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La ciencia brota en los descampados

Los escolares, trabajando en el descampado.

Redacción Cordópolis

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En apenas cuarenta y cinco minutos un equipo de investigación ciudadana de entre 10 y 11 años de edad ha logrado, trabajando en equipo y asesorado por la investigadora del Área de Botánica de la Universidad de Córdoba Sara Parras, identificar hasta 14 plantas diferentes en el descampado junto al colegio al que acuden cada día a estudiar. Medio centenar de escolares de 5º y 6º de Educación Primara del CEIP Pablo García Baena han representado esta mañana a la ciudad de Córdoba en el Biomaratón de Flora Española 2024, que promueve la Sociedad Botánica Española.

La actividad, diseñada por la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba y la bióloga cordobesa Sara Parras, ha consistido en el desarrollo de un taller científico en el que el alumnado, guiado por un cuaderno de laboratorio, debía identificar y registrar hasta 14 plantas silvestres entre las más de 60 especies que habitan una pequeña parcela de terreno situado en el cruce de las calles Escultor Gómez del Río y Escultor Martínez Cerrillo, en el Distrito Norte de la ciudad de Córdoba. La chupamieles (anchusa azurea) y la hierba estrella (plantago coranopus) han las que más tiempo y discusión han exigido, pero finalmente el equipo ha consensuado sus observaciones y concluido que efectivamente ambas plantas crecen también junto a campanillas, viboreras, cebadillas o collejas coloradas, entre muchas otras.

A pesar de las reticencias iniciales antes de salir al descampado -“hay cacas de perro”; “alguna gente tira basura”, “hay mucho bicho”- el equipo al completo ha trabajado divirtiéndose entre la flora y, de camino, observando la biodiversidad de fauna -fundamentalmente insectos y pájaros- que habita el solar junto a su colegio.

No es suciedad, es biodiversidad

En la presentación del taller, Sara Parras ha explicado a los científicos y científicas ciudadanas que la flora espontánea de las ciudades, que ella prefiere llamar “plantas vecinas”, enriquecen la biodiversidad y, en el caso de ciudades como Córdoba, contribuyen a reducir la temperatura. “Solo deberíamos llamar malas hierbas a las plantas que afectan a los cultivos o las que generan problemas en edificios o infraestructuras”, ha señalado, al tiempo que ha insistido en que las plantas silvestres hacen de las ciudades espacios más amables que el cemento y el hormigón.

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