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Bailar con miedo no es bailar: aprender swing o bachata mientras reabren las pistas de baile

Escuela de baile 'Azúcar Negra'

Juan Velasco

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En el principio, probablemente antes que nada, fue el baile. Una actividad física y socializadora que nos define como especie, de la que hay registros milenarios en paredes y cuevas y que todavía hoy, en plena pandemia y con el distanciamiento social aún vigente, es capaz de crear nuevos hábitos de comportamiento desde las redes sociales.

Si el baile está ahí desde el inicio de la humanización, también lo ha estará al final del Covid-19, cuando vuelvan a abrirse las pistas de baile y se llenen de cuerpos danzantes. Cuerpos como los que poco a poco van llenando las academias de baile de Córdoba, que afrontan un nuevo curso marcado por la pérdida del miedo al contacto y a la socialización cercana, dos cosas indispensables para poder bailar.

“Se nota que el miedo se va diluyendo gracias a la vacuna y a las mascarillas, pero todavía no se ha ido del todo”, explica a Cordópolis Isa Santofimia, profesora de swing y lindy hop del proyecto Dee Dee Swing, que imparte clases en Tararea Laboratorio Musical, uno de los pocos centros que pudo trabajar también durante el año pasado. Aunque poquito. Algunos grupos, bajo mínimos y con la ratio bajita, explica la profe.

Ella, por su parte, aprovechó la pandemia para entrenarse, estudiar las necesidades de los alumnos y poder mejorar las clases. “Nos estábamos preparando para poder volar, casi más que para poder bailar”, bromea Isa, que reconoce que este año, en el que ya llevan una semana de clases, por fin se siente cómoda. “Y si yo estoy cómoda, transmito tranquilidad”, añade.

“Todas las manifestaciones artísticas son terapéuticas, pero la danza es un centro de energía”

La tranquilidad es tan contagiosa como una buena melodía. De eso sabe mucho también María José Rodríguez, profesora de Azúcar Negro, que celebra el inicio de curso 2021-2022 por el interés que han suscitado de nuevo las clases, en su caso de baile latino: bachata y salsa. Cadereo, trompetas, percusión y baile por parejas. Eso es lo que ofrece María José en su academia, que el año pasado, reconoce, trabajó solo a un 10%. “Sobre todo tenía niños y clases individuales, porque las clases por parejas se volvieron complicadas”, explica.

¿Por qué? Pues ha ocurrido que el Covid no solo obligó a bailar con mascarilla y embadurnado en gel hidroalcohólico, sino que también limitó un componente importantísimo de la danza que es la libertad de intercambio de parejas. Con la pandemia, eso se acabó. Rodríguez explica que todo el mundo baila con su compañero o pareja y, si viene una persona sola, solo puede apuntarse a clase por parejas si hay otra en la misma situación con la que emparejarla.

Eso rompe la posibilidad de socializar que sí que se da en los clubs de baile latino, donde la rotación es constante. En las clases de bachata y salsa también ocurría y eso se lo llevó el Covid. “Sigue habiendo gente con miedo y evitan todo lo que sea contacto”, señala María José, que se adapta como puede a los nuevos tiempos. Los viejos, recuerda, hicieron de su academia un centro social del que han salido amistades y parejas duraderas.

También han salido personas mentalmente curadas. “Todas las manifestaciones artísticas son terapéuticas, pero la danza es un centro de energía y se nota muchísimo en la gente que viene. Bailar te ayuda a desconectar, a moverte, a desbloquearte, a socializar. Además es un ejercicio físico maravilloso que haces casi sin pretenderlo. Bailar tonifica, te ayuda a perder peso sin la necesidad de machacarte en un gimnasio”, afirma la profesora, que anima sin dudar al periodista a probar el baile latino.

El Tik Tok ha disparado el interés en el baile urbano

Por el momento, el periodista no se plantea engrosar la lista de nuevos clientes de Azúcar Moreno, ni tampoco de la Escuela Xanadu, otro centro de baile que encara la nueva temporada con ilusión. Allí nos atiende Cristina, que explica que para ella y su escuela, este año es tan importante como 2008, el año en que abrió sus puertas por primera vez.

“Hemos estado cerrados todo el Covid. No pudimos hacer las clases online ni tampoco a domicilio por falta de medios, así que decidimos cerrar pensado en poder reabrir. Ha tardado pero ya hemos visto que podemos”, explica la profesora, que, todavía un tanto temerosa, reconoce que hay muchas ganas de bailar, pero sigue habiendo “preocupación y miedo”.

Cristina, de hecho, reconoce que la situación “todavía no se ha superado”. “Sigue habiendo mascarilla, lo cual es incómodo para hacer deporte. Eso hay a mucha gente a la que le tira para atrás. Y los niños, que son una parte importante, pues la tienen puesta todo el día en el colegio y no tienen ganas de seguir con ella puesta por la tarde”, reflexiona Cristina, que apunta a que los profesores de Xanadu están “renaciendo y reconstruyéndose”.

Altavoces, clandestinos... ¿Dónde bailar en una ciudad con las pistas de baile cerradas?

Casi una metáfora del propio baile que, como cuenta Cristina, en este año ha visto crecer un inusitado interés la modalidad de baile urbano. ¿Por qué? “Por el Tik Tok. Se ha disparado entre las adolescentes”, señala la profesora de Xanadu, que además, en su centro oferta bailes de salón, latino y ballet clásico, que considera “fundamental”.

Al igual que fundamental es tener un sitio donde mostrar los avances aprendidos, algo que, por el momento, está complicado en Andalucía y Córdoba, donde las pistas de baile en interiores siguen cerradas. Los adolescentes, explica Cristina, lo tienen fácil. “En la calle y en los botellones, con el móvil y los altavoces bluetooth se apañan”, afirma.

Isa Santofimia, por su parte, reconoce que la comunidad swinguera tiene suerte porque practica desde siempre los llamados clandestinos, que es, sencillamente, ir a un parque a bailar. En Córdoba, donde hay una pequeña pero activa comunidad swing, ya se han visto este tipo de encuentros antes y durante la pandemia, y todo hace pensar que, a partir de ahora, las calles de Córdoba volverán a sonar a Nueva Orleans un domingo cualquiera.

“Lo bueno que tenemos en Andalucía es que, con este clima, cualquier día es bueno para bailar en la calle”, señalaba Santofimia este viernes, un día que amaneció perfecto para bailar bajo la lluvia y que acabó como un preludio de un soleado y bailable fin de semana en la ciudad.

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