Fernando Vacas tiene la teoría de que el músico Howe Gelb, líder de Giant Sand, es de ascendencia sefardí y que, por lo tanto, sus ancestros son cordobeses. Cuando le preguntas cómo acabó haciendo un disco en Córdoba con Gelb, Raimundo Amador y la banda de gitanos que formaron Lin Cortés, Añil Fernández y el Panky, dentro de sus a menudo destartaladas diatribas, brilla esta: “Gelb es apellido de judíos expulsados a Austria, y de ahí a Estados Unidos. Puede ser que de ahí venga su conexión con Córdoba”.
Más allá de teorías, linajes y conexiones ancestrales, lo cierto es que Howe Gelb ha acabado pasando varias temporadas en Córdoba. Y que, de sus varias visitas de la primera década de los dosmil nació Alegrías, uno de los discos de flamenco fusión más importantes de lo que llevamos de siglo XXI, y que acaba de ser reeditado por su décimo aniversario por el sello Eureka y distribuido a nivel internacional por Munster Records. Todo ello bajo la atenta supervisión de Fernando Vacas, el artífice de aquel pequeño milagro musical.
“Fue Joan Vich [el que fuera director del FIB] el que me presentó a Fernando Vacas, que fue muy amable al invitarme a venir y probar a grabar con él y sus amigos”, recuerda Howe Gelb a este periódico sobre la génesis del disco. Nos atiende desde su hogar, en algún lugar de Tucson, Arizona, y se presta a pasear por el camino de la nostalgia de otros tiempos, en los que viajar estaba permitido.
De aquel encuentro con Vacas, por entonces uno de los músicos indie más respetados del país, salió un viaje en el que Howe descubrió que algunas de sus intuiciones sobre el flamenco eran ciertas y que, a su vez, sirvió para reconciliar al productor cordobés con el niño que era cuando jugueteaba con el compás 3 por 4.
Gelb no llegó virgen en lo que a flamenco se refiere. Antes de grabar era un oyente “instintivo” de flamenco, particularmente de la guitarra española. “Si eres amante de las guitarras, el lugar donde se convierte en lo que aún son hoy es en Andalucía. Así que había algo en el flamenco que me llamaba desde hace muchos años, pero nunca nos habían presentado propiamente”, recuerda el artista.
Ahora que existe un impulso comercial que permite aflamencar la música popular, ya sea el trap o el rock, es quizá el mejor momento para recuperar este disco, que se grabó durante casi tres años de manera intermitente, entre juerga y juerga, y que no vio la luz hasta 2010.
Cuando salió, tuvo un reconocimiento positivo de manera unánime. Llegó a ser reseñado por la revista Pitchfork, que reconoció abiertamente la osadía de Gelb aunque no se mostró excesivamente seducida por el resultado final. Claro que aquello era la prehistoria de la Pitchfork actual (que le dio, por ejemplo, un 8,8 a El Mal Querer de Rosalía).
Es bastante probable que, si Alegrías saliera hoy, en pleno 2021, su recibimiento sería mucho más entusiasta. De hecho, desde su salida hasta la fecha, su valor entre los coleccionistas ha ido in crescendo, de manera que una copia de la grabación original en vinilo (distribuida por la multi PIAS) se oferta entre los 45 y los 125 euros, lo cual no está nada mal para un disco que se grabó casi como un divertimento.
Para Gelb, que se inició en el flamenco por Tomatito (con el que compartió sello en los noventa), parte del encanto del disco es precisamente su condición de juego, ese carácter lúdico que facilita la fusión entre mundos. “Todos los que escuchan el disco aquí [en los Estados Unidos] recalcan mucho esa idea de lo imposible”, explica el líder de Giant Sand, que considera Alegrías una buena forma “para que los fanáticos de la música indie tengan una fácil introducción al flamenco”. “Luego ya pueden seguir adelante y encontrar el flamenco puro”, les aconseja.
