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Los musulmanes que oraron en la Mezquita dicen que fueron pacíficos

Algunos de los musulmanes acusados saliendo del juzgado con su abogado FOTO: MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El fiscal pide penas que suman 15 años y nueve meses de cárcel por desórdenes públicos, lesiones y atentado contra la autoridad

El juicio contra ocho jóvenes austriacos que el 31 de marzo de 2010 protagonizaron un incidente en la Mezquita de Córdoba al participar o acompañar en un rezo musulmán en el interior, han declarado esta mañana en la primera jornada del juicio que no agredieron a los guardias de seguridad ni a los agentes de la Policía Nacional que acudieron al lugar. El fiscal ha pedido penas que suman 15 años y nueve meses de prisión y acusa los ocho jóvenes de un delito de desórdenes públicos, a seis de ellos de lesiones y a uno de atentado a agente de la autoridad.

Los jóvenes formaban parte de una excursión más amplia de un grupo musulmán austriaco que realizaba un tour por España. Hacia las 17.45 de ese día, Miércoles Santo, accedieron por distintas puertas a la Mezquita- Catedral, que se preparaba para recibir a algunas de las cofradías que hacen allí Estación de Penitencia. A los pocos minutos, Zaid El-Aifari se arrodilló a rezar. El acusado, al que el fiscal señala como líder del grupo, ha afirmado que su decisión fue espontánea y ha explicado que no sabía que en ese templo, consagrado al culto cristiano desde 1236 no se podía practicar un rezo islámico.

Las versiones difieren diametralmente. Todos los acusados y los dos testigos aportados por su defensa señalan que la intervención de los agentes de seguridad privada de la Mezquita fue desproporcionado. En sus distintas intervenciones describen una escena en la que uno de los empleados reduce violentamente a Zaid en el suelo mientras el resto del grupo pide calma al guarda y a otros que van llegando. En un momento dado, el musulmán logra zafarse del guarda y sale corriendo de allí.

Pero el relato de los agentes de seguridad, llamados como testigos, dibuja una escena mucho más violenta y tensa en la que son los jóvenes quienes agreden a los guardas, propinando Zaid El-Aifari un puñetazo en la boca a un guarda que es además -y según su testimonio-a punto de ser acuchillado -aunque terminó herido de levedad en la palma de la mano-, y donde uno de los excursionistas, con una pierna escayolada, llega a amenazar con golpear a los policías con una muleta.

La escena de la agresión con arma blanca fue confirmada por un segundo agente si bien el jefe del servicio de seguridad del templo, que llegó al lugar de los hechos con él dijo no haber visto ese intento de agresión. En cuanto al cuchillo, uno de los acusados reconoció que era suyo pero afirmó que en ningún momento lo sacó para amenazar al guardia de seguridad. El mismo joven añadió que no suele llevar ese tipo de navajas pero que en los viajes sí que lo hace, utilizándola básicamente como cubierto.

En algo sí coinciden las dos versiones: en las continuas amenazas de muerte que se escucharon. Si bien, según los musulmanes son los guardias de seguridad los que en inglés les repiten “estamos en guerra, os vamos a matar”. Mientras que los agentes acusan a los excursionistas de gritarles cosas parecidas al tiempo que hacían gestos de amenaza de muerte.

Los austriacos no se han puesto de acuerdo en si sabían o no que en el actual tempo católico no se podía orar por el rito musulmán. Zaid, que empezó todo, afirma que no sabía que el hecho de rezar estaba prohibido, si bien el fiscal le recordó que en la instrucción del caso dijo saber que no se permitía el rezo musulmán en la Mezquita de Córdoba.

Para los guardias de seguridad todo estaba perfectamente orquestado y planeado. Solo así se explican que los jóvenes accediesen al templo en pequeños grupos y desde distintas puertas, para luego reunirse en un punto concreto y comenzar a rezar. La aparición de walki-talkies entre las pertenencias de los turistas confirmaría las sospechas, si bien una testigo de la defensa afirmó que en este tipo de viajes es habitual esta herramienta para comunicarse entre los grupos.

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