No se puede decir que no sea recordada. Tampoco que pertenezca al anonimato más absoluto. Ella es más de la corriente de la autoexigencia, de la línea de pensamiento del trabajo diario. Talento y sacrificio van de la mano en su figura, inmersa en un deporte desagradecido, donde cualquier mínimo error pesa toneladas. Nunca fue demasiado peso para una deportista cordobesa con 14 medallas de oro en campeonatos nacionales absolutos colgadas del cuello. Agua y cloro son su pasión y ello le ha llevado a alcanzar cotas que ni ella misma se imaginaba. Se trata, sin temor a la duda, de una de las mejores deportistas de la historia cordobesa.
Sin embargo, ella no hace demasiada gala de esta vitola y se dedica a lo suyo. Belén Domenech Miranda (Córdoba, 1985) es miembro del selecto grupo de los considerados mejores en su disciplina dentro de la provincia cordobesa. En su segunda casa, la piscina de Vista Alegre, y ataviada con el chándal de su club, el Navial, atiende a CORDÓPOLIS no tanto como deportista de alto rendimiento, sino con un papel a pie de piscina. Aunque, claro está, los recuerdos de tiempos pasados y felices siempre afloran. Y eso que, en cierta manera, empezó algo tarde en el mundo acuático. Pronto se atisbarían sus aptitudes. “Yo siempre viví en el Parque Figueroa, éramos socios de la piscina del Figueroa y mi madre no me dejaba ir sola a la piscina con mi amiga porque no se aseguraba que yo supiera nadar, porque nunca había hecho un curso y ya a lo mejor tenía unos 9 ó 10 años. Y claro, nunca había hecho un curso. Yo todos los veranos, lo típico de buceo. Pero realmente nadar, nadar nadie me había enseñado nada”, explica la nadadora, que tuvo en María José Cañete, gerente del Club Navial entonces y ahora, su principal punto de apoyo para empezar su carrera.
“Me apunté a un curso que me lo dio precisamente María José Cañete, que es la gerente de mi club, y a partir de ahí vieron que tenía cualidades, que me gustaba, que disfrutaba y que se me podía dar bien. María José habló con mis padres para que yo durante el invierno, porque yo por aquel entonces solamente veía una piscina en verano. Entonces María José Cañete habló con mis padres para que yo pudiera venir durante el invierno aquí al pabellón de Vista Alegre. Hablaron con ellos, me apunté y durante el invierno venía aquí”, agrega ampliamente mientras la actividad en el complejo cordobés sigue su curso. Desde entonces, puede considerarlo como uno de sus lugares favoritos.
Si con 10 años ya destacaba recién empezada, su desarrollo en la piscina fue meteórico y su primera actuación destacada llegó sólo 2 años después, en su primera participación en un Campeonato de España Júnior. Hasta ella misma se extraña de que todo fuera tan rápido y lo expresa desde la sinceridad más amable. “Yo empecé a nadar y de repente ya me vino todo un poco de golpe. Verás, simplemente yo estaba disfrutando de lo que hacía y me salían los resultados, la verdad es que no era consciente de lo que hacía. No tenía yo esa percepción que ahora sí puedo tener, de cuando algún niño del club es campeón de España o cuando algún niño del club consigue cosas que yo conseguí; me di cuenta de que lo que realmente eso era y en aquel entonces no. Entonces yo disfrutaba, lo pasaba bien y sí que me daba cuenta de que iba rápida y que nadaba y que tenía cualidades, pero yo no era consciente de lo que realmente eso implicaba”, confiesa.
