Navarro: el lado oscuro de la condición humana
El pintor cordobés expone en la ciudad alemana de Kassel una muestra de su obra
“He tenido la suerte de vivir 10 años en Madrid. Estudié en la Escuela Superior de Bellas Artes que ahora es Facultad de Bellas Artes. Esa es la suerte que he tenido. Porque si me llego a quedar en Córdoba, estaría pintando lo que pinta mucha gente en Córdoba: pintura comercial. Aquí la gente pinta para vender. Y yo pinto para mí. De forma egoísta pinto y hago lo que me da la gana. Después se vende o no se vende, eso ya es otra historia, pero yo pinto para mí”.
La primera en la frente. Para que no haya dudas. Rafael Navarro (Córdoba, 1946) es claro en sus gustos y directo al señalar sus fuentes: Bacon, Saura... “Sí, sí, sí, somos de la misma familia. Con Saura, con Picasso, con Francis Bacon, con Bukowsky... Todos somos de la misma familia. O sea, todos somos expresionistas”. También es meridiano en sus clasificaciones. “Yo, los pintores los agrupo por familias. Y yo pertenezco a la familia de los expresionistas matéricos. Otros pertenecen a los realistas... Luego tenemos conexiones unos con otros. Ya te digo, yo, con Saura. Fui a ver todas sus exposiciones”.
Navarro va a exponer el mes que viene en Kassel, Alemania, en una gran exposición organizada allí por Michael Wilkens, arquitecto catedrático de Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Kassel y fundador del grupo Baufrösche (Ranitas constructoras), un equipo de arquitectos ecologistas de cierto renombre en el país. Su padrino en Córdoba es el arquitecto Alfonso Rodríguez, amigo personal del pintor y viejo coleccionista de sus obras. Parte de sus propias pinturas constituyen un importante porcentaje de la muestra.
“Mis influencias son la vida. La vida, la vida, la vida y la vida. El ser humano, la condición humana, sobre todo. Esta especie de demonio que llevamos dentro, en la mente. Dios y diablo. La condición humana es lo que me inspira”, explica Navarro en el estudio del arquitecto, rodeado de sus lienzos, algunos de ellos ya empaquetados para el viaje a Alemania. Navarro señala a un cuadro. “Son cabezas, aunque no lo parezca. Yo cuando salgo a la calle veo esto. No veo una chica guapa o un chico guapo, veo esto”, repite mirando los trazos gruesos, los colores oscuros y los relieves que crea. “Cuando veo a Ratzinger [el papa Benedicto XVI] o a Bush [George W., anterior presidente de los Estados Unidos] a Aznar [José María, expresidente del Gobierno ], o ahora, más actual, Rajoy [Mariano, presidente del Gobierno], no veo su cara o su barba. No, lo que yo veo es esto, el monstruo. Y eso es lo que yo pinto. O sea, cuando yo pinto, trato de sacar los fantasmas que llevo dentro”.
Acordarse de Saura es inevitable cuando te plantas delante de un cuadro de Navarro. Pero su archivo de imágenes personal, su bestiario básico, se cuece desde mucho antes. “En la escuela profesional te enseñan la técnica pero cuando yo estudiaba, iba mucho al Museo del Prado. Y en el Museo del Prado, en principio, iba a ver a todos los pintores. Porque todos son buenos. Pero al final me quedó con Goya y, especialmente, con las Pinturas Negras de Goya. Se fue decantando la cosa y al final... eso es lo interesante. Porque al principio era todo: El Bosco, El Greco, todos, Velázquez, por supuesto, todos. Y al final, se decantó la cosa a Goya y a las Pinturas Negras”.
Aquello debió ser una suerte de revelación. Un eje de coordenadas del que no se ha apartado. “A lo largo de mi carrera me he centrado en ese lado oscuro de la condición humana. La dinámica de trabajo te da la evolución sin tú pretenderlo. La dinámica de la ejecución de una obra, otra obra, otra obra te va librando de cosas y coges otras nuevas. Se va decantando la obra. Esto es antiguo y esto es nuevo. Pero la filosofía es la misma, es el ser humano pero desprovisto de la epidermis. No me interesa la gente, si tiene los ojos más grandes o es más guapo o más feo. Me interesa lo que hay dentro. Tras una cara bella puede haber después lo que hay...”
La monstruosidad
“De e lo que hay dentro, intento reflejar la monstruosidad. La contradiccón de ángel y diablo que todos tenemos. Unos desarrollan más la vertiente negativa, por desgracia es lo que abunda y otros la positiva.Por ejemplo, ponemos en negativo. Hitler. O estos que hemos hablado, Bush y tal... Y en positivo, pues pones a un Ghandi. Pero lo negativo siempre, en la balanza, supera con creces a lo positivo. Por desgracia. Bueno, y Ratzinger, que se me había olvidado. Ese también es negativo pero en profundidad. Porque ese te aniquila la mente. Además de los físico, sobre todo la mente. Porque los otros van más a lo físico. Hitler era más bien lo físico, aunque también lo psíquico. Pero Ratzinger, ese ya es más fino, ese va a la mente”.
La exposición de Kassel consta, por un lado, de la última serie de Navarro, titulada Nosferatu, además de Matador y Paisaje Tóxico, realizadas entre los años 2004 y 2010. “Ese es su vino joven, de cosecha”, apunta Alfonso Rodríguez. “Pero también llevo 18 de mis cuadros para que sirvan de contrapunto, porque los alemanes tampoco conocen de manera masiva la obra de Navarro”. En total son unos 80 cuadros entre todos. “Así se ve la coherencia de la obra, con cuadros desde 1980 hasta 2010”, termina el coleccionista.
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