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Jacinto Lara: la poesía que alimenta dragones

Jacinto Lara | JAVIER LARA

Marta Jiménez

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“Nuevamente... los dragones reclaman su alimento”. Así comienza Los dragones fractales. El olvido de la memoria (Editorial Cántico. Colección El árbol del silencio), el primer poemario editado del artista plástico Jacinto Lara (Fernán Núñez, 1953) que une versos y arte en uno de esos artefactos que tanto fascinan al artista: un libro.

Todo comenzó con un mensaje y una proposición “deshonesta”. El poeta y editor Raúl Alonso le dijo al artista sin rodeos que quería publicar sus poemas y que le sorprendía que nadie lo hubiese hecho antes. “Al principio pensé que sería un proceso largo, tedioso y que llevaría tiempo”, relata Jacinto. “Pero, mi sorpresa fue comprobar la profesionalidad, el empuje y el cariño que Raúl ha puesto en la selección, corrección, diseño y edición del libro”.

A Jacinto Lara le fascinan los libros desde que su abuelo, un campesino bastante culto que amaba los libros, empezó a regalarle ejemplares. Su padre, en el campo, leía a los campesinos libros de caballería en torno al fuego antes de que se fueran a dormir. Y los niños no eran excluidos de aquella ceremonia. Por eso, cuando muchos años después de aquellas noches tuvo en sus manos Los dragones fractales, se emocionó con la edición y sigue agradeciendo a Raúl “su sensibilidad al respecto”.

“En la era, era”

Aunque para Jacinto “la pintura es lo primero de todo”. El arte no compite con nada para él. “Gracias a la pintura he leído, he viajado, he aprendido a vivir de una manera, a amar de una manera, a estar atento en definitiva”. Es por ello que su poemario se encuentra salpicado de obra pictórica “de expresión penetrante y autoafirmativa”, tal y como se califica su arte en la solapa del libro.

En cuanto a su poesía, ésta es “desdeñosa de cualquier pretensión formal y preciosista, invita al encuentro interior, al despojamiento y a la comprensión de la propia existencia desde la humildad de la duda”, según se define en la contraportada. Un territorio que evoca el espíritu zen de los haikus que tanto admira y que para Jacinto no es una vía de huída. “Creo que la poesía es un alimento, una senda, un viaje hacia delante, un grito, a veces silencioso y opaco, que nos hace mejores”.

El artista asegura que sus versos nacen de lo cotidiano. “Del recuerdo de los cuentos que me contaba el abuelo Jacinto en mi infancia, del deseo inocente de pensar que todavía existen criaturas míticas. Criaturas, personas -y personos- que creen en el ser humano y en su condición creativa, que alimentan un imaginario imposible de borrar del corazón libre de las personas-niño”.

“... El silencio no es una respuesta, ni una pregunta”.

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