Suena el despertador
En apenas siete días el Córdoba ha tachado unas cuantas tareas pendientes de su lista de objetivos inmediatos. Ganó, lo que supone una noticia de valor incalculable. No lo hacía desde finales de septiembre en Liga, donde engarzó nueve jornadas en las que hizo de todo menos sumar tres puntos de una tacada. Lo logró por fin en Reus, en el hogar de una de las revelaciones del campeonato, ante un equipo que no encajaba apenas goles y que anda crecido. Pero llegó el Córdoba, con tantos problemas a cuestas como ganas de endosárselos al primero que se le cruce por el camino. Lo empezó a hacer el miércoles con el Málaga, un Primera al que dejó sonrojado y con su continuidad en la Copa del Rey más que comprometida (2-0). Y remató la semana con un triunfo fundamental en Reus, donde despachó un partido sobrio y eficiente. Los delanteros marcaron, el portero paró -muchísimo-, los defensas defendieron, los medios repartieron -juego y de lo otro- y todo el mundo se implicó en una conmovedora lucha por defender lo que habían agarrado en un inicio ideal. Con más hambre que método, el Córdoba de Carrión agarró una victoria cuyo valor se reflejó en la eufórica coreografía blanquiverde de saltos, abrazos y puños al viento ante la grada en la que los irreductibles seguidores, tras la merecida fiesta, volverán a hacer números con media sonrisa en la cara. Esto es Segunda División. Y al Córdoba le ha sonado el despertador.
Carrión dejó su impronta en el primer once liguero. Apostó por Javi Galán como interior izquierdo y compuso un centro del campo novedoso -la ausencia de Luso, un pilar, convertía todo en un experimento- con Edu Ramos y Borja Domínguez, dejando a Guille Donoso en el flanco derecho y a Juli como enganche en la mediapunta con Rodri, el más avanzado. Atrás, recuperó la retaguardia original del principio de Liga hasta donde le permiten las circunstancias: Antoñito y Cisma en los laterales, con Héctor Rodas y Bijimine por en el centro. Solo el congoleño por el lesionado Deivid. El grupo salía con un examen que aprobar ante un Reus que no se caracteriza por marcar demasiados goles en su hogar -llevaba siete- pero que recibe todavía menos. El nuevo técnico cordobesista buscaba un tono dinámico en los suyos, con velocidad para robar y correr. Esa era la idea. Con la buena noche de la Copa como estimulante anímico, el Córdoba se plantó en el Municipal de Reus escuchando los cánticos de la incansable peña Sangre Blanquiverde y con el desafío de ir para arriba. Más que nada, por no tener que mirar hacia atrás, donde siente el aliento de una jauría de desesperados que quieren tenerle como vecino. No hace falta recordar las dificultades -de aceptación, primero, y de respuesta, después- que supone para un candidato al ascenso el verse metido en berenjenales fuera de guión. El Córdoba no pisa los arrabales de la Liga desde que bajó de Primera. No quieren ni mencionarlo. De ese pánico nació el ardor del partido en Reus.
La puesta en escena fue impactante. Antes del minuto dos, al Reus -el equipo menos goleado de la Liga, sólo 12- se le encogió el corazón. Juli empalmó al fondo de la red un balón rechazado por Badía tras un disparo lejano de Guille Donoso. Los blanquiverdes se abrazaron como si no hubiera un mañana. En la banda, las palmadas de aliento llovían sobre el chaquetón de Luis Carrión, que paladeaba un estreno increíble. Los catalanes trataron de recomponerse y tocaron el balón en zonas intrascendentes, esperando que al Córdoba se le vieran las costuras o alguien se equivocara. Pero los de Carrión estaban crecidos y no parecían dispuestos a desperdiciar la ventaja. Nacho González introdujo en el once titular a Chrisantus, un delantero tanque, para percutir con Rodas y Bijimine. El nigeriano anduvo algo perdido, víctima del inesperado escenario inesperado: no hubo entradas en carrera, ni ataques en superioridad. El Córdoba, bien colocado, se afanó en apretar en cuanto el Reus cruzaba el mediocampo. El primer tiro con cierta intención lo hizo Álvaro Benito en el minuto 20. El balón tocó en el pie de Héctor Rodas y se fue a córner.
