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Cultura de calor: lo que los habitantes del Valle del Guadalquivir han aprendido para adaptarse a temperaturas extremas

Calles de Córdoba vacías bajo las altas temperaturas

Alfonso Alba

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En el Valle del Guadalquivir cordobés viven unas 400.000 personas a las que el verano cambia la vida. Históricamente, el Valle del Guadalquivir es la zona más calurosa de España, donde se han alcanzado las temperaturas máximas más altas y donde también las medias son insoportables. La formación del propio valle, la latitud y la proximidad al norte de África convierten a esta zona de la Península en un auténtico horno al que hay que adaptarse en una especie de cultura del calor. Los cordobeses se confinan desde el mediodía hasta que el sol comienza a menguar. La vida se parte y la actividad también. Es la única manera de sobrellevar las altas temperaturas que se registran en el lugar más cálido de la Península y de evitar graves problemas de salud.

Ahora, ese calor del Valle del Guadalquivir se está trasladando a otros lugares. El cambio climático está provocando que año a año se batan récords por temperaturas extremas en zonas donde no existe esa cultura de calor, donde esos hábitos no se han asumido por la población y donde, por tanto, más peligroso es. Pamplona ha alcanzado una temperatura máxima de 42,3 ºC, Logroño de 42 ºC, Girona de 40,8 ºC, Valladolid de 41,1 ºC y Salamanca de 40,9 ºC. En Reino Unido han visto por vez primera los 40 ºC y se les ha derretido la pista de un aeropuerto (Lutton).

Córdoba es lugar vanguardista en la lucha contra el calor. El color blanco de sus edificios está diseñado precisamente para expulsar calor. El diseño de sus estrechas callejuelas en la Judería, de sus casas patio con fuentes de agua y vegetación, contribuyen a reducir la temperatura. Se construye buscando los techos altos para que el calor se quede siempre arriba y las habitaciones puedan ser respirables. Pero lo que cambia sobre todo es la vida y, también, el trabajo.

Provincias como Córdoba y Sevilla, y también zonas de Extremadura, tienen una legislación vanguardista. En el año 2005, por la presión de los sindicatos que veían cómo había trabajadores expuestos al sol o a temperaturas muy altas que llegaban a morir, se comenzaron a aprobar convenios laborales que regulaban la jornada intensiva en la construcción y la agricultura. Desde entonces, a partir del 1 de junio y hasta el 31 de agosto, en el campo no se pueden trabajar más de seis horas y diez minutos seguidos. La jornada, además, arranca a las 7:00 de la mañana. Eso evita que a partir de las 14:00 queden trabajadores al sol en el campo. En la construcción, la jornada intensiva arranca el 16 de junio y se extiende hasta septiembre. El horario es de siete horas y obligatoriamente arranca a las 7:00 de la mañana para acabar a las 14:00 como muy tarde.

Con estas jornadas intensivas se han evitado muchas muertes por golpes de calor en el trabajo. En el resto de España la única regulación es la prevista en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, que alude también a lo que supone trabajar con altas temperaturas, como recuerda el secretario provincial de Hábitat de CCOO Córdoba, Antonio Salazar. La norma señala que el horario no está regulado como tal, que la jornada es de ocho horas, que el empresario está obligado a facilitar líquido y sombra al trabajador y que lo único que éste puede pedir es un descanso de una hora, una pausa para descansar e hidratarse.

En el año 2006, la Delegación Provincial de Empleo de la Junta de Andalucía en Córdoba publicó un manual, también vanguardista, sobre las medidas a tomar ante las altas temperaturas, con consejos y recomendaciones para evitar el temido golpe de calor.

La jornada intensiva en estos dos sectores que emplean solo en Córdoba a más de 90.000 personas modifica la vida también de la población, que se adapta de una manera similar a las altas temperaturas. El grueso de la actividad laboral se concentra cuando aún se puede trabajar: a primera hora de la mañana. A partir de las 13:30, muchos comercios echan el cierre. Las oficinas facilitan a muchos empleados el teletrabajo antes incluso del confinamiento de 2020 y la ciudad se va preparando para el letargo: descansar en casa cuando más calor hace ahí fuera. Trabajar se torna imposible si no es en un interior entre las 15:00 y prácticamente hasta que se pone el sol.

La cultura de calor, además, asume como propias ciertas costumbres que chocan con el día a día de lugares no acostumbrados a las temperaturas extremas en verano: que no se sale a la calle entre las 15:00 y las 20:00, que las persianas deben de estar echadas, que está prohibido abrir una ventana porque fresco no va a entrar, que hay que beber mucho y que hay que tener paciencia, que por la noche refrescará (o no). Además, el sueño se parte en dos, con un descanso nocturno que no llega a las ocho horas necesarias y otro vespertino en forma de siesta.

En cuanto a los negocios, en la hostelería se asume el cierre al mediodía. El gerente del grupo La Carbonería, Sergio Rodríguez, evoca cómo el negocio hostelero se traslada a la noche, cuando el público busca las terrazas. Muchos bares y restaurantes también echan cuentas y optan por cerrar en las horas centrales del día, ya que la venta de esas horas apenas si compensa con el coste de mantener refrigerado el negocio. En verano, muchos turistas acuden a Córdoba, atraídos por la Mezquita. En los hoteles se les aconseja adaptarse a la cultura de calor cordobesa: madrugar y estar en la habitación al mediodía, al fresco del aire acondicionado o de la piscina, para descansar y alargar la noche todo lo posible.

Aún así, la cultura de calor provoca una emigración interna y externa. El Valle del Guadalquivir tiene una cornisa que forma Sierra Morena. En ciudades como Córdoba, hay extensas parcelaciones y urbanizaciones en el interior de la sierra, donde la temperatura no es tan extrema y donde en diversas zonas hay diferencias térmicas de más de cinco grados con respecto a la capital. La externa opta directamente por la emigración a zonas de playa, como a la cercana Costa del Sol, como única manera de sobrevivir a un sobrecalentamiento extremo.

Y es que si el resto de España comienza a tener temperaturas similares a las del Valle del Guadalquivir, en Córdoba más máximas comienzan a parecerse a las del norte de África.

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