Ya saben todos a lo que vino Domingo Cisma a Córdoba
El lateral sevillano no se ha perdido un solo minuto de Liga en un equipo con el que aspira a rematar una carrera que transcurrió los últimos nueve años en Primera División
No hace falta que les describa qué tipo de mueca se dibuja en el rostro de los seguidores de cualquier equipo cuando les dicen que acaban de fichar a un futbolista de 33 años por tres temporadas. A Domingo Cisma (Sevilla, 1982) se le recibió en el Córdoba con ese punto de desconfianza que siempre se tiene hacia los veteranos, un gremio que soporta sistemáticamente una cruz: deben demostrar que siguen siendo válidos y no se les perdona absolutamente nada. A los chicos que acaban de llegar se les disculpan los deslices con mayor ligereza. Se admiten los pecados de juventud y se soportan por la promesa de un futuro mejor, que no siempre llega. Domingo Cisma, un experto profesional con más de una década de carrera en la LFP, desembarcó en Córdoba con otro aire. Es un futbolista de efecto inmediato. Llegó con una misión, sin tiempo de adaptación ni de todas esas milongas que se cuentan cuando un jugador no terminar de dar lo que se espera. Oltra le atornilló al lateral izquierdo de la defensa del Córdoba y de ahí no se ha movido desde que empezó a rodar el balón en la Liga 15-16 para los blanquiverdes.
Cisma fue fichado cuando el Córdoba consumía sus últimas horas en el stage de Campoamor. “Por fin”, dijeron algunos en la casa blanquiverde. El sevillano había sido tentado en años anteriores. Su nombre surgía en las quinielas de candidatos tanto en el mercado de verano como en el de invierno desde hacía más de un lustro, pero las conversaciones nunca llegaron a más. Tras salir de un Elche en llamas y con el aval de nueve temporadas consecutivas (Almería, Numancia, Racing, Atlético, Elche) en Primera División, Domingo llegó para ser importante. Debía serlo. Nadie se lo dijo a la cara –o sí, aunque no parecía necesario–, pero su contribución a la causa de la regeneración iba a ser crucial. Le necesitaban siempre ahí y siempre a tope. Oltra descartó de sus planes a Samu de los Reyes, que volvió cedido al Llagostera, y mantiene bajo vigilancia al prometedor Abel Moreno, que hizo la pretemporada con la primera plantilla tras llegar desde el Sevilla C y es fijo en el filial de Tercera. En el primer equipo, la banda izquierda es asunto de Domingo Cisma.
Es un defensa que se dedica a defender. Sólo ha tirado dos veces a puerta esta temporada. Una al marco contrario y otra al propio. No tuvo suerte. Ismael Falcón debutó en El Arcángel recibiendo un tanto en propia puerta de su compañero, en el aperitivo de una tarde infame de todo el grupo ante el Alcorcón (1-3). Aquel partido parece hoy muy lejano, sepultado por la excelente racha de los de Oltra. En este periodo sin derrotas ha tenido mucho que ver la seguridad defensiva: un gol recibido en cinco partidos, con cuatro victorias. Cisma puede mirarse con orgullo al espejo.
A estas alturas de la vida no se la va a complicar más de lo necesario. No tiene el vigor físico de antaño, pero sabe dosificarse y conoce el oficio. Sobre todo, tiene claro lo que esperan de él. No se ha movido del once en los ocho partidos que el Córdoba ha disputado, al igual que sus compañeros Deivid y Markovic. Algún día, por la dinámica de la competición, tendrá que salir. Acumula un par de tarjetas amarillas y está a expensas de todos los rigores de la competición. Los agoreros se preguntan si será capaz de resistir este ritmo durante 42 partidos seguidos.
Mientras tanto, Domingo Cisma sigue a lo suyo. Este domingo se enfrentará al Numancia, con el que jugó en la temporada 2007-08 en Primera División. Vistió durante 34 partidos la camiseta del equipo soriano, que terminó descendiendo. Él, sin embargo, se ganó seguir en la élite, y ahí estuvo hasta este verano. El Córdoba le volvió a llamar y esta vez dijo que sí. Le sedujo el desafío que se le planteaba en El Arcángel, donde se afanaban para reconstruir un proyecto destruido tras el paso por Primera. No se ha perdido ni un solo minuto. Ya saben todos a lo que vino.
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