Todo fue rodado a partir de ahí. En el año 2000, con sólo 15 años, consiguió una gesta para la natación cordobesa. Belén Domenech se colgó el oro en aquel Campeonato de España absoluto en 50 metros braza, aquel celebrado en Palma de Mallorca. También esto estaba dentro de esa vorágine de éxito y ascenso meteórico que la envolvía en una nube. Y lo hizo en su primer año fuera de Córdoba: concretamente, en Málaga tras recibir una beca. “No tengo problema en afrontar retos. Y la verdad que para mí fue un reto. Me lo plantearon y lo vi como una oportunidad”, apunta sobre aquella estancia en la Costa del Sol. ¿Cuándo fue consciente de lo que estaba haciendo? Hasta mucho tiempo después, según apunta ella misma. “Yo creo que cuando vas madurando. No sabes, tú no eres consciente de lo que implica, ni a nivel de club, ni a nivel familiar. Para mí era un reto y yo me lo pasaba bien y estaba encantada, pero igual para mis padres fue algo mucho más duro. Entonces, claro, no eres consciente de lo que implica. Sí que eres consciente de que tienes cualidades, que se te da bien, dónde quieres llegar, dónde te dicen que puedes llegar o donde tú tienes unas expectativas y sabes que tienes un equipo detrás que va contigo. Y eso sí, más o menos lo tienes claro. Lo que no tienes claro es la implicación en general”.
Catorce oros absolutos, cuatro participaciones en finales de campeonatos europeos, un bronce en los Juegos del Mediterráneo...Estos son sólo algunos de los logros que consiguió en su especialidad, la braza. Hasta que decidió apartarse de la natación competitiva al más alto nivel para hacerlo con otro listón de exigencia. Y no fue una decisión radical o raíz de una derrota, como pudiera pasar en otros casos. Domenech explica que pensó que “en aquel momento ya no estaba preparada psicológicamente para seguir rindiendo al mismo nivel. Lo dejé sin problema, pero yo me vine para acá y seguí compitiendo a otro nivel; entrenaba, evidentemente, mucho menos”; “yo lo he llevado siempre sin problema. Disfrutando de lo que haces, creo que es donde más lejos llegas, desde luego”, añade al respecto. Además, explica sin tapujos que “poco a poco, vas viendo durante la temporada que ya no le pones el mismo interés o que vas a entrenar y ya no te apetece tanto ese machaque, sobre todo psicológicamente, que te puede acabar machacando un poco. Ya vas viendo que en tu lista de prioridades, a lo mejor ya no solamente haces eso”. El paso de categoría absoluta a máster, evidentemente, supuso un cambio en su mentalidad a la hora de afrontar las competiciones. “Yo creo que es sobre todo la forma de planteamiento personal. La percepción es diferente, no quiere decir que sea menos exigente; cada uno se exige lo que quiere, entonces ahí cada uno ya que decida”, apostilla.
Con todo su historial, no se puede dejar atrás el asunto olímpico. Y es que Belén Domenech fue una de esas deportistas cordobesas cuyo culmen en una cita olímpica nunca llegó a pesar de su talento y trabajo. El estar en un momento determinado en un estado de forma determinado fue la clave según la nadadora califa. Atenas 2004 y Pekín 2008 no pudieron ser sus fechas mágicas. “Tienes que estar en un momento muy determinado”, asevera; “tú tienes cuatro años, que los puedes tener muy buenos durante la preparación para la olimpiada. Pero es que tienes que estar en un momento muy determinado y, si no estás en ese momento determinado, ya no te seleccionan para ir. Entonces claro, me ha pasado que en los momentos que había que estar no he estado por circunstancias infinitas, porque el deporte tiene millones de factores alrededor que te condicionan y se dio la casualidad de que en ese momento no pude estar”.
Muchas veces, el periodista, en ciertas entrevistas con ciertos protagonistas, tiene que rendirse a un discurso donde la sinceridad entra en escena como actriz principal. Es el caso que sucede con la protagonista en cuestión, cuando reflexiona y se cuestiona muchas cosas: entre ellas, la capacidad de la sociedad para valorar el trabajo hasta la extenuación de los deportistas individuales por conseguir sus marcas o logros. “Creo que la sociedad en general no valora o a lo mejor ni siquiera llega a comprender el esfuerzo que hace un deportista de este nivel. Igual la sociedad no lo comprende y valora mucho más el deporte más cercano, a lo mejor más popular, que realmente lo que puede implicar el deporte de alto rendimiento. Creo que hay un problema cultural que no se valora, la sociedad no lo valora. Yo no te puedo decir que yo no estaba apoyada ni por las entidades que hubiera en ese momento, ni por la Federación. Yo sí que me he sentido apoyada. De hecho, me he sentido muy apoyada por mi club el primero y no me he sentido en ningún momento devaluada al paso de los años. Yo a día de hoy siento que la gente valora lo que sí que he hecho, la gente de mi entorno, pero es verdad que la sociedad en general no lo valora. No es capaz de comprender el esfuerzo que se tiene si se valoran otras cosas mucho más básicas o a lo mejor más cercanas para ellos, porque sí son capaces de llegar. A lo mejor nosotros no somos capaces de transmitir todo lo que eso conlleva detrás”.
