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Esto no puede estar pasando

Locura en Las Palmas tras el gol de Uli Dávila | MADERO CUBERO

Paco Merino

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La memoria en 11 imágenes del partido que revolucionó a toda una ciudad | El Córdoba logró subir con un gol en la última jugada

En el estadio canario, solo un puñado de cordobeses. A más de 1.500 kilómetros, bajo el sol del incipiente verano, miles de aficionados sentados en las terrazas de los bares ante la pantalla de televisión. Seguramente dispuestos a comprobar, guiados por la fuerza de la costumbre, el enésimo episodio de decepción en blanquiverde. El honor de la derrota, la muerte en la orilla, el despliegue de honestidad brutal para acabar felicitando a un contrario triunfante. Así fue siempre. Hasta que dejó de serlo. Un tal Ulises Dávila logró con un gol en el minuto 93 conducir al Córdoba a Primera División después de 42 años de ausencia. Este lunes 22 de junio se cumple exactamente un año desde el momento que provocó la mayor explosión popular de los últimos tiempos en Córdoba.

LOS DELEGADOS DE UNA PASIÓN INFINITA EN GRAN CANARIA

No había entradas. No había vuelos. No había ningún tipo de facilidades para los blanquiverdes que deseaban estar con su equipo hasta el final. Hubo quienes se quedaron clavados en el aeropuerto. Algunos, con entrada y sin pasajes. Otros, con pasaje y sin entrada. Algunos fueron a Las Palmas y se quedaron sin entrar al estadio. Quienes lograron cruzar el umbral del Gran Canaria fueron testigos de un acontecimiento histórico. Rieron y lloraron juntos. Se hermanaron de blanquiverde para el resto de sus vidas.

VESTIDOS DE NEGRO EN EL PARTIDO DE SUS VIDAS

El Córdoba estuvo en el campo del modo que se podía prever. En medio de un infierno amarillo, la Unión coleccionó oportunidades de gol ante un equipo que aguardaba la suya. En la ida se registró un empate a cero. El Córdoba estaba obligado a marcar y Las Palmas, a ganar. Se adelantaron los locales en el minuto 47 con un gol de Apoño. En la imagen, López Silva recibe la entrada de Javi Castellano ante la mirada de Valerón y el árbitro, Sánchez Martínez. En ese momento, con 1-0, los anfitriones eran de Primera.

¿PERO QUÉ ESTÁN HACIENDO?

El partido enfila la recta final. El Córdoba, con Arturo y Xisco en el campo y apretando, lo pasaba fatal en los contragolpes locales. El 2-0 se mascaba. Un buen número de seguidores amarillos salta al campo y entra por distintas zonas al terreno de juego con una facilidad pasmosa. No es la primera vez que un suceso así se producía en el Gran Canaria. Sánchez Martínez detuvo el partido. Entran el presidente, la fuerza pública, los jugadores se mezclan con los más exaltados... Un caos. Todos esperan que el árbitro decrete el final del partido. El murciano dice que quedan tres minutos.

ULI DÁVILA SE HACE GIGANTE EN EL FINAL MÁS INCREÍBLE

Pinillos trata de desbordar en la izquierda pero le sacan el balón de manera expeditiva. El pelotazo le llega a Juan Carlos, que envía en largo hacia el campo canario. Allí controla Pelayo, que con la zurda envía hacia el corazón del área. Raúl Bravo, que llega en carrera, le pega mal al balón. El guardameta Barbosa, en un raro escorzo, no bloca y la deja muerta a los pies de Uli Dávila, que remacha el gol y corre enfervorizado. El estadio enmudece. Ahí termina todo. El Córdoba acaba de ascender a Primera División.

