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Belalcázar convertirá en un parque la casa familiar de Corpus Barga

De izquierda a derecha, en primer plano Pedro Salinas,Ignacio Sánchez Mejías y Jorgen Guillén. Detrás, Antonio Marichalar, José Bergamín, Corpus Barga, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Dámaso Alonso. Invierno de 1933.

Marta Jiménez

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El Ayuntamiento de Belalcázar ha llegado a un acuerdo con los herederos -nietos y bisnietos- del periodista Corpus Barga (1887-1975), cronista del siglo XX en España, Europa y Latinoamérica, para expropiar el solar y las ruinas de lo que fue la Casa Grande, tal y como se conoce a esta casa familiar perteneciente a varias generaciones. El expediente de expropiación de lo que fue este inmueble se realizará por su carácter de bien de interés social e irá a pleno municipal el próximo 25 de julio, según informa el alcalde de esta localidad de los Pedroches, Francisco Luis Fernández (PSOE).

El Ayuntamiento mantendrá la fachada de la antigua casa solariega, limpiará su interior y lo convertirá en un parque que albergará una ciudad de los niños para el pueblo y un parque de educación vial. “Vamos a recuperar todo lo que podamos de la antigua casa”, indica el alcalde en conversación telefónica. “Es un proyecto a largo plazo que esperamos que esté acabado en este mandato de cuatro años”, indica sobre un parque que lindará con el paseo que lleva el nombre del escritor.

La expropiación de los 12.000 metros cuadrados de solar y ruinas ya tiene asignados 60.000 euros en el presupuesto municipal de este año, y de su limpieza se encargarán los servicios del propio consistorio, un hecho que ha sido “aceptado de buen grado” por los vecinos de Belalcázar en palabras de su alcalde. Para el futuro parque y centro de educación vial se espera una aprobación provisional de la Junta de Andalucía.

Los antepasados del escritor, los Gómez de la Serna -el periodista fue tío de Ramón Gómez de la Serna- construyeron en el primer tercio del siglo XIX esta casa de la que en la actualidad sólo se conserva la fachada y algunos restos estructurales en su interior. Una especie de decorado en la calle Conde Don Alonso que hoy tan solo guarda vegetación y ruina, pero que en sus días dorados cobijó a cuatro generaciones de una familia influyente en la España del siglo XIX y del siglo XX, hasta el estallido de la Guerra Civil, tras la que esta casa fue saqueada por los vencedores y enterrada en el olvido.

La Casa Grande fue patria de la niñez y la juventud del escritor, novelista y hombre de mundo Corpus Barga, quien ayudó a la familia Machado a cruzar a Portbou tras el final de la Guerra Civil. Este lugar apareció en algunas de sus obras como en la novela La vida rota o en las memorias Los pasos contados, concretamente en el cuarto volumen, Los galgos verdugos. Fue un enamorado de la casa y adoraba Belalcázar, donde pasó temporadas a lo largo de sus casi noventa años de existencia. Un lugar que, a pesar de que su vida representa el Madrid, el París o el Berlín de la época, también lo marcó a niveles diferentes.

“Entrando por esta carretera la Casa Grande, con su torre, no parece tan grande como la recordaba, la había agrandado en mi imaginación… Las casas siguen teniendo ventanillos con fuertes hierros. Las fachadas están enjalbegadas, limpias, demasiado blancas. Es una blancura que explica algo negro”, la describe en sus memorias. La casa, o lo que quedaba de ella, fue restaurada en 2005 y había visto derrumbarse pocos meses antes, frente al desinterés de las instituciones, un torreón neomudéjar, seña de identidad del edificio y atalaya señorial sobre la villa de Belalcázar.

En 1970 Corpus Barga consiguió volver a Belalcázar desde su exilio en Perú, cinco años antes de la muerte de Franco y de su propia muerte, y con ayuda de algunas personas recuperó tres piezas originales de la fachada, dos escudos y un San Rafael, y se las llevó. Los que hoy lucen son una reconstrucción.

En aquella última visita a su pueblo Barga lloró delante de la Casa Grande, tal y como haría su bisnieta, Claudia García de la Barga, 30 años después en el homenaje de Belalcázar al escritor y periodista, con placa en la Casa de la Cultura y nombramiento como Hijo Adoptivo y Cronista de la ciudad. Lo que Corpus Barga sintió al ver su amada casa convertida en ruina, esquilmada de todos sus bienes, incluso de las columnas, las vigas o los suelos, con las higueras comiéndosela… su alma caída a los pies está plasmada en una crónica de quince páginas sin puntos ni comas.

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