Salta a la palestra entonces el ejemplo de Rafa Muñoz, nadador olímpico cordobés que ahora reside en Barcelona. “Evidentemente, ¿tú crees que la gente comprende todo el esfuerzo que Rafa tuvo que llegar a hacer? A lo mejor no somos capaces de comprender eso. Yo te puedo decir que sí, que entiendo el valor que tiene y mi club también porque se dedica a eso, pero una persona de a pie no lo valora tanto porque no lo puede llegar a comprender”. Y no sólo a la sociedad cordobesa, en concreto. “Ojalá pudiéramos entre todos transmitir lo bonito que es nuestro deporte igual que todos los deportes, sobre todo, por los valores que te pueden inculcar”, agrega.
Apartada de la natación competitiva, ahora Belén Domenech dirige dos grupos, uno de categoría base y otro de máster. Niños y adultos confluyen en un punto de unión: la enseñanza de una profesional encomiable. “En la categoría máster, ellos saben lo que quieren, lo que quieren implicarse; yo me voy a implicar X, esta cantidad de horas, y los niños simplemente vienen a jugar, disfrutan y a partir de ahí nosotros trabajamos. Cambia un poco la percepción de la implicación, pero luego a la hora de afrontar la competición son bastante parecidos”.
En plena pandemia, además, tuvo que hacer malabares para mantener unidos a los niños en una situación que “daría casi para escribir un libro”. En ello también estuvo una especie de reivindicación de los deportes bajo techo. “Durante todo el confinamiento estuvimos con los niños haciendo clases por Zooms en la que intentábamos tener un seguimiento continuo. Les pedíamos vídeos, les hacíamos clases de diferentes formatos para que ellos estuvieran entretenidos y enganchados. Y en cuanto acabó el confinamiento, ya empezamos a nadar con millones de restricciones, pero hemos conseguido que todo el grueso del equipo siga en funcionamiento y no hemos tenido bajas significativas”, desarrolla con emoción una Domenech que, a día de hoy, puede confirmar que el equipo base está completo, entre los que se quedaron y vinieron nuevos. “Podríamos seguir una temporada, la temporada que viene, como si nada de esto hubiese pasado. Hablar de eso así es un orgullo, pero ha sido un trabajo muy duro porque teníamos que estar muy encima de ellos, todo el rato intentando reinventarnos para que no se aburrieran, que no eligieran otro deporte”.
Un personal tremendamente cualificado, formado en las aulas y con amplia experiencia en las piscinas. Es de lo que disfruta un club puntero en Andalucía en el mundo de la natación como es el Club Navial, que intenta hacer crecer a su base desde el contexto pandémico, que va tocando a su fin con la vacunación masiva, con competiciones por allí y por allá. Belén Domenech, en cualquier caso, es el ejemplo claro del pulimento del talento desde la base y el apoyo de un club desde los inicios. Ella también lo asimila así en su actual rol. “Cada uno de nosotros hacemos y aportamos nuestro nuestro granito de arena siempre que podemos. Hemos tenido muy buenos deportistas, los seguimos teniendo y procuramos que estén siempre tanto en prensa como en redes sociales. Esa es nuestra manera de darlo a conocer”. El esfuerzo no se negocia; ella no escatima, desde luego, en amasarlo, tanto para su beneficio pasado como para el trabajo del futuro.
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