con la bajada de impuestos va a repercutir en su beneficio es generar un estado de opinión.
P. ¿Poder económico y democracia son agua y aceite?
R. Hay más lobbies de capital que de ciudadanos. Eso es una realidad. Los gobiernos se dejan influir por esos lobbies que no ha votado nadie. La democracia se tiene que perfeccionar en dos sentidos. Uno: hay medios tecnológicos hoy para que los ciudadanos puedan votar determinadas decisiones. Y dos: hay que democratizar la economía. Los consejos de administración no solamente deben estar equiparados a nivel de género.
P. 27 de las 100 mayores empresas andaluzas son cooperativas. ¿Para sobrevivir hay que crecer?
R. No. No solo por el hecho de ser cooperativa ya todo es bueno. La economía andaluza está basada en dos pilares estratégicamente incorrectos y que nos perjudican al conjunto de Andalucía. Uno es el turismo y otro es la agricultura intensiva. Tenemos un recurso escaso que es el agua y no podemos basar el desarrollo de Andalucía en exportar agua, que, al final, es exportar fresas, pepino o lechugas. Todo eso se hace con agua y estamos cometiendo un error estratégico.
P. ¿Qué hay que hacer?
R. Reconvertirla en una agricultura ecológica. Que tenga menos producción pero que tenga más valor. El agua es un recurso de todos. Y el turismo también es un gran consumidor de agua. Los recursos naturales son colectivos y eso tiene que estar regulado. No puede ser que una familia en Málaga no pueda comprar un piso porque todos están dedicados a recibir turistas. No puede ser que los turistas usen los servicios públicos de la ciudad cuando llegan los transatlánticos y no paguen una tasa. Hay que recoger más basura y prestar más servicios. Y eso hay que regularlo.
La economía social, si no es cooperativa ni democrática, no es social
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