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Rodri celebra su gol en el Córdoba - Reus (1-0) en El Arcángel | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Los jugadores, conmovidos, se abrazaban sobre el césped. Algunos, como Deivid, se tapaban la cara con las manos y miraban al cielo. Otros aplaudían a la grada. Uno a cero ante el Reus. Gol muy a última hora de Rodri, un tipo bajo sospecha que se reivindicó del mejor modo que puede hacerlo un delantero. Marcó, el Córdoba ganó y todo el mundo se fue feliz a casa. De eso se trataba esta tarde. Nadie llegó a El Arcángel con la esperanza de ver un espectáculo de alta escuela. Fue fútbol de garrafón, pero sirvió. Lo que se vio fue lo que hay. Ni más, ni menos. Seguramente el Córdoba es mejor equipo que el Reus, pero la cuestión es que los catalanes están virtualmente salvados y a los cordobesistas les falta todavía dar un par de pasos más. Tienen 45 puntos y faltan cuatro partidos. Costará, pero con eso se cuenta. El cordobesismo se comportó como cabía esperar: no escatimó ni un gramo de aliento a su equipo, pese a que el desempeño del grupo no fue el más lucido; al final disfrutó del resultado y recordó al propietario lo que piensa de él. “González, vete ya”, gritaron justo después de que Ais Reig pitara el final de un encuentro angustioso.

Había que ganar y Carrión tomó medidas. Colocó a Piovaccari, un finalizador, para buscar el modo de batir a la defensa más firme de la categoría. Al italiano había que surtirle de balones rematables y para eso estaban Ríos y Galán en los blancos, con Javi Lara metido en una posición avanzada y con la misión de repartir juego. Al montoreño le piden de todo y nadie podrá decir que no le pone empeño. Además de monopolizar todas las acciones a balón parado, esta vez le encomendaron la parte más compleja de la partitura. Tuvo que hacer que se olvidaran las previsibles coreografías del ataque blanquiverde aportando soluciones más creativas. Pasará lo que tenga que pasar, pero queda claro que Lara no volvió diez años después al club en el que se formó para echar el rato.

Piovaccari se tomó al pie de la letra lo de demostrar desde el principio que el equipo se jugaba la vida. Con la primera pelota que agarró miró hacia la puerta de Edgar y se fue arrollando a todo el que le salió al paso, como poseído. Su incursión terminó con la pelota perdida y el de Gallarate echándose las manos a la cabeza y protestando no se sabe qué. Con eso activó a la grada, que comenzó a animar desaforadamente. La necesidad tiene su propia estética. Todo el mundo lo entendió. A los seis minutos, Bíttolo se marcó una acción individual en la que logró zafarse de dos defensa y armar un disparo ajustado al palo que detuvo con seguridad Edgar Badía, un portero de rango. Los de Carrión -silbado desde que su nombre se pronunció en la megafonía- tuvieron la pelota y apretaron, como correspondía. El Reus se dejó hacer, muy en su papel. Su primera aparición en ataque fue a los veinte minutos, en un disparo raso de Ramón Folch que atajó Kieszek. A los 30, la volvió a tener el mismo jugador al recoger un balón dentro del área que se había paseado ante la indolencia de los zagueros locales. Su furioso zapatazo se fue arriba y el bufido de alivio en la grada fue monumental.

Este Córdoba, evidentemente, no está para mucho. Va a arreones, es protestón, se acelera... Clásico de un equipo en apuros. Con ese perfil y al aliento de una grada que aplaudió hasta los saques de banda se entregó en la batalla por la salvación. No hay glamour pero nadie lo pide. Con un remate de cabeza esforzado, tras un saque de falta de Javi Lara, Piovaccari logró encender de nuevo al publico tras una media hora ramplona, de mucho quiero y no puedo. El italiano, con la sangre caliente, pidió penalti por agarrón cuando intentó cabecear un centro de Javi Galán. También intervino el ex del Eibar en una acción en la que Sergio Aguza no conectó bien el remate después de recibir un pase de cabeza. Las llegadas blanquiverdes eran frecuentes, pero carecían de peligro para Edgar. Hubo mucha guerrilla en el área del Reus, casi siempre con Piovaccari metido por medio.