ENTRE LA ÉPICA Y EL DISPARATE: BLANCO, VERDE Y AMARILLO

Mientras los jugadores se abrazan sobre el césped, cientos de seguidores de Las Palmas invaden el terreno de juego en el más absoluto descontrol. Algunos jugadores del Córdoba, como Mendi, fueron agredidos por vándalos. La imagen refleja el caos del momento. Al fondo, Chapi Ferrer se abraza a Nieto. Pelayo y Pedro se miran con alborozo. Saizar, López Garai y Fran Cruz sonríen. Solo Iago Bouzón, con el rostro desencajado, parece intuir la gravedad de la situación y el peligro que corren. Por detrás aparecen seguidores canarios con pocas ganas de fiesta.

SEÑORES, HA LLEGADO LA HORA DE LARGARSE DE AQUÍ

Xisco corre hacia el vestuario protegido por las fuerzas de orden público. Tras el gol, el árbitro y sus jueces de línea corrieron hacia el vestuario y los jugadores blanquiverdes, que celebraban el ascenso, quedaron atrapados en algunas zonas ante el acoso de seguidores locales. Algunos lo pasaron francamente mal.

UNA OCASIÓN ASÍ SE MERECE UN BESO

Una vez desalojado el estadio, los futbolistas vuelven a salir al césped para celebrar su éxito. Allí les jalean desde la grada los pocos aficionados blanquiverdes que se desplazaron. En la imagen, Xisco hace el ademán de besar a Mikel Saizar, a quien el ghanés Razak Brimah sujeta la cabeza para que no escape a la broma. Bernardo Cruz asiste al jolgorio.

EL PRESIDENTE Y EL CAPITÁN: EL ABRAZO DE LOS QUE MANDAN

Carlos González y Abel Gómez se funden en un abrazo en los vestuarios del estadio Gran Canaria. El presidente y dueño del club veía hecho realidad el sueño de llevar a Primera al Córdoba. El futbolista sevillano añadía a su expediente el cuarto ascenso a la máxima categoría, después de haberlos logrado anteriormente en las filas del Real Murcia, Xerez Deportivo y Granada. El mediocentro sevillano era uno de los más emocionados por la hazaña.

UNA FOTO PARA EL RECUERDO EN EL LUGAR DE LOS HECHOS

En la portería en la que marcó Uli Dávila unos minutos antes, los jugadores del Córdoba fueron fotografiados para la posteridad. Allí estaban, ya con las camisetas conmemorativas del ascenso, los dieciocho que entraron en la convocatoria y los que se desplazaron en la expedición blanquiverde, como Caballero, Razak, Espejo, Sillero, Nwanko Obiora o Samu de los Reyes.

EL TREN DEL ASCENSO EN EL HOTEL: COMIENZA LA FIESTA

Los jugadores, técnicos y empleados del club se lanzaron al festejo de forma desatada. Algunos, menos amantes de las coreografías desatadas y el desmelene, se lo tomaron con calma y disfrutaron de la victoria de manera más sosegada. Fueron una minoría. La noche fue larguísima para otros muchos miembros de la plantilla, que lo celebraron con el exceso que la ocasión merecía.

LA META CUMPLIDA DE CARLOS GONZÁLEZ

Sentado en un sofá del hotel, junto a su esposa María del Mar Muñoz, Carlos González refleja en su rostro la satisfacción por el éxito deportivo, los efectos de la fiesta y el desgaste de una temporada de intensidad monumental. El presidente y dueño del club, en el tercer año de su mandato, consiguió contra pronóstico y con mérito llevar al Córdoba a la máxima categoría tras más de cuatro décadas. Su gestión, siempre controvertida, encontró en los resultados la homologación que precisaba para reafirmarse. González no quiso ocupar el primer plano en las celebraciones. No lo hizo en Las Palmas ni tampoco en Córdoba, donde dejó el escenario a los futbolistas y técnicos.

I | ¡Gracias, Uli Dávila! Contigo empezó todo

II | Oda a la sangre blanca y verde de los hermanos Cruz

III | 'Chapi' Ferrer, el poeta del utilitarismo

IV | Os dije que íbamos a ascender y hemos ascendido

V | ¿Qué fue de ellos? Los 18 de Las Palmas, uno a uno

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