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ENTREVISTA

Agustina Guerrero, la volátil: “No hay que meter los recuerdos debajo de la alfombra”

Entrevista a la ilustradora Agustina Guerrero

Juanjo Fernández

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La Compañera (Ed. Lumen) es el nuevo álbum de Agustina Guerrero (Chacalbuco, Argentina, 1982). Parece dejar atrás su seudónimo de La Volátil , aunque sea por un tiempo, para abrirse en una autobiografía en la que no rehuye ningún episodio de su vida. Desde su infancia más tierna y familiar hasta los episodios más serios o duros mientras crece y se convierte en la que ahora es. Acompañada por esa otra y “esa misma” que da título al libro, escarba por sus recuerdos consciente, al final, de que todos ellos la conforman.

Crecer sintiéndose a veces como una insegura impostora, sufrir abusos intolerables, enfrentarse a la pérdida de seres queridos… todo eso y más en un trabajo que rezuma ternura y profundidad, magia y concreción; vida en definitiva. La suya propia y la de sus lectores a los que anima a no enterrar sus recuerdos.

Hablamos con ella en un mediodía lluvioso comprobando que, a pesar de que lleva media vida viviendo en España, no le abandona cierto acento argento y la encontramos feliz de haberse sumergido en sus recuerdos casi como si de una terapia se tratase. Mejor así, sumergirse en los recuerdos es más barato que ir al sicólogo. Al contrario, es una inversión.

Uno recuerda muy condicionado por la emoción que haya sentido en ese momento

PREGUNTA. ¿Hay que llamarte ilustradora?

RESPUESTA. Mira, fíjate que con con este libro y el anterior (El Viaje) ya no sale “Agustina Guerrero, ilustradora”; ahora le han agregado: “Agustina Guerrero, escritora e ilustradora”. Pero ha sido a partir de estos dos libros que yo siento que hay una evolución, no sólo a nivel gráfico, sino a nivel narrativo, y creo que se percibe, y se sintieron un poco con la comodidad de cambiarlo o matizarlo.

P. La Compañera es una autobiografía; puede que tenga algo también de autoficción ¿Pero es también una terapia?

 R. Sí. En relación a la autoficción, yo intento ser lo más honesta posible con mis recuerdos; pero, claro, ¿hasta qué punto esos recuerdos son reales también? Uno recuerda muy condicionado por la emoción que haya sentido en ese momento. Los recuerdos están muy intervenidos, pero yo los recuerdo así, por lo tanto es real. Así que no sé hasta que punto es autoficción o no. Vamos a dejarlo ahí como algo que simplemente recuerdo. Y sí, para mí es una catarsis, es donde muestro al personaje más vulnerable, mostrando sus flaquezas, antes era como más “chistosa”, no es que no haya humor ahora, pero muestro más el lado poético, la metáfora, poder dejar pensando a la gente… y, a mí, mostrarme así, más insegura, más vulnerable, me hace sentir más segura de lo que hago. Curiosamente.

P. “La compañera” del título también eres tú. Nos damos cuenta, pero ¿tú también te diste cuenta desde el principio?

R. Uhm… sí, como mi sombra, mi parte oculta. Es esa parte mía que me cuesta ver o que no quiero ver. Pero que ella, a pesar de su imagen, tan intensa, tan potente, tan negra y oscura… en fin, yo no quería que fuese un personaje tan oscuro ni mucho menos, sino que siento que tiene una voz muy amable, una mirada amorosa y que es, bueno… una especie de psicóloga también ¿por qué no?

P. Hay muchos lectores a los que nos gustan mucho las autobiografías…

R. A mí también.

P. Creo que porque nos vemos un poco reflejados por el paso del tiempo compartido. Por ejemplo, cuando aparece la referencia a la dictadura militar argentina y tu dibujo del General Videla…

R. Sí, con esa frase: “reorganizar significa asesinar”. Me parecía importante también, si hablamos de recuerdos de mi vida, ponerlos en el contexto en el que fui gestada, las decisiones que han tenido que tomar mis padres, intentar buscar una vida mejor…

P. Ir “excavando”, como se ve en el álbum.

R. Yo me hice un listado de las cosas de las que quería hablar cuando empecé a hacer este libro, que temáticas quería tocar, quería hablar de la muerte, quería hablar del duelo, quería hablar de los abusos sexuales, también del “síndrome de la impostora”… ¿Quién no ha perdido a un ser querido? ¿Quién no se ha sentido a veces inseguro frente a algo, sentir que no eres capaz, que no eres lo suficientemente bueno? Y, en relación a los abusos, ¿qué mujer no ha experimentado una situación en la que se ha visto violentada por un hombre o por varios hombres? Yo me atrevería a decir que el cien por cien de las mujeres hemos atravesado por una situación similar. No como la describo en el libro, pero seguramente, todas las mujeres que me rodean han pasado por alguna situación así. Yo escribo como hablo.