El intermedio llegó con una sensación irritante y conocida por el cordobesismo. Su equipo no lo hizo del todo mal. Llegó al área contraria, se esforzó y mantuvo el orden atrás. Con eso no le llegó para tomar ventaja en el marcador. Hace algunas semanas, el escenario hubiera provocado una andanada de chiflidos desde la grada. Esta vez no. Por cariño y por piedad, la hinchada aplaudió.

Al regreso, poco se alteró. El Córdoba siguió coleccionando llegadas más o menos claras y el Reus, bien pertrechado, resistía y asustaba en alguna contra. Después de la tradicional bronca a Carlos González en el minuto 54, el equipo de Carrión trató a su modo de dar un paso adelante. Ante la candidez catalana en ataque, Deivid se decidió a realizar alguna subida -con Edu guardándole la espalda- y los blanquiverdes buscaron las bandas, aunque ni Javi Galán ni Pedro Ríos estaban especialmente inspirados. A Javi Lara le atosigaban para secar su juego y Piovaccari seguía su concierto de percusión. En el 64 pudo hacer algo más en una pelota en largo que controló, perseguido por cuatro jugadores del Reus, para acabar conectando un tiro flojo que interceptó Edgar. Carrión decidió sacar al campo a Markovic -reclamado por un sector de la grada como si fuese un talismán- en lugar de Edu Ramos. El Córdoba no transmitía fortaleza, pero su esfuerzo le daba una esperanza.

En el 70, Javi Lara lanzó de modo magistral una falta lejana y Edgar Badía voló para despejar. El Arcángel estalló una vez más. El montoreño, protagonista absoluto, se marcó un zurdazo desde el pico del área que mandó Edgar a córner, aunque el árbitro no lo vio así y se ganó un broncazo que coincidió con otro cambio de Carrión: entró Rodri por un Piovaccari fundido. El partido enloqueció en el tramo final. El Córdoba se lanzó a tumba abierta, arriesgándolo todo, y el estadio era una caldera. A diez del final, Markovic cabeceó desde cerca a las manos de Edgar tras un buen servicio de Rodri. El acoso crecía. En el Reus salió López Garai, que escuchó aplausos de una grada que le recordaba de tiempos de gloria. Carrión, por su parte, se lo jugó todo: quitó a Antoñito para dar entrada a Alfaro.

Y sucedió. En el enésimo córner sobre el marco de Edgar, Javi Lara la colocó en el corazón del área para que Rodri cabeceara con potencia al fondo de la red. El personal se volvió loco. Rodri, el delantero que estaba seco, floreció en el momento más adecuado y escuchó a la grada corear su nombre. Esto es el fútbol. Va de muertes y resurrecciones. Al Córdoba le salvó Pawel Kieszek con un paradón a Máyor a falta de dos minutos, con El Arcángel definitivamente entregado a una algarabía que mezclaba fiesta, indignación, rabia contenida y alivio.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA, 1: Pawel Kieszek, Antoñito (Alfaro, 81'), Caro, Deivid, Bíttolo, Aguza, Edu Ramos (Markovic, 65'), Pedro Ríos, Javi Galán, Javi Lara y Piovaccari (Rodri, 73').

REUS, 0: Edgar Badía, Benito, Olmo, Melli, Miramón, Vítor Silva (López Garai, 78'), Ramón Folch, Marcos Tébar, David Haro (Ricardo Vaz, 57'), Jorge Díaz (Ángel, 67') y Máyor.

ÁRBITRO: Ais Reig (Comité Valenciano). Amonestó con tarjeta amarilla al local Pedro Ríos y a los visitantes Benito, Máyor y Ramón Folch.

GOL: 1-0 (85') Rodri.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 38 del campeonato nacional de Liga 1|2|3 disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 13.750 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del exfutbolista camerunés del Córdoba Patrick Eckeng, que falleció en mayo del año pasado durante un partido en Rumanía.

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