En Córdoba, sin embargo, el disco fue la culminación de una forma de hacer música. Alegrías dio lugar al Sonido Corredera, auspiciado por Fernando Vacas y aquella banda de gitanos. Uno de ellos, El Panky comentaba hace unos días que lo que distinguía a aquel soniquete es que “tenía mucha calle”. Vacas, que es verdad que tiene mucha calle, en realidad lo que ha hecho desde entonces ha sido refinarlo cada vez más. Tanto lo refinó que acabó nominado a un Grammy por un disco de Remedios Amaya grabado en la Iglesia de la Magdalena de Córdoba.
Precisamente, hace unos meses, repitió la jugada y sentó en el mismo piano de esa iglesia a Howe Gelb y a Soleá Morente. Gelb recuerda que aquella “fue una experiencia maravillosa” y no puede evitar nombrar a su padre. “Aprendí muchísimo de los experimentos de Enrique Morente con Sonic Youth”, afirma el músico de Tucson.
De aquella última visita a Córdoba, el cantante y compositor Lin Cortés recuerda la juerga que se pegaron en casa de su madre, él y “Jogüi” (Cortés lo pronuncia así, mientras que Vacas aclara que se pronuncia como el saludo indio: Jau). Cortés, El Panky y Añil no es que tengan calle, es que tienen piel de adoquín. Y su bagaje, forjado durante años en diversos proyectos del mal llamado flamenquito, acabó impregnando el sonido de aquel disco, espoleados por la enorme aportación que hizo Raimundo Amador, el último en subirse al tren y pieza fundamental en la fusión de blues y flamenco.
Paradójicamente, aquellos tres gitanos que venían de grabar discos de Las Ketchup, Las Chuches o Cherokee, eran la sublimación guitarrística que buscaba Howe Gelb, que desde entonces ha vuelto a contar con ellos en otros trabajos. “Lin, Juan y Añil son unos de los mejores guitarristas del mundo”, resume Gelb sin ningún complejo.
“Los músicos andaluces tienen un alma y una profesionalidad inmensa a la hora de tocar la guitarra. Eso es algo que sabía solo de escucharlo. La verdad es que siempre había sido un maravilloso misterio para mí. Así que, cuando se dio la oportunidad de venir a Córdoba, estaba muy emocionado”, rememora hoy el cantante de Tucson.
En este ámbito, nadie conoce mejor la simbiosis de estos dos mundos que el productor inglés John Parish (Pj Harvey, Dominique A), que se encargó de la mezcla final de Alegrías. “El disco todavía suena fantástico en mi opinión. No es muy común combinar dos culturas tan personales y conseguir que suenen tan sutilmente unidas como lo lograron Howe y the Band of Gypsies”, reflexiona el músico británico, que dice que el décimo aniversario de la grabación le trae “muchos recuerdos” de su viaje a Córdoba y del posterior proceso de mezcla en Bristol.
A Gelb, de hecho, le gustó tanto el Sonido Corredera, que después volvió a grabar con Fernando, Añil, Panky y Lin Cortés una canción (And Extended Plane Of Existence) que incluyó en su disco The Coincidentalist. Entre medias, tocaron juntos en Estados Unidos y giraron por toda España con un repertorio que iba de Camarón de la Isla al Wayfaring Stranger de Johnny Cash, y que dejó en quien los vio entonces la sensación de estar ante un conjunto único.
En el deseo de todos los implicados está repetir la hazaña. Gelb se siente afortunado solamente por recordar aquellos días e imaginar la posibilidad de reeditarlos, aún en medio de una pandemia: “El destino, al final, es el que permite que momentos que parecían imposibles sean posibles”.
La posibilidad de celebrar diez años de Alegrías con una gira conjunta está sobre la mesa, al igual que su interés en seguir indagando en el flamenco. “Con todos los tipos de música que me gustan siempre me ha interesado el efecto mareante que me provocan. El flamenco tiene ese poder: parece eliminar la gravedad. Así que por eso me fui a buscarlo”, sentencia Gelb, quién sabe si consciente de lo apropiado que puede resultar, en un año de penas, reeditar un disco que se llama Alegrías.
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