P. Es uno de los grandes valores de La Compañera, a nuestro juicio.

R. Claro. Dicen “Ostras; a mí también”. Por eso a mí también me gustan mucho las autobiografías, porque me llegan de una manera que me atraviesan. Creo que muestran a quien sigues de una manera muy cercana, muy humana, genuina.

P. A veces no queremos recordar, pero como decía Cernuda también existe “un imposible olvido” ¿Tenemos miedo a los recuerdos?

R. A mí me pasaba que, aunque fueran momentos bonitos, no quería volver porque me daban nostalgia o me despertaban una sensación desagradable; pero es lo que te decía antes, esta “compañera” llegó y me dijo: “eh, vamos a hablar de ello, eso forma parte de tu pasado, eres lo que eres por todo lo que viviste”. Y, claro, no hay que meterlo debajo de una alfombra y decir que no sucedió, sino intentar integrarlo, de sacar un cierto aprendizaje.

Me atrevería a decir que el cien por cien de las mujeres hemos atravesado por algún abuso

P. Me gustaría que nos detuviésemos un poco más en el tema de las pérdidas, de la muerte…

R. Me parecía importante contar como las dos versiones. Mi primer contacto con la muerte fue la de mi compañerita en el cole, como yo lo viví en ese momento con once años… Claro, en ese momento yo no lo sufrí como la pérdida de ella, sino que a mí, lo que me produjo, con esa edad, fue ostras, es que yo también me puedo morir. En ese momento sólo se morían los abuelos, las personas mayores, y fui consciente de que a mí me podía pasar. Sin embargo, luego con dieciséis años, muere mi abuela y mi visión y mi sensación es otra y ahí sí que pude sentir su ausencia, su pérdida, y sufrí y fui consciente de que ella ya no iba a estar más. Tuve otra información, ya había integrado la muerte de otra manera. Pero ver a los once años el cadáver de una niña me impactó y me derivó mucho miedo.

P. ¿Y ahora cómo lo llevas?

R. Sigo teniendo mucho miedo a la muerte, sí.

P. Bajo tu forma, digamos, amable, simpática, de dibujar, se esconden temas serios e importantes. Parece un distanciamiento ¿Esa relación entre fondo y forma es intencionada?

R. A mí me gusta mucho el contraste. Bueno, en algunas entrevistas han catalogado mis dibujos como “infantiles”.

P. Mujer, yo no diría eso exactamente…

R. (Ríe) Ya te decía lo del gusto por el contraste. Yo no necesito dibujar a mi amiga muerta o a los agresores. Me baso más en el dibujo sencillo, aunque sea incluso las páginas que más me cuestan, cuando con poquito intento contar mucho; pero no sólo a nivel gráfico, también tengo en cuenta el color, los acabados… se dice que se piensa en blanco y negro, utilizar efectos como de acuarela, porque los recuerdos son así acuosos, difusos… el papel también, que no fuera blanco, sino algo avejentado porque hablo de recuerdos… Y el contraste, ya digo, por un lado un mundo de imaginación, fantástico, subirme a caballitos de mar, sumergirme en fondos marinos; pero, a la vez, hay otro mundo paralelo de los recuerdos.

P. “Volátil” significa, por un lado, que puede volar y, por otro, “inconstante”, “inestable” ¿La Volátil es una combinación de eso?

R. Fíjate que tanto en el libro anterior como en éste no sale, firmo como Agustina Guerrero ahora. Ese nombre me lo puse porque era verdad que me caracterizaba por ser muy soñadora, por tener los pies en el aire… también es verdad que cuando dibujaba el personaje, en ese momento, lo hacía mucho más exagerado de lo que yo era y álter ego era mucho más graciosa que yo, más extrovertida, más neurótica y yo, en la realidad, no soy así, soy más tranquila, más introvertida. Y siento que ahora, al mostrarme vulnerable, insegura, haciendo un trabajo más de autoconocimiento, como me parezco un poco más a ella. Entonces ahora está Agustina Guerrero, no está La Volátil (reímos).

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