El Córdoba tuvo en segundo cerca a los 25 minutos, con un latigazo con la zurda de Rodri desde el pico del área que desvió con apuros Badía. En el medio centro, Edu Ramos estuvo soberbio en la presión y la distribución del balón tras robo. El malagueño hizo el papel de Luso y estuvo más que a la altura de las circunstancias. El trabajo defensivo era el pilar. Kieszek mostró su colocación al detener un trallazo a la media vuelta de Haro, que había recibido un buen servicio de Chrisantus. Haro se erigió en un instrumento de tortura para el Córdoba en una fase inspirada del Reus. Kieszek se encargó de sofocar la rebelión con intervenciones muy seguras. En el otro lado del campo, el Córdoba se asomaba con menos frecuencia pero con más peligro. Javi Galán protagonizó una acción individual en la que, tras desembarazarse de un par de rivales con velocidad y quiebros de cintura, se plantó delante de Edgar Badía: la excelente factura de la jugada se quebró con una tibia definición. La poca potencia del disparo facilitó la parada del meta mientras en la grada del Municipal de Reus tragaban saliva.
A los de Carrión les faltó capacidad de resolución arriba, pero eso lo compensó Pawel Kieszek atrás. El polaco paró un cabezazo picado de Chrisantus en una intervención fantástica a falta de cuatro minutos para el intermedio. El Córdoba estuvo certero en el manejo del ritmo para irse al intermedio con ventaja de 0-1 y la sensación de tener la situación controlada ante un Reus muy competente.
A los cinco minutos de la reanudación, Carrión sustituyó a Guille Donoso para hacer debutar en Segunda División a Esteve Monterde. El Reus siguió a lo suyo... y Pawel también. El polaco intervino con acierto a un disparo lejano de Fran Carbiá. Los locales se mostraban muy activados, tocando la pelota de lado a lado y buscando el hueco atrás para un Córdoba que resistía del mejor modo que podía: con solidaridad en el esfuerzo y Pawel parándolo todo. Y entonces apareció Rodri. El máximo goleador cordobesista recibió un regalo de Javi Galán, que le envió un balón franco para que controlara en el área, hostigado por Babic, para armar rápido la pierna y batir a Badía. El soriano dio su habitual voltereta en el aire y parecía que todo había terminado ahí. Pero no. Babic aprovechó, en un impetuoso cabezazo, el enésimo saque de esquina del Reus para elevar la temperatura del partido. Con el 1-2, los catalanes se revolucionaron y asediaron la portería de Kieszek, que evitó el empate a falta de tres minutos en un lanzamiento de Querol. Carrión sacó al veterano Pedro Ríos y pidió calma para afrontar un final de alto voltaje. El Córdoba aguantó el tirón sacando pelotazos hacia Rodri y tirando del manual de tretas clásicas para hacer que en los minutos de alargue no pasara nada más. El silbatazo final acabó con más de dos meses sin abrazos en la Liga.
FICHA TÉCNICA
REUS, 1: Badía, Benito, Ángel, Babic, Pichu Atienza, López Garai, Folch, Fran Carbiá (David Querol, 68'), Haro (Jorge Díaz, 68'), Miramón y Chrisantus (Edgar Hernández, 82').
CÓRDOBA, 2: Pawel Kieszek, Antoñito, Jonathan Bijimine, Héctor Rodas, Domingo Cisma, Edu Ramos, Borja Domínguez (Alfaro, 67'), Javi Galán, Guille Donoso (Esteve Monterde, 50'), Juli (Pedro Ríos, 84') y Rodri.
ÁRBITRO: Pulido Santana (Comité Canario). Amonestó con tarjeta amarilla a los cordobesistas Domingo Cisma y Antoñito.
GOLES: 0-1 (2') Juli. 0-2 (59') Rodri. 1-2 (83') Babic.
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada décimo séptima del campeonato nacional de Liga 1|2|3, disputado en el Municipal de Reus ante 3.689 espectadores. Numerosos aficionados cordobesistas en las gradas, liderados en la animación por la Peña Sangre Blanquiverde.
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