Tributo a toda una vida
Alejandro Sanz presenta ‘Sirope’ en la Plaza de Toros en un concierto lleno de referencias a sus más de 20 años en la música
Como volver a 1991. A la camisa de brillos y a la corbata estridente. Ese chaval de 23 años que presentaba a la sociedad Los dos cogidos de la mano. En el programa Entre amigos de José Luis Moreno. Pero no. Anoche no hubo nada de eso. Alejandro Sanz ya peina canas. Ya no sufre aquella moda del pelo engominado. De aquellos años sólo quedan los nervios que, al comienzo del concierto, hicieron temblar al artista. “Estoy un poquito nervioso, lo digo ya”, confesaba el cantante nada más terminar El silencio de los cuervos, uno de los temas más críticos de su último disco, Sirope, y con el que daba comienzo a dos horas de espectáculo de voces, sonido, música y luces. Por tercera vez, el cantante elige Córdoba para comenzar su gira.
El cantante madrileño ofreció a todos los asistentes un concierto que hizo recordar quién es Alejandro Sanz y por qué lleva más de 20 años en la música. La excusa era perfecta: presentar su último álbum, canciones que fue intercalando con aquellas que recuerdan a toda una vida. De Sirope, apostó por aquellas con las que era fácil enamorar al público: A mí no me importa, Tú la necesitas, A que no me dejas y su single, Un zombie a la intemperie.
Salvo el álbum Si tú me miras, Alejandro Sanz decidió que las dos horas de concierto se convirtieran en un guiño a todas esas joyas que lo han encumbrado a la cima musical. Un remix de Amiga Mía, Mi soledad y yo e Y si fuera ella hizo que la Plaza de Toros se remontara a los últimos coletazos de los 90 y comienzos de los 2000, cuando Alejandro Sanz publicaba su disco Más. El buque insignia de este álbum, Corazón partío, también fue protagonista del concierto. Esta vez, el cantante disfrutó de la maestría del guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez, quien trajo cierto halo del añorado maestro Paco de Lucía.
Pero no todo fue una oda a sus referencias clásicas o al amor. Alejandro Sanz esgrimió su azote crítico contra la falta de libertad en Venezuela, con No madura el coco, y escogió Labana para denunciar el sistema castrista de entonces. No es lo mismo se convertía en la crítica a la sociedad.
La dulzura y la ternura la protagonizarían Capitán Tapón junto con un juego de imágenes 3D, con Bob Esponja a la cabeza. Después, más recuerdos con canciones como Desde cuándo, Quisiera ser, Mi marciana, No me compares, Camino de rosas o Looking for Paradise.
Lejos de lo esperado, el momento de la noche no llegó con algunas de las canciones de Sirope. Tras levantar al público con No es lo mismo, se hacía la oscuridad. En el escenario, únicamente Alejandro Sanz y un piano. Bastaron dos notas para saber lo que venía a continuación. Lo ves hizo callar a casi todo el público, que pedía silencio para escuchar una de las canciones más versionadas del artista.
Aquél que daba golpes contra el calendario, que escribía su primera canción a una tal Marta. Aquél al que –alguna vez- le ganaba la batalla la monotonía y quien invitaba al olvido. Aquél que pedía que se escuchara a Camarón y que lloraba como un hombre. Quien se dejaba el alma al aire. Alejandro Sanz se despidió del público cordobés pisando fuerte, viviendo deprisa.
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